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Hersey, John ''Hiroshima''-Fr-En-Sp-Sp

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tr. de G. Belmont <strong>Hersey</strong>’s Hiroshima tr. de J. G. Vásquez tr. de A. T. Weylandforme. »fine.”bien.»bien. [79]Le Père Kleinsorge se prit à avoir soif, Father Kleinsorge began to be <strong>En</strong> aquel calor terrible, el padredans la grande chaleur, en même temps thirsty in the dreadful heat, and he Kleinsorge comenzó a sentir sed, yqu’il ne se sentait plus la force de retourner5 did not feel strong enough to go no tenía ánimos para ir a buscarchercher de l’eau. Peu avant midi, il for water again. A little before agua de nuevo. Poco antes del me-aperçut une Japonaise qui tendait aux gens noon; he saw a Japanese woman diodía vio que una mujer japonesaquelque chose. Bientôt, elle arriva devant handing something out. Soon she came repartía algo. Pronto llegó a dondelui et dit, d’une voix pleine de bonté : « to him and said in a kindly voice, él estaba y le dijo con voz amable:Prenez ces feuilles de thé; mâchez-les bien, 10 “These are tea leaves. Chew «Son hojas de té. Mastíquelas,jeune homme, et vous ne sentirez plus la them, young man, and you joven, y se le pasará la sed».soif. » La douceur de cette femme donna won’t feel thirsty.” The La gentileza de la mujer hizo quesubitement au Père Kleinsorge envie de woman’s gentleness made Father al padre Kleinsorge le dieran ganaspleurer. Depuis des semaines, il avait senti Kleinsorge suddenly want to cry. de llorar. Durante semanas se habíapeser sur lui, comme un énorme poids, la 15 For weeks, he had been feeling oppressedsentido oprimido por el odiohaine que les Japonais semblaient professerby the hatred of foreigners que, cada vez más, los japonesesde [117] plus en plus pour les étrangers that the Japanese seemed increasinglymostraban hacia los extranjeros, e; il en avait conçu une gêne, même à l’égardto show, and he had been un-incluso en compañía de sus amigosde sec amis japonais. Le geste de cette inconnueeasy even with his Japanese japoneses se había sentido incómo-fit vibrer à l’extrême sec nerfs à vif 20 friends. This stranger’s gesture do. El gesto de la extraña lo hizoet tendus.made him a little hysterical. sentirse un poco nervioso.* palabras como estas palabras dan caracter humano y a la pertenencia de las cosas vinculadas a las personasAux environs de midi, les prêtres arrivèrentdu noviciat, avec la charretteà bras. Ils étaient passés par l’endroit 25où s’était tenue la mission, en ville, etavaient récupéré quelques valises, déposéesdans l’abri, avant l’explosion,en même temps que recueilli ce qui restaitdes vases saints, fondus parmi les 30cendres de la chapelle. Ils eurent tôtfait de charger sur la charrette la malletteen carton-pâte du Père Kleinsorgeet les effets et objets appartenant àMme Murata et aux Nakamura, puis 35s’apprêtèrent à se mettre en chemin,ayant installé à bord les deux fillettesNakamura. Mais un des jésuites, hommed’esprit pratique, se souvint qu’on leuravait notifié, peu de temps auparavant, 40qu’au cas où ils viendraient à subir desdommages de guerre du fait de l’ennemi,ils seraient en droit de formulerune demande de compensation auprès del’autorité préfectorale. Les saints hommesdébattirent la question sur place,45dans le parc, au milieu des blessés etdes morts, également muets, et décidèrent[118] que le Père Kleinsorge, enqualité d’ancien résident de la mission 50détruite, était celui à qui il appartenaitd’introduire la demande. <strong>En</strong> sorte que,pendant que ses collègues s’éloignaientavec la charrette, le Père Kleinsorge ditau revoir aux enfants Katakoa et se mit 55en route à pas pesants, à destination duposte de police le plus proche. Desagents de police immaculés, venus enrenfort d’une autre ville, occupaient leposte ; autour d’eux se pressait une 60foule sale de citoyens en désarroi, s’enquérant,pour la plupart, de parents disparus.Le Père Kleinsorge remplit uneformule et se remit en marche, à traversle centre de la ville, en direction de 65Nagatsuka. Ce fut à ce moment qu’il serendit compte pour la première fois del’étendue du désastre: de pâté en pâtéde maisons, ce n’étaient que ruines;70Around noon, the priests arrivedfrom the Novitiate with thehandcart. They had been to thesite of the [70] mission house inthe city and had retrieved somesuitcases that had been stored inthe air-raid shelter and had alsopicked up the remains of meltedholy vessels in the ashes of thechapel. They now packed FatherKleinsorge’s papier-mâché*suitcase and the things belongingto Mrs. Murata and theNakamuras into the cart, put thetwo Nakamura girls aboard, andprepared to start out. Then one ofthe Jesuits who had a practicalturn