VIDA SANTO DOMINGO GUZMÁN
Vida_de_Santo_Domingo_de_Guzman,_Fray_Enrique_Domingo_Lacordaire_OP
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parecían suficientes para conservar Prouille y Tolosa, Para ocupar Roma, París, Bolonia y<br />
España. No se limitaban a eso sus proyectos: aspiraba, como hemos visto, a evangelizar a los<br />
infieles de ultramar y ya dejaba crecer su barba a la manera de los orientales con objeto de<br />
estar presto al primer viento favorable. Por efecto de la misma previsión, deseaba que sus<br />
religiosos eligiesen canónicamente uno de entre ellos para que ocupase el lugar que él dejara<br />
al marchar. Habiéndolo regulado todo de esta manera en su pensamiento, y después de gozar<br />
durante algún tiempo de la vida en comunidad con todos los suyos, los convocó en el<br />
monasterio de Prouille para el día de la Asunción, que estaba próximo.<br />
Aquel día una numerosa concurrencia de gente se acumulaba a las puertas de la<br />
iglesia de Prouille. Una parte de ellos había sido atraída por la antigua devoción a aquel<br />
lugar; otra parte la había conducido allí la curiosidad; el afecto y la abnegación había llevado<br />
hasta allí a los obispos, a los caballeros y al conde de Montfort. Domingo ofreció el santo<br />
Sacrificio en aquel altar, que con tanta frecuencia había sido testigo de sus lágrimas secretas;<br />
recibió los votos solemnes de sus hermanos, que hasta entonces no le habían sido afectos sino<br />
por la constancia de su corazón, o que únicamente habían hecho los votos sencillos, y al final<br />
del discurso que les dirigió volviéndose hacia la gente, le habló en estos términos: “Desde<br />
hace muchos años os exhorto inútilmente con dulzura, predicándoos, orando y llorando; pero,<br />
según el proverbio de mi país, donde la bendición nada puede, algo podrá hacer el palo. Por<br />
eso excitaremos contra vosotros a los príncipes y a los prelados, quienes, desgraciadamente,<br />
armarán contra esta tierra a las naciones y los reinos, y muchos perecerán por la espada; las<br />
tierras serán devastadas, las murallas derribadas, y todos vosotros quedaréis reducidos, ¡oh<br />
dolor!, a la esclavitud. De esta manera alcanzará el castigo lo que no ha podido alcanzar la<br />
bendición y la dulzura.” (“Manuscrito de Prouille”, que figuró entre los documentos del<br />
convento de Tolosa, por el padre Percín, pág. 20, n. 47.) Esta despedida de Domingo, dirigida<br />
a la tierra ingrata que había regado durante doce años con sus sudores, parecía un testamento<br />
adecuado contra aquellos que un día debían profanar su memoria. Fija para siempre el<br />
carácter de su apostolado, cuya eficacia había consistido por completo en “la dulzura de la<br />
predicación, la oración y las lágrimas.” La amenaza profética que contienen estas palabras<br />
recuerda por su acento esta célebre lamentación: “¡Ah, Si también tú conocieses, a lo menos<br />
en este tu día, lo que toca a tu paz! Mas ahora está encubierto a tus ojos. Porque vendrán días<br />
sobre ti en que tus enemigos te acercarán con baluarte, y te pondrán cerco, y de todas partes<br />
te pondrán en estrecho. Y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán sobre ti<br />
piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.” (San Lucas, XIX, 42,<br />
43, 44,) Domingo no dice que excite personalmente a los príncipes y a los prelados; pero no<br />
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