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Hersey, John ''Hiroshima''-Fr-En-Sp-Sp

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tr. de G. Belmont <strong>Hersey</strong>’s Hiroshima tr. de J. G. Vásquez tr. de A. T. WeylandEl padre Kleinsorge curó lo mejorque pudo la herida del padre Schiffercon unas vendas que el doctor Fujiiles había dado a los sacerdotes algudes,dans les laboratoires et les autres pièces,les corridors, sur les marches d’escalier, dansle hall d’entrée, sous la porte cochère, sur lapierre du perron, dans la grande allée et dansla cour, sur les trottoirs des rues tout à l’entour; à n’en plus finir. Les blessés soutenaient5les mutilés et les éclopés ; des familles, défigurées,formaient un seul bloc d’êtres agrippés.Beaucoup vomissaient. Un nombre formidabled’élèves des écoles de filles - de celles 10que l’on avait fait sortir des salles de classepour les employer dans les rues à déblayer lesavenues parefeu - se traînaient jusqu’à l’intérieurde l’hôpital. Sur les deux centquarantecinq mille habitants que comptait la 15ville, près de cent mille avaient été tués oumarqués par le destin sur le coup; une centainede mille étaient atteints plus ou moins gravement.Dix mille blessés au [60] moins, se dirigèrentautomatiquement vers le meilleur hôpitalde la ville, qui ne pouvait suffire à une20telle invasion puisqu’il n’avait que six centslits et que ceux-ci étaient, avant même l’explosion,tous occupés. Les gens, dans l’asphyxiede la foule, à l’intérieur de l’hôpital, 25pleuraient et hurlaient à l’adresse du docteurSasaki : « Sensei ! Docteur! » et les moins sérieusementatteints le tiraient par la manche etle suppliaient de venir en aide aux plus grièvementblessés. <strong>En</strong> chaussettes, tiré à hue et à 30dia, abruti par la foule, stupéfié par tant deplaies à vif, le docteur Sasaki finit par perdretout sens de sa profession et par cesser de travailleren chirurgien consommé et en hommeplein d’humanité, pour se changer en automate 35qui, mécaniquement, étanchait le sang, barbouillaitde son pinceau, pansait, étanchait,barbouillait, pansait...all the other rooms, and in the corridors,and on the stairs, and in the fronthall, and under the portecochere, andon the stone front steps, arid in thedriveway [34] and courtyard, and forblocks each way in the streets outside.Wounded people supported maimedpeople; disfigured families leaned together.Many people were vomiting.A tremendous number of schoolgirls—some of those who had been takenfrom their classrooms to work outdoors,clearing fire lanes—crept intothe hospital. In a city of two hundredand fortyfive thousand, nearly a hundredthousand people had been killedor doomed at one blow; a hundredthousand more were hurt. At least tenthousand of the wounded made theirway to the best hospital in town, whichwas altogether unequal to such a trampling,since it had only six hundredbeds, and they had all been occupied.The people in the suffocating crowdinside the hospital wept and cried, forDr. Sasaki to hear, “Sensei! Doctor!,”and the less seriously wounded cameand pulled at his sleeve and begged himto go to the aid of the worse wounded.Tugged here and there in his stockingedfeet, bewildered by the numbers, staggeredby so much raw flesh, Dr. Sasakilost all sense of profession and stoppedworking as a skillful surgeon and asympathetic man; he became an automaton,mechanically wiping, daubing,winding, wiping, daubing, winding.das las otras habitaciones, y en los corredores,y en las escaleras, y en el zaguánde entrada, y bajo la puerta cochera,y sobre las escaleras de piedra delfrente, y en la entrada y en el patio, ysobre varias manzanas en ambas direccionesde la calle. Los heridos ayudabana los mutilados; familias desfiguradas seapoyaban entre ellas. Muchos vomitaban.Numerosas alumnas —algunas de aquellasque habían salido de sus clases paratrabajar en la apertura de corredorescortafuegos— llegaban al hospital arrastrándose.<strong>En</strong> una ciudad de doscientoscuarenta y cinco mil, cerca de cien milpersonas habían muerto o recibido heridasmortales de un solo golpe; cien milmás estaban heridas. Al menos diez milde los heridos se las arreglaron para llegaral mejor hospital de la ciudad, queno estaba a la altura de semejante invasión,pues tenía sólo seiscientas camas,y todas estaban ocupadas. <strong>En</strong> la multitudsofocante del hospital los heridos llorabany gritaban, buscando ser escuchadospor el doctor Sasaki: «¡Sensei! ¡Doctor!».Los más leves se acercaban a él y tirabande su manga para que fuera a atender alos más graves. Arrastrado de aquí paraallá sobre sus pies descalzos, apabulladopor la cantidad de gente, pasmado [36] antetanta carne viva, el doctor Sasaki perdió porcompleto el sentido del oficio y dejó de comportarsecomo un cirujano habilidoso y unhombre comprensivo; se transformó en unautómata que mecánicamente limpiaba, untaba,vendaba, limpiaba, untaba, vendaba.Con algunas vendas que el doctorFujii le había dado unos díasantes, el padre Kleinsorge parócomo pudo el sangrado de la herihabitaciones,en los corredores y escaleras,en el vestíbulo del frente y bajo lapuerta-cochera, en la escalinata de entrada,en el sendero para autos en el patio yen cuadras y cuadras a cada lado de lacalle. Los heridos sostenían a los mutilados;familias [44] enteras desfiguradas seapoyaban entre sí. Mucha gente vomitaba.Un enorme número de jovencitas escolares— algunas