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8<br />

Nota<br />

de tapa<br />

En el Átomo<br />

del Miedo<br />

POR Christian Kupchik<br />

Terror. Pavor, pánico, espanto, temor, horror. Miedo.<br />

Todas estas palabras podrían aparecer como sinónimos y,<br />

sin embargo, no todas tienen el mismo alcance y significado.<br />

Según el Diccionario de la Real Academia Española,<br />

el terror es un miedo muy intenso, mientras que el horror<br />

es un sentimiento intenso causado por algo espantoso<br />

pero de naturaleza reconocible (un asesino, un animal, un<br />

régimen). El horror también es una aversión profunda vinculada<br />

a un fenómeno paranormal (fantasmas, monstruos,<br />

figuras sobrenaturales, etc.). Estas categorías no siempre<br />

se pueden juzgar del mismo modo y en ocasiones, incluso,<br />

alteran su identidad.<br />

En verdad, en el átomo del terror, el espanto o el horror<br />

habita el miedo, una palabra de exclusiva utilización por<br />

parte del castellano, y de dominio portugués, que deriva<br />

del latín metus, de origen impreciso y sin vinculación alguna<br />

con otras expresiones indoeuropeas. No deja de resultar<br />

curioso que el miedo, como expresión, tenga su explicación<br />

en lo desconocido. Las otras lenguas romances apelan, en<br />

cambio, a la voz latina pavor (pavura en italiano, peur en<br />

francés, por en catalán) que implica emoción y agitación ante<br />

algo, pasmo, sobrecogimiento, pero muy en particular terror,<br />

espanto. Y otra particularidad: son todas voces femeninas.<br />

Siguiendo la huella etimológica, encontramos que terror proviene<br />

del verbo terreo, vinculado a tremo: temblar. Lo paradójico<br />

es que la presencia de esta sensación no solo conduce<br />

a la respuesta física que plantea su nombre, sino también a la<br />

opuesta: a menudo el miedo, que conlleva el terror, paraliza.<br />

El término excedió las capacidades individuales para extenderse<br />

como práctica social. Se conoce como El Terror al<br />

periodo de la Revolución Francesa comprendido entre 1793<br />

y 1794, durante el que los revolucionarios llevaron a cabo una<br />

fuerte represión contra sus opositores. Maximilien Robespierre,<br />

uno de los líderes de la revolución, aseguraba que<br />

el denominado Terror equivalía a una justicia rápida, severa<br />

e inflexible. Cabe destacar que el propio líder fue ejecutado<br />

sin proceso ni juicio. De dicha concepción política deriva el<br />

terrorismo de Estado, que tiene lugar cuando quienes ocupan<br />

el poder utilizan métodos represivos e inconstitucionales<br />

para disponer del control absoluto, creando un gobierno<br />

dictatorial. El escritor ruso Anatoly Rybakov (1911-1998)<br />

expuso en El Terror, segundo tomo de su trilogía sobre el<br />

régimen estalinista (los otros dos fueron Los hijos de Arbat y<br />

La arena pesada), un vívido retrato que describe la esencia<br />

del miedo: la misma perversión que lleva a culpar a otros de<br />

actos propios para desencadenar la persecución sobre ellos.<br />

En esa espiral de locura, el terror se apodera de todos. No<br />

hay más que culpables.<br />

Hablar del terror implica tener que pensar en el núcleo que<br />

lo constituye: la abyección. Ese elemento que asume diversos<br />

rostros –en ocasiones, incluso, los más inocentes– se ha<br />

extendido hasta observarlo de manera palmaria en nuestro<br />

interior. En Alien, el octavo pasajero (Ridley Scott, 1979),<br />

un paradigma del cine de terror, lo más importante no es la<br />

aparición del monstruo en todas sus facetas, desde el huevo<br />

hasta su desarrollo –aun cuando la técnica de la época y la<br />

maestría narrativa de Scott se encargan de conseguir un<br />

efecto realmente escalofriante sobre el espectador–, sino<br />

de aquello que precisamente no se ve: la posibilidad de que<br />

el monstruo habite dentro nuestro. Esta es la novedad que<br />

Alien hizo explícita.<br />

En este sentido, lo abyecto suele ser una amenaza latente<br />

que solo en algunas ocasiones emerge, desarmándonos.<br />

Julia Kristeva teorizó sobre el poder de lo abyecto en su<br />

libro Poderes de la perversión (Pouvoirs de l’horreur, 1980),<br />

obra compleja, quizá, porque se acerca al concepto como un<br />

objeto indefinible. El objeto (el monstruo, por caso) despierta<br />

el deseo de conocer su significado, mientras que lo abyecto se<br />

percibe como fuera de todo sentido.<br />

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