La sociedad del espectáculo
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<strong>La</strong> <strong>sociedad</strong> <strong>del</strong> <strong>espectáculo</strong><br />
Guy Debord<br />
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Esta contradicción que Bernstein, al ser el socialdemócrata más<br />
alejado de la ideología política y el más francamente adherido a la<br />
metodología de la ciencia burguesa, tuvo la honestidad de querer<br />
mostrar –y el movimiento reformista de los obreros ingleses lo<br />
había mostrado también al prescindir de la ideología revolucionaria–<br />
no debía sin embargo ser demostrada de modo terminante<br />
más que por el propio desarrollo histórico. Bernstein, por otra<br />
parte lleno de ilusiones, había negado que una crisis de la producción<br />
capitalista viniera milagrosamente a empujar hacia <strong>del</strong>ante a<br />
los socialistas que no querían heredar la revolución más que por<br />
esta consagración legítima. El momento de profundos trastornos<br />
sociales que surgió con la Primera Guerra Mundial, aunque fue<br />
fértil en toma de conciencia, demostró por dos veces que la jerarquía<br />
socialdemócrata no había educado revolucionariamente a los<br />
obreros alemanes, ni los había convertido en teóricos: la primera<br />
cuando la gran mayoría <strong>del</strong> partido se unió a la guerra imperialista,<br />
la segunda cuando, en el fracaso, aplastó a los revolucionarios<br />
espartaquistas. El exobrero Ebert creía todavía en el pecado, puesto<br />
que confesaba odiar la revolución “como al pecado”. Y este mismo<br />
dirigente se mostró buen precursor de la representación socialista<br />
que debía poco después oponerse como enemigo absoluto al proletariado<br />
de Rusia y de otros países, al formular el programa exacto de<br />
esta nueva alienación: “El socialismo quiere decir trabajar mucho”.<br />
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Lenin no ha sido, como pensador marxista, sino el kautskista<br />
fiel y consecuente que aplicaba la ideología revolucionaria de este<br />
“marxismo ortodoxo” en las condiciones rusas, condiciones que<br />
no permitían la práctica reformista que la II Internacional llevaba<br />
consigo en contrapartida. <strong>La</strong> dirección exterior <strong>del</strong> proletariado,<br />
actuando por medio de un partido clandestino disciplinado, sometido<br />
a los intelectuales convertidos en “revolucionarios profesionales”,<br />
constituye aquí una profesión que no quiere pactar con<br />
ninguna profesión dirigente de la <strong>sociedad</strong> capitalista (el régimen<br />
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