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Hersey, John ''Hiroshima''-Fr-En-Sp-Sp

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tr. de G. Belmont <strong>Hersey</strong>’s Hiroshima tr. de J. G. Vásquez tr. de A. T. Weylandincendies et des bougies que tenaient levéesles dix infirmières qui restaient. Detout le jour, le docteur Sasaki n’était passorti de l’hôpital ; le spectacle à l’intérieurétait si terrible et si astreignant, 5qu’il ne lui était même pas venu à [103]l’esprit de demander ce qui s’était passéde l’autre côté des portes et des fenêtresdu bâtiment. Plafonds et cloisonss’étaient effondrés; partout ce n’étaient 10que plâtras, poussière, sang, vomissures.Les patients mouraient par centaines ; iln’y avait personne pour enlever les cadavres.Certains membres du personnelde l’hôpital distribuèrent des biscuits et 15des boulettes de riz, mais l’odeur decharnier était si forte, que bien peu degens avaient faim. Sur le coup de troisheures du matin, après dix-neuf heuresde cet horrible travail, le docteur Sasaki 20se sentit incapable de panser une blessurede plus. Avec quelques autres survivantsdu personnel médical, il allachercher une natte, sortit - des milliersde patients, des centaines de morts s’entassaientdans la cour et dans la grande25allée et s’enfuit derrière l’hôpital, secachant pour tenter de dérober un peude sommeil, couché à même le sol. Uneheure ne s’était pas écoulée, que des 30blessés les découvraient, ses compagnonset lui, et formaient autour d’euxun cercle de gémissements et de protestations: « Docteurs 1 Sauveznous !Comment pouvez-vous dormir ? » Le 35docteur Sasaki se leva et se remit autravail. Comme l’aube du second jourse [104] levait, il songea pour la premièrefois à sa mère, dans leur maisonde campagne de Mukaihara. à cinquantekilomètres de là. I1 avait cou-40tume de rentrer tous les soirs. Il eûtpeur que sa mère ne le crût mort.candles the ten remaining nursesheld for them. Dr. Sasaki had notlooked outside the hospital allday; the scene inside was so terribleand so compelling that ithad not occurred to him to askany questions about what hadhappened beyond the windowsand doors. Ceilings and partitionshad fallen; plaster, dust,blood, and vomit were everywhere.Patients were dying bythe hundreds, but there was nobodyto carry away the corpses.Some of the hospital staff distributedbiscuits and—rice balls,but the charnel-house smell wasso strong that few were hungry.By three o’clock the nextmorning, after nineteen straighthours of his gruesome work, Dr.Sasaki was incapable of dressinganother wound. He and some othersurvivors of the hospital staff gotstraw mats and went outdoors—thousands of patients and hundredsof dead were in the yard andon the driveway—and hurriedaround behind the hospital and laydown in hiding to snatch somesleep. But within an hourwounded people had found them;a complaining circle formedaround them: “Doctors! Help us!How can you sleep?” Dr. Sasakigot up again and went back towork. Early in the day, hethought for the first time of hismother, at their country home inMukaihara, thirty miles fromtown. He usually went home everynight. He was afraid shewould think he was dead. [62]dad y de velas que las enfermerassostenían. El doctor Sasaki no habíaechado un vistazo fuera del hospitalen todo el día; la escena al interiorera tan horrible y tan imperiosaque no se le había ocurrido hacerpreguntas acerca de lo sucedido másallá de esas paredes. Habían caídotechos y tabiques; por todas parteshabía yeso, polvo, sangre y vómito.Cientos y cientos de pacientes morían,pero no había nadie que llevaralos cadáveres afuera. Parte delpersonal del hospital repartía galletasy bolas de arroz, pero el olor aosario era tan fuerte que muy pocosconservaban el apetito. Para las tresde la mañana siguiente, después dediecinueve horas seguidas dehorripilante trabajo, el doctorSasaki se sentía incapaz de trataruna herida más. Junto a otros sobrevivientesdel personal del hospital,el doctor Sasaki tomó unasesteras de paja y salió a la calle —en el patio y en la entrada habíamiles de pacientes y cientos demuertos—, le dio la vuelta al hospitaly se escondió donde pudieradormir un poco. Pero en menos deuna hora lo habían encontrado; uncírculo de reclamantes se formó alrededorde él: «¡Ayúdenos, doctor!Cómo puede echarse a dormir?». Eldoctor Sasaki se puso de pie y regresóal trabajo. Poco antes habíapensado por primera vez en su madre,que vivía en la casa de campode la familia en Mukaihara, a cuarentay ocho kilómetros de la ciudad.