04.03.2017 Views

VIDA SANTO DOMINGO GUZMÁN

Vida_de_Santo_Domingo_de_Guzman,_Fray_Enrique_Domingo_Lacordaire_OP

Vida_de_Santo_Domingo_de_Guzman,_Fray_Enrique_Domingo_Lacordaire_OP

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Acudieron a socorrerle; el bienaventurado Domingo se levantó, le roció con agua bendita; y<br />

dejándole en brazos de otros, corrió hacia el lugar en donde yacía el cuerpo del joven<br />

horriblemente destrozado. Ordenó le transportasen a una habitación separada y que le<br />

encerrasen en ella. Luego dijo a fray Tancredo y a los demás padres que lo preparasen todo<br />

para la misa. El bienaventurado Domingo, los cardenales, los religiosos, la abadesa y las<br />

religiosas se dirigieron, pues, al lugar en donde estaba el altar, y el bienaventurado Domingo<br />

celebró con gran abundancia de lágrimas. Pero cuando llegó a la elevación del cuerpo del<br />

Señor, teniéndolo en alto en sus manos, según la costumbre, se le vio elevarse de la tierra a<br />

un codo de altura; al verle fueron todos presa de gran estupor. Terminada la misa, volvió a<br />

ver el cuerpo del difunto, acompañado de los cardenales, la abadesa, las religiosas y todos<br />

cuando se encontraban en la iglesia, y cuando llegó a su lado arregló sus miembros, uno tras<br />

otro, con su santas manos; luego se prosternó en tierra, orando y llorando. Tres veces tocó la<br />

cara y los miembros del difunto para colocarlos en su lugar, y tres veces se prosternó. Cuando<br />

se levantó por tercera vez, hizo la señal de la cruz sobre el muerto; y estando en pie al lado de<br />

su cabeza, con las manos tendidas hacia el cielo, elevó su cuerpo de la tierra más de un codo,<br />

exclamando en altavoz: “¡Oh joven Napoleón! te digo en nombre de Nuestro Señor Jesucristo<br />

que te levantes!” inmediatamente a la vista de todos cuantos había atraído tan sorprendente<br />

espectáculo, el joven se levantó sano y salvo, y dijo al bienaventurado Domingo: “Padre,<br />

dadme de comer.” el bienaventurado Domingo le dio de comer y de beber, y le devolvió<br />

gozoso y sin ninguna señal de herida a su tío el cardenal.” (Relato de sor Cecilia, n. 2.)<br />

Cuatro días después, el primer Domingo de Cuaresma, las religiosas de Santa María<br />

del Tíber, otras religiosas del monasterio de Santa Bibiana y de diversos conventos y algunas<br />

mujeres del pueblo, entraron en san Sixto, en donde santo Domingo les dio el hábito de la<br />

Orden. Entre todas eran cuarenta y cuatro. Había entre ellas una hermana de Santa María del<br />

Tíber. A ella le debemos los principales rasgos de la vida del santo patriarca en aquella época.<br />

Ella nos los ha conservado en una memoria escrita que dictó, la cual es una obra maestra de<br />

narración sencilla y verídica.<br />

La noche del mismo día en que las religiosas entraron en san Sixto, fue transferida a<br />

este lugar la imagen de Santa María del Tíber. La trasladaron de noche, porque los romanos<br />

se oponían a este cambio. Domingo, acompañado por los cardenales Esteban y Nicolás,<br />

precedido y seguido por mucha gente que llevaba velas, conducía la imagen sobre sus<br />

hombros. Todos iban descalzos. Las religiosas, descalzas y rezando, esperaban la imagen en<br />

San Sixto en cuya iglesia se instaló felizmente.<br />

94

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!