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VIDA SANTO DOMINGO GUZMÁN

Vida_de_Santo_Domingo_de_Guzman,_Fray_Enrique_Domingo_Lacordaire_OP

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encontró también a un bachiller sajón llamado Jordán. Era este un hombre ingenioso,<br />

elocuente, amable y amante de Dios. Nació en la diócesis de Paderborn, de la noble familia<br />

de condes de Eberstein, y su viaje a París obedecía a su deseo de beber en las fuentes de la<br />

ciencia divina. Instigado por Dios, que le destinaba a ser el primer sucesor de Domingo en el<br />

gobierno general de la Orden de Predicadores, se sentía atraído hacia el grande hombre, cuyo<br />

heredero debía ser un día; le describió las ardientes huellas que Jesucristo había impresionado<br />

en su corazón. Domingo, cuyo contacto era ordinariamente tan decisivo, no quiso precipitar<br />

los acontecimientos en esta alma predestinada; aconsejo al joven sajón ejercitarse en el yugo<br />

del Señor recibiendo la orden de diácono, y le dejó a merced de la inspiración del Cielo, en<br />

espera de la mano que debía recogerle cuando llegase a la madurez.<br />

Nada manifiesta mejor el atrevimiento y la rapidez del genio de Domingo como la<br />

acción ejercida por su corta estancia en el convento de Santiago. Desde hacía casi un año el<br />

trabajo incansable de muchos hombres de mérito había conseguido reunir treinta religiosos, y<br />

todo el esfuerzo de esta comunidad de naciente se enderezó aumentar su número, superando<br />

toda clase de dificultades. Al llegar Domingo dirigió su mirada hacia el pequeño rebaño<br />

francés y lo creyó suficiente para poblar toda Francia de Frailes Predicadores. Siguiendo sus<br />

órdenes, Pedro Cellani salió para Limoges; Felipe, para Reims; Guerrio, para Metz;<br />

Guillermo, para Poitiers, y algunos se destinaron a Orleans, con la misión de predicar en las<br />

ciudades y fundar conventos en ellas. Pedro Cellani objetó su ignorancia, la penuria de libros<br />

en que se hallaba; pero Domingo le contestó, con intrépida confianza en Dios: “Ve, hijo mío,<br />

ve sin temor; yo pensaré en ti dos veces cada día ante Dios; no tengas dudas. Tú atraerás<br />

muchas almas, recogerás muchos frutos, acrecerás y te multiplicarás, y el Señor será<br />

contigo.” (Bernard Guidonis: “Catálogo de los Generales de la Orden”.) Pedro Cellani<br />

relataba más tarde, en la intimidad, qué tantas veces como se había visto perturbado, tanto<br />

interior como exteriormente, se había serenado pensando en aquella promesa, invocando a<br />

Dios y a Domingo, y que siempre había salido vencedor.<br />

Domingo salió de París por la puerta de Borgoña. En Chatillon-sur-Seine volvió a la<br />

vida al sobrino de un eclesiástico en cuya casa estaba alojado. El niño cayó del piso alto y le<br />

recogieron medio muerto. Su tío dio una gran comida en honor del santo, y al ver Domingo<br />

que la madre del niño no comía porque tenía fiebre, le ofreció un poco de anguila que había<br />

bendecido, diciéndole comience por la virtud de Dios, y este remedio la curó inmediatamente.<br />

Después de esto el glorioso padre volvió a Italia, acompañado por un hermano<br />

converso llamado Juan; este hermano se sintió enfermo súbitamente al cruzar los Alpes<br />

lombardos, a causa del hambre, no pudiendo caminar ni aún levantarse del suelo. El piadoso<br />

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