de las cuales habíansalido de sus aulas para trabajar en laconstrucción de áreas antiincendio — searrastraban hacia el hospital. <strong>En</strong> una ciudadde doscientas cuarenta y cinco milpersonas, casi cien mil habían sido muertaso malheridas de un solo golpe; cienmil más estaban lastimadas. Por lo menosdiez mil de los heridos concurrieronal mejor hospital de la ciudad, insuficientepara tal invasión„ puesto que poseíasólo seiscientas camas, y todas habíansido ocupadas. Los integrantes de esasofocante multitud dentro del hospital llorabany gritaban para que el doctor Sasakipudiese oír:—Sensei! «¡ Doctor!»Y los heridos más leves se acercaban,le tiraban del brazo y le rogaban que fueraen ayuda de los más graves. Arrastradoaquí y allá en sus pies descalzos, azoradopor la cantidad de gente, descompuestoante el espectáculo de tanta carne martirizada,el doctor Sasaki perdió todo el sentido de laprofesión y dejó de trabajar como diestro cirujanoy hombre compasivo: se convirtió enun autómata y comenzó mecánicamente arestañar, untar, vendar, restañar, untar,vendar.Certains des blessés de Hiroshima ne purent 40même pas bénéficier du luxe douteux de l’hospitalisation.SOME of the wounded inHiroshima were unable to enjoy theDans ce qui avait été le bureau du questionable luxury of hospitaliza-personnel de la East Asia Tin Works, Mlle tion. In what had been the personnelSasaki gisait, repliée sur ellemême, sans connaissance,office of the East Asia Tin Works,sous l’effroyable monceau de livres, 45 Miss Sasaki lay doubled over, uncon-de plâtras, de bois et de tôle ondulée. Elle demeurascious, under the tremendous pile of bookssans connaissance (à ce qu’elle estima and plaster and [35] wood and corrugatedpar la suite) durant environ trois heures. La premièreiron. She was wholly unconscioussensation qu’elle éprouva fut une dou-(she later estimated) for about threeleur atroce dans la jambe gauche. Il faisait une 50 hours. Her first sensation was oftelle nuit sous les bouquins et les débris que la dreadful pain in her left leg. It was sofrontière entre la conscience éveillée et l’absenceblack under the books and debris thatde toute connaissance était des plus té-the borderline between awareness andnue; elle la franchit apparemment à plusieurs unconsciousness was fine; she apparentlycrossed it several times, for thereprises, à en juger par le fait que la douleur 55tantôt disparaissait, tantôt revenait. Dans les pain seemed to come and go. At theinstants où elle la sentait avec un maximum moments when it was sharpest, shed’acuité, elle avait l’impression que sa ‘jambe était felt that her leg had been cut off somewherecoupée quelque part au-dessous du genou. Plusbelow the knee. Later, shetard, elle entendit qu’on marchait au-dessus d’elle 60 heard someone walking on top of thesur les décombres et des voix angoissées s’élevèrent,wreckage above her, and anguisheddes voix provenant évidemment des ruines voices spoke up, evidently fromoù ellemême était ensevelie : « Je vous en prie, au within the mess around her: “Pleasesecours! Tirez-nous de là! » [62]help! Get us out!”Le Père Kleinsorge arrêta l’hémorragiedu Père Schiffer, tant bien que mal, à l’aidede quelques bandes de pansement que ledocteur Fujii avait données aux prêtres,6570FATHER KLEINSORGE StemmedFather Schiffer’s spurting cut as wellas he could with some bandage that Dr.Fujii had given the priests a few daysX21Algunos de los heridos deHiroshima no pudieron disfrutar delcuestionable lujo de la hospitalización.<strong>En</strong> lo que había sido la oficina de personalde la Fábrica Oriental de Estaño,la señorita Sasaki yacía inconsciente,aplastada por la tremenda pila de libros,madera, hierro corrugado yyeso. Permaneció completamente inconsciente(según calculó después) duranteunas tres horas. Su primera sensaciónfue de un terrible dolor en lapierna izquierda. Estaba tan oscuro debajode los libros y los desechos que lafrontera entre conciencia e inconscienciaera muy tenue; debió de cruzarlavarias veces, porque el dolor parecía iry venir. <strong>En</strong> los momentos de dolor másagudo, sentía que le habían cortado lapierna por debajo de la rodilla. Después,escuchó que alguien caminabasobre los destrozos, encima de ella, yvoces de angustia comenzaron a gritar_________ a su alrededor: «¡Auxilio, porfavor! ¡Sáquennos de aquí!».Algunos de los heridos de Hiroshimano pudieron disfrutar del indudable lujode la hospitalización. <strong>En</strong> lo que había sidola oficina de personal de la CompañíaHojalatera del Asia Oriental, la señoritaSasaki yacía doblada, inconsciente, bajola tremenda pila de libros, yeso, madera yhierros retorcidos. Estuvo completamentesin sentido (según estimó más tarde)unas tres horas. Su primera sensación fuela de un horrible dolor en la pierna izquierda.Estaba tan oscuro bajo los libros y losescombros, que la línea que separa la conciencia[45] de la inconsciencia era muytenue; aparentemente la atravesó variasveces, porque el dolor parecía llegar e irse.<strong>En</strong> el momento en que fue más agudo, sintiócomo si su pierna hubiera sido cortadaen algún lugar por debajo de la rodilla.Más tarde oyó que alguien caminaba sobrelos escombros que la sepultaban, yvoces angustiadas se elevaron, evidentementede gente en la misma situación enque se encontraba ella:—¡Por favor, ayúdennos! ¡Sáquennos de aquí!

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