La sociedad del espectáculo
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<strong>La</strong> <strong>sociedad</strong> <strong>del</strong> <strong>espectáculo</strong><br />
Guy Debord<br />
en aquel momento Paolo Salvadori fue a ver en sus despachos a los<br />
responsables de aquel desafuero, los golpeó y les escupió literalmente<br />
a la cara: pues tal es, naturalmente, la manera de actuar de<br />
los buenos traductores cuando encuentran a los malos. Esto es lo<br />
mismo que decir que la cuarta traducción italiana, hecha por Salvadori,<br />
es por fin excelente.<br />
Esta incompetencia extrema de tantas traducciones que, excepto<br />
las cuatro o cinco mejores, no me fueron presentadas, no quiere decir<br />
que este libro sea más difícil de entender que cualquier otro que<br />
jamás haya merecido realmente ser escrito. Ese tratamiento tampoco<br />
está reservado en particular a las obras subversivas, acaso porque en<br />
este caso los falsificadores por lo menos no hayan de temer que el<br />
autor los demande ante los tribunales, o porque las inepcias añadidas<br />
al texto puedan favorecer las veleidades refutatorias de los ideólogos<br />
burgueses o burocráticos. No se puede menos que constatar que la<br />
gran mayoría de las traducciones publicadas durante los últimos<br />
años, en cualquier país que sea, e incluso tratándose de clásicos,<br />
están pergeñadas de la misma forma. El trabajo intelectual asalariado<br />
tiende normalmente a seguir la ley de la producción industrial<br />
de la decadencia, conforme a la cual la ganancia <strong>del</strong> empresario<br />
depende de la rapidez de ejecución y de la mala calidad <strong>del</strong> material<br />
utilizado. Desde que esa producción tan resueltamente liberada de<br />
cualquier traza de miramientos para con el gusto <strong>del</strong> público ostenta<br />
en todo el espacio <strong>del</strong> mercado gracias a la concentración financiera<br />
y, por consiguiente, a un equipamiento tecnológico cada vez mejor,<br />
el monopolio de la presencia no cualitativa de la oferta, ha podido<br />
especular cada vez más descaradamente con la sumisión forzada de<br />
la demanda y con la pérdida <strong>del</strong> gusto, que es momentáneamente su<br />
consecuencia entre la masa de la clientela. Trátese de la vivienda,<br />
de la carne de vaca de criadero o de los frutos <strong>del</strong> espíritu ignorante<br />
de un traductor, la consideración que se impone soberanamente es<br />
que a partir de ahora se puede obtener muy rápidamente y a menor<br />
coste lo que antes requería un tiempo bastante largo de trabajo<br />
cualificado. Por lo demás, es cierto que los traductores tienen poco<br />
motivo para esforzarse por comprender el sentido de un libro y, sobre<br />
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