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contar eso. Porque no es lo mismo decir “homosexual” que<br />

decir “marica”. El libro está construido como un entretejido<br />

de dos lenguajes: el de mi infancia y el que adquirí después. El<br />

lenguaje de mi infancia y de mi familia es muy violento pero a<br />

la vez muy poderoso en su expresión. Yo tenía la impresión de<br />

que ese lenguaje de los pobres, de los excluidos, estaba excluido<br />

también de la literatura, como si la condición para que la<br />

literatura sea literatura fuera excluir ese tipo de lenguaje.<br />

–Por eso tal vez es difícil en la lectura acostumbrarse<br />

a esos dos mundos que chocan constantemente… Sí,<br />

totalmente. En mi próxima novela, Historia de la violencia, es<br />

mi hermana quien cuenta la historia. Por eso toda la novela<br />

está escrita en ese lenguaje. Porque si nosotros hacemos que<br />

un lenguaje se torne invisible, hacemos que la vida de quienes<br />

lo usan sea invisible. Y, en general, en la literatura sucede que<br />

es la burguesía la que escribe sobre la burguesía y siempre se<br />

habla del mismo mundo. Esa situación siempre me molestó,<br />

porque aunque la escritura sea muy buena siempre existe esa<br />

diferencia entre el lugar de donde venís y lo que decís.<br />

“La verdad es que la rebelión contra mis padres, contra la<br />

pobreza, contra mi clase social, su racismo, su violencia, sus<br />

atavismos, fue algo secundario. Porque, antes de que me alzara<br />

contra el mundo de mi infancia, el mundo de mi infancia se<br />

había alzado contra mí. Para mi familia y los demás, me había<br />

convertido en una fuente de vergüenza, incluso de repulsión.<br />

No tuve otra opción que la huida. Este libro es un intento de<br />

comprenderla.” Esta leyenda se encuentra en la contratapa del<br />

libro y también en una faja que lo envuelve, como si fuera necesario<br />

entender esto antes de sumergirse en la obra. Y aunque<br />

uno se conmueva con estos dichos del autor, no comprende,<br />

hasta el punto final de la novela, el enorme caudal de violencia<br />

que se puede encontrar en el lenguaje. Y tal vez hace falta más<br />

de una lectura para lograr un real entendimiento de cómo<br />

opera este no solo en el interior del relato, sino en el interior<br />

de ese pueblo al norte de Francia, de esa casa donde no había<br />

puertas y donde, sin embargo, no había forma de huida.<br />

–En la novela, los dos lenguajes no están separados por<br />

ningún punto, ni una coma, mientras que en su vida existía<br />

un distanciamiento muy grande entre el entorno y usted…<br />

Esos dos lenguajes en la misma frase lo que permiten ver<br />

es el choque. Cuando se habla de estilo en general se dice: “no<br />

hay que hablar como la masa”, pero es necesario mostrar ese<br />

choque porque mi madre dice: “yo no hablo como los burgueses”.<br />

Y, al mismo tiempo, para mí, existe una fluidez entre esos<br />

dos lenguajes, porque son los que yo hablo. El único reproche<br />

que me hicieron es que en toda la novela yo nunca pongo ese<br />

lenguaje popular en mi boca, sino en la boca de los demás.<br />

–Pero era para mostrar esa violencia que usted sentía<br />

en el entorno… Sí, claro, es verdad. Pero es verdad que es la<br />

lengua que yo hablaba también.<br />

–¿Cómo se hace para volverse culto en un mundo donde<br />

la cultura no existe en lo más mínimo? Fue una violencia<br />

de mi parte. Cuando escribí Para acabar con Eddy Bellegueule,<br />

momento en el que empecé a leer, volvía a mi casa, compraba<br />

Le monde y me sentaba en el sofá de mi casa a leerlo.<br />

Aunque yo no entendía mucho de lo que decía el diario, era<br />

una forma de rebelarme contra mis padres y Le monde era un<br />

símbolo de eso. Era algo bueno y liberador para mí pero muy<br />

violento para los otros.<br />

–¿Por qué “huida” y no “aceptación”? No quiero pedir<br />

consentimiento a los demás para que acepten lo que soy.<br />

Cuando le dije a mi mamá que era gay, me dijo: “Te acepto”,<br />

yo la detesté y le contesté: “Vos no me preguntaste si yo aceptaba<br />

tu heterosexualidad”. Para mí la aceptación es someterse<br />

al juicio de los otros y yo no quería eso.<br />

–Y en ese contexto, ¿qué significa la huida? La huida<br />

significa mucho. Sobre todo, porque gran parte de la literatura<br />

del siglo XX se concentra en la aceptación, el psicoanálisis,<br />

cómo organizar lo que se dice, toda la tradición sociológica de<br />

la reconciliación entre el individuo y lo colectivo. Yo creo que<br />

