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Reinaldo Arenas, Nueva York, 1984<br />

Reinaldo Arenas y José Abreu.<br />

Miami Beach, 1981<br />

Arenas, Abreu, Miguel Correa, Roberto Valero<br />

y Reinaldo García Ramos. Princeton,<br />

Nueva Jersey, 1985<br />

Reinaldo Arenas y el autor.<br />

MoMA, Nueva York, 1982<br />

Adelanto<br />

exclusivo<br />

DESDE CUBA<br />

CON TERROR<br />

un termo de café por el que pelean los policías y me lanzo al<br />

mar. Me zambullo y nado desesperadamente y cuando saco la<br />

cabeza estoy frente a la base naval de Guantánamo. Miles de<br />

luminarias se elevan, verdes, rojas, una manada de caimanes<br />

hambrientos me persigue. Me disparan con ametralladoras.<br />

Me trepo a un árbol. Me abrazo al árbol”.<br />

Me habla de escribir otro S.O.S. para poner en claro lo<br />

que es verdaderamente la UNEAC. Pero no tuvo tiempo.<br />

Conversamos de su novela por escribir, la tercera de su pentagonía<br />

Celestino antes del alba, compuesta por El pozo, El<br />

palacio de las blanquísimas mofetas, El color del verano, Otra<br />

vez el mar y El asalto. No dejaba de hacer planes, en medio<br />

de aquella situación. Decía que iba a tener una casa desde la<br />

que se viera el mar para escribir en paz. Que si cualquiera de<br />

nuestros encuentros fuera el último, que no me preocupara<br />

por él, “que nos veríamos del otro lado”.<br />

Estábamos hablando desde Cuba, Primer Territorio Libre<br />

de América, según vocifera la radio mientras escribo. Arenas<br />

me habló, además, de otro proyecto que le interesaba mucho.<br />

Una trilogía compuesta por El mundo alucinante y otros dos<br />

libros basados en grandes figuras de la historia de América.<br />

Pensaba en Bolívar. Su intención era abarcar la historia<br />

de nuestro continente apoyándose en tres grandes hombres.<br />

Cosas estas que ya no hará. Palabras estas, ritmos estos, que<br />

ya no descubrirá. Cadencias estas que ya no serán. ¿Por qué?<br />

Pues porque en este país “totalmente libre” no se puede<br />

escribir ya ni en las cárceles; como hicieron los que ahora lo<br />

prohíben. Empezando por Fidel Castro. No se puede ser<br />

un artista honesto en este país y participar de la cultura oficial.<br />

Eso lo tengo muy claro. Lo único que queda es la fuga.<br />

Escapar de este infierno como sea, y salvar lo que se escriba.<br />

Eso es todo lo que nos depara el futuro. Con suerte. ¿Qué<br />

será de nosotros?, me pregunto en este momento sombrío.<br />

Triste, esperando lo peor, aplastados por la impunidad del<br />

poder. ¿Qué será de nosotros? Y otra pregunta: ¿pueden algo<br />

contra nosotros? Contra nosotros que, a pesar de estar acosados<br />

o presos, como es el caso de Reinaldo (y tantos otros),<br />

esperamos nuestro turno de la manera más natural posible,<br />

es decir, escribiendo. Que a pesar de todo nos paseamos por<br />

la playa bajo el cielo que espumea y por la arena vertiginosa<br />

que espejea al sol que nace. Qué pueden ellos si Rey, en<br />

medio de una situación espantosa, puede mantenerse sereno<br />

y sonreír. Qué pueden si mucho más completa es la dicha del<br />

perseguido. Ahora pienso: lo único que amó Arenas fue el<br />

oleaje, y ahí está el mar, intocable y perfecto.<br />

Entonces confío en que tiene razón: después de los gusanos<br />

y la ferocidad y la paz y lo cambiante, nos veremos del otro<br />

lado y nos estrecharemos las manos. Así será, sencillo, como<br />

todo lo duradero. Y a la sombra del mar que nos envuelva nos<br />

sentaremos a esperar las olas. (p. 55)<br />

No sé por qué me acuerdo hoy de los libros, los montones<br />

de libros de Rey apilados sobre una cama esperando que la<br />

madre los haga desaparecer dentro de las cajas de cartón.<br />

Ella siempre a punto de llorar, pero que nunca llora. No sé<br />

por qué me siento hoy tan seguro al pensar que los pueblos<br />

no existen, a no ser en las proclamas esclavizadoras y estupidizantes<br />

del dictador de turno. Existimos tú y yo y el otro de<br />

más allá, y aquel… pero eso de los pueblos…<br />

No sé por qué me acuerdo de la nueva Constitución Socialista,<br />

de la nueva farsa, de la legalización de la ilegalidad. Que<br />

todos aprobamos unánimemente.<br />

El mango frente a la casa ha echado todas las hojas nuevas,<br />

blandas. Comestibles. Es un buen mango. Da buenos frutos.<br />

Cumple sin aspavientos con su tarea de árbol. Comerse un<br />

mango es más importante que cualquier filosofía. (p. 205)<br />

78 79<br />

Por primera vez se publica en el país al escritor y pintor cubano JUAN ABREU, quien reside en Barcelona.<br />

Editores Argentinos acaba de lanzar A la sombra del mar. Jornadas cubanas con Reinaldo Arenas y anunció<br />

también la próxima publicación de Debajo de la mesa, sus memorias de los años que vivió en la isla (a la que<br />

él llama “la pavorosa”). El autor, junto con ARENAS, logró huir de Cuba con los primeros exiliados del Mariel.<br />

A continuación, reproducimos en exclusiva algunos fragmentos de este testimonio conmovedor y apasionante<br />

de dos vidas unidas por una profunda amistad, la literatura y la voluntad para sobrevivir y “vivir manifestándose”<br />

Pasan los días y nada sucede. La situación de Rey es desesperada.<br />

No es solamente el problema de que no lo atrapen.<br />

Están el hambre y el frío y el vivir a la intemperie. Y la<br />

soledad. Voy cada vez que puedo y pasamos horas conversando.<br />

Necesita compañía. Planeamos algunas tertulias, para<br />

animarnos. Rapiño en casa la poca comida que hay para<br />

llevarle, cuando se puede. Pero todo el mundo pasa hambre<br />

y tampoco hay dinero pues ganamos una miseria. De vez en<br />

cuando hacemos una colecta y le llevo algo para que pueda<br />

comprar en los quioscos del Parque.<br />

Conversamos. La historia de su fuga es prácticamente un<br />

capítulo de El mundo alucinante. Nos reímos de eso y me da<br />

su versión frayservandesca: “Salgo corriendo de la estación de<br />

policía en medio de una revuelta descomunal provocada por<br />

Día 30<br />

Cada día es más desagradable la existencia. No escribo nada<br />

y estoy extremadamente deprimido. Eso que nos dispersa no<br />

deja un instante de asediarme. Y tú allá en la prisión, y no se<br />

puede hacer nada. Creo que mi cuerpo se ha detenido. Hace<br />

semanas que lo siento. Las cosas pasan a mi lado y continúan.<br />

Entran en la muerte. Como en el poema de Pessoa.<br />

Sé que esta dictadura merece que la despreciemos, que<br />

escribamos contra ella, que seamos contra ella, que nos<br />

comportemos decentemente contra ella, que no nos convirtamos<br />

en mierdas, tal y como dice mi madre, por cuenta de<br />

ella. Pero hoy lo he visto muy claro: nuestro conflicto es con<br />

la muerte. (p. 207)

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