of mind remembered thatthey had been notified some timebefore that if they suffered propertydamage at the hands of theenemy, they could enter a claimfor compensation with the prefecturalpolice. The holy mendiscussed this matter there in thepark, with the wounded as silentas the dead around them, and decidedthat Father Kleinsorge, asa former resident of the destroyedmission, was the one toenter the claim. So, as the otherswent off with the handcart, FatherKleinsorge said goodbye tothe Kataoka children and trudgedto a police station. <strong>Fr</strong>esh,clean-uniformed policemen fromanother town were in charge, anda crowd of dirty and disarrayedcitizens crowded around them,mostly asking after lost relatives.Father Kleinsorge filled out aclaim form and started walkingthrough the center of the town onhis way to Nagatsuka. It was thenthat he first realized the extent ofthe damage; he passed block afterblock of ruins, and even after45Alrededor de las doce del díalos sacerdotes del noviciado llegaroncon la carretilla. Habían idoal terreno de la misión y recuperadoalgunas maletas que estabanguardadas en el refugio antiaéreo,y habían recogido también los restosde cálices derretidos de entrelas cenizas de la capilla. Ahoraapilaron sobre la carretilla la maleta___________ del padreKleinsorge, las pertenencias de laseñora Murata y las de losNakamuras, pusieron a las dos niñasNakamura encima y se prepararonpara partir. <strong>En</strong>tonces uno delos jesuitas, un hombre muy práctico,recordó que un tiempo atrásles habían notificado que si sufríandaños a la propiedad a manos delenemigo podían presentar una solicitudde compensación a la prefecturade policía. Los religiosos discutieron[67] el asunto allí mismo,en medio del silencio de los heridos,y decidieron que sería el padreKleinsorge, como antiguo residentede la misión destruida, quien presentaríala solicitud. Así que mientraslos demás se iban con la carretillael padre Kleinsorge se despidióde los niños Kataoka y empezóa caminar hacia una estación depolicía. Los policías que estaban acargo venían de otra ciudad, llevabanun uniforme impecable y teníanaspecto descansado. Una multitudde ciudadanos sucios y desesperadosse agolpaba a su alrededor, lamayoría preguntando por familiaresdesaparecidos. El padreKleinsorge llenó un formulario yempezó a caminar a través delcentro de la ciudad, haciaNagatsuka. <strong>En</strong>tonces se percatópor primera vez de la magnitud deldaño; pasaba junto a manzana trasEl padre Kleinsorge comenzó a sentirsed en medio del terrible calor, perono tenía fuerzas suficientes para ir denuevo en busca de agua. Un poco antesde mediodía, vio a una japonesa quedistribuía algo. Pronto estuvo junto aél, y le dijo, con una vocecita amable:—Estas son hojas de té. Mastíquelas,joven, le quitarán la sed.La gentileza de la mujer hizo queel padre Kleinsorge sintiese repentinamentedeseos de llorar. Durantesemanas había estado oprimidopor el odio a los extranjeros que losjaponeses parecían demostrar enforma creciente, y hasta se habíasentido incómodo con sus amigosjaponeses. El gesto de esta extranjeralo puso un poco histérico.Alrededor del mediodía llegaronlos sacerdotes del Noviciado con lacarreta. Habían estado en las minasde la misión en la ciudad rescatandoalgunos baúles escondidos en elrefugio antiaéreo; también habíanrecogido los restos de algunas hostiasconsagradas quemadas de entrelas cenizas de la capilla. Ahora colocaronen la carreta la maleta decartón del padre Kleinsorge, laspertenencias de la señora Murata, ya los Nakamura; pusieron a las dosniñas de Nakamura a bordo y seprepararon para partir. <strong>En</strong>tonces,uno de los jesuitas, que tenía unamentalidad práctica, recordó quealgún tiempo antes se les había notificadoque si sus bienes sufríandaño a manos del enemigo, podíanreclamar compensaciones ante laprefectura de policía. Los sacerdotesdiscutieron el asunto en el parque,teniendo a los heridos, silenciososcomo muertos, a su alrededor,y decidieron que el padreKleinsorge, como antiguo residentede la destruida misión, era el indicadopara presentar la reclamación.Así, mientras los otros se ibancon la carreta, el padre Kleinsorgedijo adiós a los niños Kataoka y seencaminó al puesto de [80] policía.Agentes nuevos, con uniformes limpios,provenientes de otra ciudad,estaban a cargo del puesto, y unamultitud de ciudadanos sucios ydesharrapados se agrupaba a su alrededor,la mayoría preguntandopor sus parientes desaparecidos. Elpadre Kleinsorge puso su reclamopor escrito y comenzó a caminarpor el centro de la ciudad con rumboa Nagatsuka. Fue entonces cuandose dio cuenta de la magnituddel daño; vio manzanas y manzanasen ruinas, y después de todo

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