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VIDA SANTO DOMINGO GUZMÁN

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a la Iglesia por la Iglesia. Declaró que la verdadera Esposa de Jesucristo había sufrido un<br />

desfallecimiento en tiempos de Constantino aceptando el veneno de los bienes temporales;<br />

que la Iglesia Romana era la gran prostituta descrita en el Apocalipsis, la madre y la señora<br />

de todos los errores; que los prelados eran escribas y los religiosos fariseos; que el Pontífice<br />

romano y todos los obispos eran homicidas; que el clero no debía poseer diezmos ni tierras;<br />

que era un pecado dotar a las iglesias y a los conventos, y que todos los clérigos debían<br />

ganarse la vida por medio del trabajo de sus brazos, imitando el ejemplo de los Apóstoles; en<br />

fin, creyó que él, Pedro Valdo, venía a restablecer sobre sus primitivos cimientos la verdadera<br />

sociedad de los hijos de Dios. Dejo aparte los errores secundarios que necesariamente tenían<br />

que desprenderse de los primeros. Toda la fuerza de los valdenses residía en su ataque directo<br />

contra la Iglesia y en el contraste real o aparente de sus costumbres con las costumbres mal<br />

reguladas del clero de su época. Arnoldo de Brescia, muerto en Roma en la hoguera, fue su<br />

precursor. Fue éste un hombre cuya personalidad resalta mucho más en la Historia que la de<br />

Pedro Valdo; pero este último gozó de la ventaja de nacer más tarde, cuando el escándalo<br />

estaba ya maduro, y por ello tuvo un éxito muy alarmante. Fue el verdadero patriarca de las<br />

herejías occidentales, dándoles uno de los grandes caracteres que las distinguen de las<br />

herejías griegas; me refiero al carácter más práctico que metafísico.<br />

A favor de las mismas circunstancias que protegían a los valdenses, se introdujo en<br />

Alemania una herejía de orden oriental, que también hizo su entrada en Italia y vino a asentar<br />

su campo principal en el Mediodía de Francia. Esta herejía, combatida siempre y siempre<br />

viva, remontaba su origen a fines del siglo III. Se formó en las fronteras de Persia y el<br />

Imperio romano por la mezcla de las ideas cristianas con la vieja doctrina persa, que atribuía<br />

el misterio de este mundo a la lucha entre dos principios coeternos, uno de ellos bueno y el<br />

otro malo. Esta clase de alianzas entre religiones y filosofías diversas era muy común en<br />

aquellos tiempos: es la tendencia de las inteligencias débiles a querer unir lo que es<br />

incompatible. Un persa llamado Manés dio su última forma a la mezcla monstruosa de que<br />

hablamos. Menos afortunado que los demás heresiarcas, su secta no logró llegar nunca al<br />

estado de sociedad pública, es decir, a tener templos, un sacerdocio y un pueblo reconocidos.<br />

Las leyes de los emperadores, apoyadas por la opinión, la perseguían con infatigable<br />

perseverancia, y esto fue precisamente lo que prolongó su vida. El estado de sociedad pública<br />

es una prueba que el error no puede soportar nunca más que durante corto tiempo, y este<br />

tiempo es tanto más corto cuanto el error reposa sobre cimientos más contradictorios y<br />

acarrea consecuencias más inmorales. Los Maniqueos, rechazados a la luz del sol, tuvieron<br />

que refugiarse en las tinieblas; formaron una sociedad secreta, único estado que permite al<br />

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