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Hersey, John ''Hiroshima''-Fr-En-Sp-Sp

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tr. de G. Belmont <strong>Hersey</strong>’s Hiroshima tr. de J. G. Vásquez tr. de A. T. Weylandimprovisée, à un bout dû champ, il yalla, réclama des gâteaux de riz et desbiscuits [112] qu’il ramena, au lieu demédecins, aux gens du parc.L’air, ce matin-là, était aussi brûlantque la veille. Le Père Kleinsorge se miten quête d’eau pour les blessés, arméd’une bouteille et d’une théière qu’il avaitempruntées. Il avait entendu dire qu’on 10pouvait trouver de l’eau de robinet, fraîche,à l’extérieur du parc Asano. Traversantle jardin en rocaille, il lui fallut escaladeret enjamber les troncs d’arbresgisants, ou ramper sous leur enchevêtrement; il s’aperçut qu’il était faible. Il y15avait de nombreux morts dans le jardin.Près d’un fort beau pont en demi-lune, ilpassa devant le corps nu d’une femme quivivait encore : elle semblait n’être qu’une 20brûlure, de la tête aux pieds, une seuleplaie vive, rouge. Près de l’entrée du parc,un major de l’armée était à l’oeuvre ; maisil n’avait pour tout médicament que de lateinture d’iode, dont il barbouillait, indifféremment,coupures, meurtrissures, brû-25lures visqueuses, n’importe quoi et déjàles plaies barbouillées [113] de la sortese recouvraient de puy. Hors de la grilledu parc, le Père Klainsorge dénicha un robinetqui fonctionnait encore - parmi la30plomberie de ce qui avait été une maison-remplit bouteille et théière et retournasur, ses pas. Ayant distribué toute son eauaux blessés, il fit un second voyage. Il se 35rendit compte cette fois que la femme nue,près du pont, était morte. Revenant avecsa nouvelle provision d’eau, il se perditpar la faute d’un détour que lui imposa letronc d’un arbre abattu. Alors qu’il cherchaità se retrouver parmi les bosquets, il40entendit une voix montant des broussailles,qui demandait : « Avez-vous quelquechose à boire ? » Il vit un uniforme.Croyant ne trouver là qu’un seul soldat, il 45s’approcha avec son eau. Lorsqu’il eut pénétrédans les broussailles, il vit qu’ilsétaient une vingtaine, tous exactementdans le même état de cauchemar : le visageentièrement brûlé, les orbites vides, 50les yeux fondus se répandant en humeursur les joues. (Ils avaient dû se tenir le visagelevé vers le ciel, lors de l’explosionde la bombe; peut-être faisaient-ils partiede la D. C. A.) <strong>En</strong> place de bouche, ils 55n’avaient qu’une plaie, enflée, couverte depus, si douloureuse qu’ils n’arrivaientmême [114] pas à entrouvrir les lèvrespour y insérer le bec de la théière. Ce quifit que le Père Kleinsorge, s’étant procuré 60une forte tige d’herbe, la dépouilla de façonà en faire un chalumeau et leur administraà tous ainsi à boire. L’un d’eux déclara: a Je n’y vois plus du tout. » Le religieuxlui répondit, de la voix la plus réconfortantequ’il put : « Il y a un major à65l’entrée du parc. Il est très occupé en cemoment, mais il ne tardera pas à venir voussoigner les yeux, j’espère ».570he went to it and begged some ricecakes and biscuits, and he tookthem back, in lieu of doctors, tothe people in the park.THE MORNING, again, was hot.Father Kleinsorge went to fetch waterfor the wounded in a bottle anda teapot he had borrowed. He hadheard that it was possible to getfresh tap water outside Asano Park.Going through the rock gardens, hehad to climb over and crawl underthe trunks of fallen pine trees; hefound he was weak. There weremany dead in the gardens. At abeautiful [67] moon bridge, hepassed a naked, living woman whoseemed to have been burned fromhead to toe and was red all over.Near the entrance to the park, anArmy doctor was working, but theonly medicine he had was iodine,which he painted over cuts, bruises,slimy burns, everything—and bynow everything that he painted hadpus on it. Outside the gate of thepark, Father Kleinsorge found afaucet that still worked—part of theplumbing of a vanished house—andhe filled his vessels and returned.When he had given the wounded thewater, he made a second trip. Thistime the woman by the bridge wasdead. On his way back with thewater, he got lost on a detouraround a fallen tree, and as helooked for his way through thewoods, he heard a voice ask fromthe underbrush, “Have you anythingto drink?” He saw a uniform.Thinking there was just one soldier,he approached with the water.When he had penetrated the bushes,he saw there were about twentymen, and they were all in exactlythe same nightmarish state: theirfaces were wholly burned, theireyesockets were hollow, the fluidfrom their melted eyes had rundown their cheeks. (They musthave had their faces upturnedwhen the bomb went off; perhapsthey were anti-aircraft personnel.)Their mouths were mere swollen,pus-covered wounds, which theycould not bear to stretch enough toadmit the spout of the teapot. SoFather Kleinsorge got a large pieceof grass and drew out the stem soas to make a straw, and gave themall water to drink that way. One[68] of them said, “I can’t see anything.”Father Kleinsorge answered,as cheerfully as he could,“There’s a doctor at the entrance tothe park. He’s busy now, but he’llcome soon and fix your eyes, Ihope.”43lado del campo, y fue a pedir pastelesde arroz y galletas, y los llevóal parque en vez de doctores.