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VIDA SANTO DOMINGO GUZMÁN

Vida_de_Santo_Domingo_de_Guzman,_Fray_Enrique_Domingo_Lacordaire_OP

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jerarquía de las que puede disponer por ser cosas suyas. Nació en España, fuera del país que<br />

debía ser teatro de su apostolado, porque uno de los mayores sacrificios del apóstol es<br />

abandonar su patria para llevar la luz a otras naciones de las cuales ignora hasta el idioma.<br />

Pasó en el seno de una Universidad los diez primeros años de su juventud, con objeto de<br />

adquirir en ella la ciencia necesaria para las funciones evangélicas y transmitir su estimación<br />

y la cultura de su Orden. Durante nueve años más se amoldó a las prácticas de la vida en<br />

comunidad, con objeto de conocer sus recursos, sus dificultades y sus virtudes, y poder<br />

imponer un día a sus hermanos el yugo que durante tan largo tiempo había soportado. Ya en<br />

la cuna, Dios le había concedido el instinto y la gracia de la sujeción de su cuerpo a una vida<br />

dura; pues, lo mismo que el Apóstol, soporta la fatiga de los viajes, el calor, el frío, el<br />

hambre, la prisión, los azotes, la miseria; ¿Y cómo podría él sufrir todo esto si desde la<br />

primera hora no hubiese sometido su cuerpo al más rudo de los aprendizajes? También le<br />

concedió Dios un gusto precoz y ardiente por la oración, pues la oración es un acto<br />

potentísimo que pone a disposición del hombre las fuerzas celestes. El Cielo es inaccesible a<br />

la violencia; la oración hace que descienda hasta nosotros. Pero, ante todo y por encima de<br />

todo, Domingo recibió el don sin el cual nada son los otros dones: el don inmenso de la<br />

caridad, que le instaba perentoriamente día y noche a la abnegación en favor de sus<br />

hermanos, y le hacía sensible hasta el punto de verter lágrimas apenado por las aflicciones<br />

que les aquejaban. Por fin Dios le envió, para iniciarle en los misterios de su siglo, un hombre<br />

de fuerte temple, que fue su amigo, su obispo y, como veremos más adelante, su introductor<br />

en Francia y en Roma. Estos hechos, poco numerosos, pero continuos y profundos, se<br />

entrelazan lentamente en un cielo de treinta y cuatro años, y Domingo, formado por todos<br />

ellos, llega inmaculado a la más bella virilidad que pudiera desear un hombre que conozca a<br />

Dios.<br />

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