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VIDA SANTO DOMINGO GUZMÁN

Vida_de_Santo_Domingo_de_Guzman,_Fray_Enrique_Domingo_Lacordaire_OP

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universidad de París, asistieron a la resurrección del joven Napoleón. El obispo rogó a<br />

Domingo inmediatamente le diese algunos religiosos para llevarlos él consigo a Polonia. El<br />

santo le objetó que no había ninguno que estuviese iniciado en la lengua y costumbres<br />

polacas y que si alguien de los suyos quisiera tomar el hábito, este sería el mejor medio para<br />

propagar la Orden en Polonia y los países del Norte. Jacinto y Ceslao se ofrecieron entonces<br />

espontáneamente. Se cree que eran hermanos; pero está fuera de dudas que pertenecían a la<br />

misma familia. Su corazón se parecía como se parecía su sangre. Consagrados a Jesucristo<br />

por el sacerdocio, honraron a su Maestro a los ojos de su patria, y la juventud en ellos no era<br />

sino una virtud más. Jacinto era canónigo de la iglesia de Cracovia; Ceslao, prefecto o<br />

preboste de la iglesia de Sandomira. Ambos tomaron el hábito juntos en la iglesia de Santa<br />

Sabina, juntamente con otros dos compañeros de viaje, conocidos en la historia de los<br />

dominicos con los nombres de Enrique de Moravia y Hermán de Teutona. Polonia y<br />

Alemania, únicos países de Europa que no habían dado aún hijos a la Orden de Predicadores,<br />

le aportaron atendía su tributo sobre esta colina misteriosa que los romanos no habían<br />

comprendido en su sagrado recinto, y cuyo nombre significa “mansión de pájaros”.<br />

(“Dirarum nidis domus opportuna volucrum.” Virg. Aen., lib. VIII.)<br />

¡Cuán grandes y sencillos son los caminos de Dios! Ugolino Conti de Italia e Yvo<br />

Odrowaz de Polonia se encontraron en la universidad de París. Allí pasaron juntos algunos<br />

días de su juventud; luego, el tiempo, que confirma o rompe la amistad lo mismo que todas<br />

las cosas, puso entre sus corazones un abismo de más de cuarenta años. Yvo, elevado al<br />

episcopado, se vio obligado a ir a Roma, y en ella encontró al purpurado amigo de pasados<br />

años. El cardenal condujo un día a su amigo a la iglesia de San Sixto para darle a conocer a<br />

un hombre cuyo nombre no había oído nunca, y aquel mismo día la virtud de aquel hombre se<br />

manifestó de improviso por el acto más elevado del poder, por un acto de soberanía sobre la<br />

vida y sobre la muerte. Yvo, subyugado, pide a Domingo alguno de sus compañeros, sin<br />

saber que en tiempo pasado había ido a París para procurar a Domingo algunos de sus<br />

compañeros, y que ahora venía a Roma trayéndole cuatro nobles jóvenes del septentrión,<br />

predestinados por Dios para sembrar conventos de Predicadores en Alemania, Polonia, Prusia<br />

y hasta en el corazón de Rusia.<br />

Jacinto y sus acompañantes estuvieron poco tiempo en Santa Sabina. En cuanto<br />

estuvieron suficientemente instruidos sobre las reglas de la Orden, marcharon con el obispo<br />

de Cracovia. Al pasar por Friesach, ciudad de la antigua Nórica, situada entre el Drave y el<br />

Muhr, viéronse impulsados por el Espíritu Santo a anunciar en aquella comarca la palabra de<br />

Dios. Su predicación cambio aquel país de punta a cabo. Animados por el éxito, tuvieron la<br />

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