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MARIA - Jorge Isaacs

La historia de amor de Maria y su primo Efrain, que trancurre en los paisajes de El Cerrito, Valle de Cauca, y en el que los protagonistas luchan por mantener su amor en medio de la enfermedad y la distancia. Efraín y María están juntos durante tres meses, al cabo de los cuales el joven debe viajar a Londres para completar su educación. Cuando regresa, dos años después, descubre que María ha muerto. Efraín no encuentra consuelo, y parte, sin saber muy bien a dónde. La novela, la única que alcanzó a publicar Isaacs, se destaca por darle gran importancia a la descripción del paisaje, así como por la calidad artística de su prosa. La novela objeto de estudio, más que una novela, es un poema en prosa o una novela escrita en una prosa plenamente poética; muestra intrínsecamente que no se trata solo de retórica metafórica cuando Felde la ha clasificado como «la flor más pura e inmarcesible del romanticismo hispanoamericano; sin historia, sin política, sin filosofías; sin nada más que el simple patetismo del sentimiento y la pintura simple de la naturaleza y del ambiente humano; la esencia de su estilo».

La historia de amor de Maria y su primo Efrain, que trancurre en los paisajes de El Cerrito, Valle de Cauca, y en el que los protagonistas luchan por mantener su amor en medio de la enfermedad y la distancia.
Efraín y María están juntos durante tres meses, al cabo de los cuales el joven debe viajar a Londres para completar su educación. Cuando regresa, dos años después, descubre que María ha muerto. Efraín no encuentra consuelo, y parte, sin saber muy bien a dónde.
La novela, la única que alcanzó a publicar Isaacs, se destaca por darle gran importancia a la descripción del paisaje, así como por la calidad artística de su prosa.
La novela objeto de estudio, más que una novela, es un poema en prosa o una novela escrita en una prosa plenamente poética; muestra intrínsecamente que no se trata solo de retórica metafórica cuando Felde la ha clasificado como «la flor más pura e inmarcesible del romanticismo hispanoamericano; sin historia, sin política, sin filosofías; sin nada más que el simple patetismo del sentimiento y la pintura simple de la naturaleza y del ambiente humano; la esencia de su estilo».

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lo que se gasta; y esos garosos de guardas, tras del sacatín que se las pelan... Qué le<br />

cuento: le compré al amo don Jerónimo el rastrojo aquel del gaudualito; pero ¡qué<br />

hombre tan tirano! ¡Cuatrocientos patacones y diez ternerotes de aparta me sacó!<br />

—¿Y de dónde salieron los cuatrocientos? ¿Del jabón?<br />

—¡Ah! Usté para temático, compadre. Si rompimos hasta la alcancía de Salomé para<br />

poder pagarle.<br />

—¿Y Salomé sigue tan trabajadora como antes?<br />

—Y si no, ¿dónde le diera el agua? Labra tiras de lomillo que es lo que hay que ver, y<br />

ayuda en todo: al fin hija de su mamá. Pero si le digo que esa muchacha me tiene<br />

zurumbático, no le miento.<br />

—¿Salomé? Ella tan formalita, tan recatada...<br />

—Ella, compadre; así tan pacatica como la ve.<br />

—¿Qué sucede?<br />

—Usté es caballero de veras y mi amigo, y se lo voy a contar, en vez de írselo a decir al<br />

señor cura de la Parroquia, que yo creo que de puro santo no tiene ni malicia y se le<br />

pasea el alma por el cuerpo. Pero aguárdese y paso yo primero este zanjón, porque para<br />

no embarrarse en él, se necesita baquía.<br />

Y volviéndose al bobo, que venía durmiéndose entre los plátanos:<br />

—Ve el camino, tembo, porque si se atolla la yegua, con gusto pierdo los guangos por<br />

dejarte ahí.<br />

El cotudo rió estúpidamente y dio por respuesta algunos rezongones inarticulados. Mi<br />

compadre continuó:<br />

—¿Usté si conoce a Tiburcio, el mulatico que crió el difunto Murcia?<br />

—¿No es el que se quería casar con Salomé?<br />

—Allá llegaremos.<br />

—No sé quién lo crió. Pero vaya si lo conozco: lo he visto en casa de usted y en la de<br />

José, y aun hemos cazado algunas veces juntos: es un guapo mozo.<br />

—Ahí donde lo ve, no le faltan ocho buenas vacas, su punta de puercos, su estancita y<br />

dos buenas yeguas de silla. Porque ñor Murcia, aunque vivía renegando que daba<br />

miedo, era un buen hombre, y le dejó todo eso al muchacho. El es hijo de una mulata<br />

que le costó al viejo una rebotación de tiricia que por poco se lo lleva, pues a los cuatro<br />

meses de haber comprao la zamba en Quilichao, se le murió; y yo supe el cuento,<br />

porque entonces me gustaba jornalear algunas veces en la chagra de ñor Murcia.

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