Él acostumbraba ir a casa cadanoche. Temió que su madre lo creyeramuerto.que las enfermeras sostenían. Eldoctor Sasaki no había echado entodo el día una sola mirada fueradel hospital; el espectáculo deadentro era tan terrible y tan urgenteque no se le había ocurridohacer ninguna pregunta acerca delo ocurrido más allá de esas paredes.Habían caído cielos rasos ytabiques; había yeso, polvo, sangrey vómitos por .todas partes. Lospacientes morían a cientos, pero nohabía nadie que llevase afuera suscuerpos. Algún empleado del hospitaldistribuyó galletas y bolas dearroz, pero el olor de los heridosera tan fuerte que muy pocos teníanhambre. Hacia las tres de lamadrugada siguiente, después dediecinueve horas de arduo trabajo,el doctor Sasaki se sintió incapazde vendar una sola herida más.El y otros sobrevivientes del personaldel hospital tomaron esterasy salieron —miles de pacientes ycientos de muertos yacían en el patioy en el camino —, se dirigieroncon rapidez a la parte posterior delhospital y se escondieron para poderdormir. Pero una hora después losheridos los encontraron; un quejosocírculo se formó alrededor de ellos:—¡Doctores! ¡Ayúdennos! ¿Cómopueden dormir?El doctor Sasaki se levantó yvolvió a trabajar. Por la mañanatemprano pensó por primera vezen su madre, que estaba en sucasa de Mukaihara, a treinta millasde la ciudad. Usualmente élvolvía a su casa todas las noches.Temió que la madre pensase quehabía muerto.Non loin de l’endroit, en amont de la 45rivière, où M. Tanimoto avait déposé lesprêtres, se trouvait une grande caissede gâteaux de riz qu’une équipe desauveteurs avait évidemment apportéeà (intention des blessés du voisinageimmédiat, mais avait oublié50de distribuer. Avant d’évacuer leurscollègues blessés, les autres prêtresfirent passer à l’entour les gâteauxet se servirent eux-mêmes. Quelques 55minutes plus tard, une troupe de soldatssurvint et un officier, entendantles prêtres s’exprimer dans une langueétrangère, tira le sabre et leurdemanda furieusement qui ils 60étaient. L’un d’eux parvint à le calmeren lui expliquant qu’il avait àfaire à des Allemands - à des alliés.L’officier s’excusa et ajouta que lebruit courait que des [105] parachutistesaméricains avaient pris pied65dans la région.NEAR THE spot upriver towhich Mr. Tanimoto had transportedthe priests, there sat alarge case of rice cakes which arescue party had evidentlybrought for the wounded lyingthereabouts but hadn’t distributed.Before evacuating thewounded priests, the otherspassed the cakes around andhelped themselves. A few minuteslater, a band of soldierscame up, and an officer, hearingthe priests speaking a foreignlanguage, drew his swordand hysterically asked whothey were. One of the priestscalmed him down and explainedthat they were Germans—allies.The officer apologizedand said that there were reportsgoing around that Americanparachutists had landed.Cerca del lugar al cualTanimoto llevó a los sace r d o t e s h a b í a u n a grancaja de pasteles de arroz, queevidentemente había sido traídapor un grupo de rescate peroque no se había distribuido [60]entre los heridos. Antes de evacuara los sacerdotes, los demásse repartieron los pasteles entreellos. Pocos minutos despuésse acercó un grupo de soldados,y uno de ellos, al escuchara los sacerdotes hablar unidioma extranjero, desenvainósu espada histéricamente y preguntóquiénes eran. Uno de lossacerdotes lo calmó y explicóque eran alemanes: es decir,aliados. El oficial se disculpó ydijo que tenían noticias de queparacaidistas norteamericanoshabían aterrizado.Cerca de donde el señorTanimoto había depositado a lossacerdotes, había un gran cajónde pasteles de arroz que evidentementealguna partida de salvamentohabía llevado para los heridosde los alrededores pero queno había distribuido. Antes detrasladar a los sacerdotes heridos,los otros se repartieron lospasteles y los comieron. Pocosminutos después llegó un batallónde soldados y un oficial, aloír a los padres que hablaban enuna lengua extranjera, sacó laespada y les preguntóhistéricamente quiénes eran. Unode los sacerdotes lo calmó y leexplicó que eran alemanes, o seaaliados. El oficial se excusó ydijo que circulaba el rumor deque habían bajado paracaidistasnorteamericanos.Les prêtres décidèrent de commencerThe priests decided that theyLos sacerdotes decidieron que lle-Los sacerdotes decidieron que7039

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