en el siglo XIX hay algo nuevo que es la huida, cómo huir. Eso<br />

yo lo veo en Chelsea Manning, Edward Snowden, o lo<br />

que yo hago con Eddy Bellegueule, la huida. No queremos reconciliarnos<br />

con un mundo del que no reconocemos sus reglas.<br />

Huir es crear otro mundo. No es someternos a un mundo que<br />

nos aprisiona, sino, justamente crear otro.<br />

–¿Qué recepción tuvo por parte del público este libro?<br />

Hubo recepciones muy distintas. Hay gente que leyó el libro<br />

como un libro sobre las clases sociales y la pobreza, otros lo<br />

han leído como una novela sobre la huida o el autoconstruirse,<br />

otros sobre la homosexualidad. En todos los casos fue un libro<br />

que le daba a la gente ganas de hablar. Me encontré con gente<br />

que me ha contado su vida, a veces hasta llorando. Y eso me<br />

puso muy contento porque hay tantos libros, tantas películas<br />

que hacen que la gente se calle, que hacer un libro que haga<br />

que la gente hable es algo muy satisfactorio.<br />

–¿Siente que cumplió con un objetivo, si es que había<br />

alguno en el momento de escribir el libro? Sí, totalmente,<br />

desde el principio tuve un objetivo claramente político.<br />

–¿Cómo se puede combatir la homofobia teniendo en<br />

cuenta que, a pesar de estar en el siglo XXI, existen<br />

lugares como el pueblo donde usted se crió, donde la<br />

homofobia es algo que esta naturalizado? El problema<br />

es que no vivimos todos en la misma época, depende del país,<br />

de la clase social, etc. Cuando yo era niño, no tenía Internet.<br />

Recién empecé a usarla a los 18 años. Cuando hablo con mi<br />

hermanito o mi hermanita, que tienen 17 años hoy, viven la<br />

misma vida que yo vivía, solo que la usan un poco más. Y a mí<br />

mismo me sorprende la regularidad con que las cosas se reproducen<br />

generación tras generación.<br />

–¿Internet logró que la relación con sus hermanos más<br />

chicos sea diferente de la relación que tenía con sus<br />

padres? Ellos no tienen la homofobia violenta de mis padres,<br />

no tienen el racismo de mis padres. De cualquier manera, creo<br />

que tenemos un discurso un poco encantado de Internet pero<br />

no es tan así. Porque lo que importa son los usos que le damos.<br />

Mis hermanos cuando usan internet no lo hacen para transformarse<br />

sino para confirmar y profundizar aún más eso que ya<br />

son. En parte, sí me relaciono distinto, en parte no, y es verdad<br />

que el mundo va cambiando.<br />

–Es notable su interés por las minorías, no solo por la<br />

homosexualidad, ya que en su segunda novela Historia<br />

de la violencia habla sobre los inmigrantes argelinos<br />

en Francia. ¿Qué son las minorías? Las minorías son los<br />

homosexuales como son los refugiados o los migrantes. En<br />

Para acabar con Eddy Bellegueule la homosexualidad no es<br />

ni siquiera un tema, porque yo no quiero decir nada sobre la<br />

homosexualidad, es solo un analizador social para entender<br />

el mundo en el que yo vivía. Hay una historiadora estadounidense,<br />

Joan Scott, que dice que el feminismo no tiene que<br />

servir solamente para interrogar acerca de las mujeres, sino<br />

para interrogar el mundo en general, las relaciones de poder, el<br />

capitalismo, el sistema. Lo que hace Para acabar con Eddy Bellegueule<br />

es más que hablar de la homosexualidad, es interrogar<br />

a la familia, poner en cuestión el sistema escolar, tratar de<br />

interrogar todo lo que estaba naturalizado en ese mundo. La<br />

homosexualidad plantea una distancia que permite una nueva<br />

mirada sobre el tema. Cuando se habla de las clases populares<br />

como hombres blancos heterosexuales es una mirada un poco<br />

falsa. A mí siempre me decían que las clases populares implicaban<br />

la solidaridad, la comunidad, pero en mi pueblo el 65% de<br />

las personas votan por el Frente Nacional, por Marine Le Pen,<br />

entonces, ¿de qué hablamos cuando hablamos de solidaridad?<br />

–¿De qué sirven las leyes como la el matrimonio<br />

igualitario, teniendo en cuenta que de todos modos la<br />

homofobia sigue existiendo y es muy fuerte? Creo que<br />

la ley comienza a cambiar las cosas un poco pero nada cambia<br />

definitivamente. Si me dicen que vamos a hacer la gran revolución,<br />

yo iría, pero mientras esperamos esa gran revolución<br />

hay que hacer cosas. En el agregado y la superposición de lo<br />

que podamos hacer está el cambio: escribir un libro, sancionar<br />

leyes, etc

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