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ENTORNOS DIGITALES Y POLÍTICAS EDUCATIVAS

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cuyo símbolo es el mítico 1968 antes señalado. Fue entonces cuando<br />

aquellos cuerpos dóciles, obedientes, esforzados, reprimidos,<br />

confinados, trabajadores, disciplinados y útiles iniciaron su alegre<br />

conversión rumbo a los cuerpos voraces, ansiosos, flexibles, performáticos,<br />

hedonistas, narcisistas, hiperactivos, mutantes, consumidores,<br />

conectados y útiles de la actualidad.<br />

No es de ahora, por tanto, que el problema está ahí: la escuela<br />

tenía que ponerse en órbita y lo impostergable ya está sucediendo.<br />

En esa tentativa de actualización, se ha lanzado otra estrategia<br />

bastante audaz y generadora de incontables disputas: aquella que<br />

contempla los proyectos inicialmente conocidos como “una computadora<br />

por alumno”. Luego de algunos años de discusión y muchas<br />

dudas, se han ido implementando recientemente en varias<br />

regiones o en países enteros de América Latina, como el pionero<br />

Uruguay y, luego, la Argentina, mientras permanecían en discusión<br />

o con experiencias pilotos en otros países, entre los cuales el<br />

Brasil. Iniciativas como esas parten de la evidente constatación de<br />

un desfasaje, que podría resumirse así: mientras los alumnos de<br />

hoy en día viven fusionados a diversos dispositivos electrónicos y<br />

digitales, la escuela sigue tercamente arraigada a sus métodos y<br />

lenguajes analógicos, lo cual quizás explique por qué no se entienden<br />

del todo bien y las cosas ya no funcionan como se esperaría.<br />

Ante ese cuadro y esa hipótesis, casi todos concuerdan que tanto<br />

la institución educativa en general como el desprestigiado papel<br />

del maestro en particular deberían adaptarse a los tiempos de Internet,<br />

celulares y computadoras. Por eso, a pesar de las enormes<br />

inversiones de capital que demandan estos programas, equipar a<br />

los colegios y a sus habitantes con tecnología de punta parece ser<br />

el primer paso para intentar salvar tal brecha.<br />

Aunque sea oneroso y temerario, ese primer paso es el más<br />

fácil de dar. Porque la tan buscada adecuación entre la escuela y<br />

el mundo actual no debería limitarse a “usar las tecnologías como<br />

recursos didácticos” o “hacer de la telemática un instrumento para<br />

disminuir los costos y mejorar la enseñanza”, como advierte el investigador<br />

brasileño Alfredo Veiga Neto. Ese tipo de reduccionismo<br />

es muy habitual y suele revelar un apego a aquello que muchos<br />

consideran “la vieja y buena escuela moderna”, según la expresión

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