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MARIA - Jorge Isaacs

La historia de amor de Maria y su primo Efrain, que trancurre en los paisajes de El Cerrito, Valle de Cauca, y en el que los protagonistas luchan por mantener su amor en medio de la enfermedad y la distancia. Efraín y María están juntos durante tres meses, al cabo de los cuales el joven debe viajar a Londres para completar su educación. Cuando regresa, dos años después, descubre que María ha muerto. Efraín no encuentra consuelo, y parte, sin saber muy bien a dónde. La novela, la única que alcanzó a publicar Isaacs, se destaca por darle gran importancia a la descripción del paisaje, así como por la calidad artística de su prosa. La novela objeto de estudio, más que una novela, es un poema en prosa o una novela escrita en una prosa plenamente poética; muestra intrínsecamente que no se trata solo de retórica metafórica cuando Felde la ha clasificado como «la flor más pura e inmarcesible del romanticismo hispanoamericano; sin historia, sin política, sin filosofías; sin nada más que el simple patetismo del sentimiento y la pintura simple de la naturaleza y del ambiente humano; la esencia de su estilo».

La historia de amor de Maria y su primo Efrain, que trancurre en los paisajes de El Cerrito, Valle de Cauca, y en el que los protagonistas luchan por mantener su amor en medio de la enfermedad y la distancia.
Efraín y María están juntos durante tres meses, al cabo de los cuales el joven debe viajar a Londres para completar su educación. Cuando regresa, dos años después, descubre que María ha muerto. Efraín no encuentra consuelo, y parte, sin saber muy bien a dónde.
La novela, la única que alcanzó a publicar Isaacs, se destaca por darle gran importancia a la descripción del paisaje, así como por la calidad artística de su prosa.
La novela objeto de estudio, más que una novela, es un poema en prosa o una novela escrita en una prosa plenamente poética; muestra intrínsecamente que no se trata solo de retórica metafórica cuando Felde la ha clasificado como «la flor más pura e inmarcesible del romanticismo hispanoamericano; sin historia, sin política, sin filosofías; sin nada más que el simple patetismo del sentimiento y la pintura simple de la naturaleza y del ambiente humano; la esencia de su estilo».

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sido uno de ellos la esclava favorita del Rey. Los Achimis le habían dado una caravana<br />

y víveres para que se dirigiese a la costa con el único de sus compañeros que sobrevivía;<br />

pero sorprendidos en el viaje por una partida enemiga, unos de sus guardianes los<br />

abandonaron y otros fueron muertos; contentándose los vencedores con dejar sin guías<br />

en el desierto a los sacerdotes, temerosos quizá de que los vencidos volviesen a la pelea.<br />

Muchos días viajaron sin otra guía que el Sol y sin más alimento que las frutas que<br />

hallaban en los oasis, y así habían llegado a la ribera del Gambia, donde, devorado por<br />

la fiebre, acababa de expirar el joven cuando los pescadores los encontraron.<br />

Magmahú y Sinar llevaron al sacerdote a presencia del jefe de los Kombu-Manez, y el<br />

segundo le dijo:<br />

—He aquí un extranjero que te suplica le permitas enterrar en tus dominios el cadáver<br />

de su hermano, y tomar descanso para poder continuar viaje a su país: en cambio, te<br />

promete curar a tu hijo.<br />

Aquella noche, Sinar y dos esclavos suyos ayudaron al misionero a sepultar el cadáver.<br />

Arrodillado el anciano al borde de la huesa que los esclavos iban colmando, entonó un<br />

canto profundamente triste, y la Luna hacía brillar en la blanca barba del ministro<br />

lágrimas que rodaban a humedecer la tierra extranjera que le ocultaba al denodado<br />

amigo.<br />

XLI<br />

Poco menos de dos semanas habían pasado desde la llegada del sacerdote francés al país<br />

de los Kombu—Manez. Sea porque solamente Sinar podía entenderle, o porque gustase<br />

éste del trato del europeo, daban juntos diariamente largos paseos, de los cuales notó<br />

Nay que su amante regresaba preocupado y melancólico. Supúsose ella que las noticias<br />

que daba a Sinar de su país el extranjero, debían de ser tristes; pero más tarde creyó<br />

acertar mejor con la causa de aquella melancolía, imaginando que los recuerdos de la<br />

patria, avivados por la relación del sacerdote, hacían desear nuevamente al hijo de<br />

Orsué el verse en su suelo natal. Mas como la amorosa ternura de Sinar para con ella<br />

aumentaba en vez de disminuir, procuró aprovechar una ocasión oportuna para confiarle<br />

sus zozobras.<br />

Apagábase una tarde calurosa, y Sinar sentado en la ribera, parecía dominado por la<br />

tristeza que en los pasados días de su esclavitud tanto había enternecido a Nay. Esta lo<br />

divisó y se acercó a él con silenciosos pasos. Con la corta y pulcra falda de carmesí<br />

salpicada de estrellas de plata; el amplio chal color de cielo, que después de ocultarle el<br />

seno, cruzándolo, pendía de la cintura; turbante rojo prendido con agujas de oro, y<br />

collares y pulsera de ágata, debía estar más seductiva que nunca. Sentóse al lado de su<br />

amado; mas él continuaba meditabundo. Al fin le dijo ella:<br />

—Nunca creí que al acercarse la hora antes tan deseada por ti en que mi padre debe<br />

hacerme tu esposa, hubieras de estar como te veo. ¿Te ama él ya menos que antes? ¿Soy<br />

acaso menos tierna contigo, o no te parezco tan bella como el día en que merecí me<br />

confesaras tu amor?<br />

Sinar, fijos los ojos en las fugitivas ondas del Gambia, parecía no haber oído. Nay lo<br />

contempló en silencio unos momentos con los ojos cuajados de lágrimas, y su pecho

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