[64]De nuevo era una mañana caliente.El padre Kleinsorge fue a buscaragua para los heridos con una botellay una tetera que había tomadoprestadas. Había escuchado que eraposible conseguir agua fresca fueradel parque Asano. Al atravesar losjardines ____, tuvo que escalar porencima y gatear por debajo de los pinoscaídos; se sintió débil. Habíamuchos muertos en los jardines.Cerca de un hermoso puente de medialunaencontró a una mujer desnudaque parecía estar quemada de lacabeza a los pies, y todo su cuerpoestaba colorado. Un médico militarestaba trabajando cerca de la entradadel parque, pero no tenía más queyodo, y lo aplicaba sobre heridas,raspaduras, quemaduras pegajosas;y ahora todo lo que había cubiertocon yodo aparecía lleno de pus. Delotro lado de las puertas del parqueel padre Kleinsorge encontró un grifoque aún funcionaba —parte de latubería de una casa desaparecida—,llenó sus recipientes y regresó.Cuando hubo dado agua a los heridos,hizo un segundo viaje. Esta vezencontró a la mujer del puente muerta.Regresando con el agua se perdióen un desvío alrededor de un troncocaído, y al buscar el camino entre losárboles escuchó una voz que veníadesde los arbustos y le preguntaba:«¿Tiene algo de beber?».El padre Kleinsorge vio un uniforme.Pensando que se trataba de solamenteun soldado, se acercó conel agua. Cuando entró en los arbustosse dio cuenta de que había unosveinte hombres, todos en el mismoestado de pesadilla: sus caras completamentequemadas, las cuencasde sus ojos huecas, y el fluido de losojos derretidos resbalando por susmejillas. (Debieron de estar mirandohacia arriba cuando estalló labomba; tal vez fueran personalantiaéreo.) Sus bocas no eran másque heridas hinchadas y cubiertas depus, que no soportaban abrir lo necesariopara recibir el pico de la tetera.Así que el padre Kleinsorgetomó una gruesa hoja de hierba y lesacó el tallo para hacer una pajita,y en esa [65] forma les dio de beber.«No puedo ver», dijo uno deellos. El padre Kleinsorge repusotan alegremente como pudo: «Hayun doctor a la entrada del parque.Ahora está ocupado, pero prontovendrá, y sin duda podrá ocuparsede sus ojos».él y pidió algunos pasteles de arrozy bizcochos y se los llevó, en lugardel auxilio médico prometido, a lagente del parque.La mañana era cálida otra vez. Elpadre Kleinsorge fue a buscar aguapara los heridos en una botella y unatetera que había pedido prestadas.Había oído que era posible conseguiragua fresca fuera del parqueAsano. Atravesando los jardines rocosos,tuvo que saltar o arrastrarsepor debajo de los troncos de árbolescaídos; se dio cuenta de que estabadébil. Había muchos muertos en losjardines. <strong>En</strong> un bonito puente curvadose encontró con una mujerviva, desnuda, que parecía quemadade la cabeza a los pies, y que estabatoda roja. Cerca de la entrada delparque estaba trabajando un médicomilitar, pero la única medicina quetenía era iodina, con la que pintabalas cortaduras, los raspones, las heridassuperficiales, etcétera; y paraentonces, todo lo que pintaba estabacon pus. Fuera del portón del parqueel padre Kleinsorge encontróuna canilla que funcionaba —partede [77] la instalación de una casadesaparecida —, llenó sus trastos yregresó. Cuando hubo dado el aguaa los heridos hizo un segundo viaje.Esta vez, la mujer del puente estabamuerta. Cuando volvía con el aguase extravió al rodear un gran árbolcaído, y mientras buscaba su caminoentre los bosques oyó una vozque le preguntaba desde la maleza:—¿Tiene algo para beber?Vio un uniforme. Pensando quehabía allí solamente un soldado, seacercó con el agua. Cuando penetróentre los arbustos, distinguió a unaveintena de hombres, y todos estabanen idéntica condición, como salidosde una pesadilla: las caras totalmentequemadas, las cuencas vacías, y ellíquido de sus ojos derretidos les corríapor las mejillas. (Debían de habertenido las caras vueltas _______‘hacia arriba al estallar la bomba;quizá eran personal de defensaantiaérea.) Las bocas eran sólo heridascubiertas de pus, y no podíanabrirlas lo bastante para atrapar elpico de la tetera. De modo que el padreKleinsorge cortó una larga briznade hierba, le quitó el tallo parahacer con él un tubito, y les dio aguaen esa forma. Uno de ellos dijo:—No veo nada.El padre Kleinsorge respondió,lo más animosamente que pudo—Hay un médico a la entrada delparque. Ahora está ocupado, peropronto vendrá y les curará los ojos,espero.

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