MARIA - Jorge Isaacs
La historia de amor de Maria y su primo Efrain, que trancurre en los paisajes de El Cerrito, Valle de Cauca, y en el que los protagonistas luchan por mantener su amor en medio de la enfermedad y la distancia. Efraín y María están juntos durante tres meses, al cabo de los cuales el joven debe viajar a Londres para completar su educación. Cuando regresa, dos años después, descubre que María ha muerto. Efraín no encuentra consuelo, y parte, sin saber muy bien a dónde. La novela, la única que alcanzó a publicar Isaacs, se destaca por darle gran importancia a la descripción del paisaje, así como por la calidad artística de su prosa. La novela objeto de estudio, más que una novela, es un poema en prosa o una novela escrita en una prosa plenamente poética; muestra intrínsecamente que no se trata solo de retórica metafórica cuando Felde la ha clasificado como «la flor más pura e inmarcesible del romanticismo hispanoamericano; sin historia, sin política, sin filosofías; sin nada más que el simple patetismo del sentimiento y la pintura simple de la naturaleza y del ambiente humano; la esencia de su estilo».
La historia de amor de Maria y su primo Efrain, que trancurre en los paisajes de El Cerrito, Valle de Cauca, y en el que los protagonistas luchan por mantener su amor en medio de la enfermedad y la distancia.
Efraín y María están juntos durante tres meses, al cabo de los cuales el joven debe viajar a Londres para completar su educación. Cuando regresa, dos años después, descubre que María ha muerto. Efraín no encuentra consuelo, y parte, sin saber muy bien a dónde.
La novela, la única que alcanzó a publicar Isaacs, se destaca por darle gran importancia a la descripción del paisaje, así como por la calidad artística de su prosa.
La novela objeto de estudio, más que una novela, es un poema en prosa o una novela escrita en una prosa plenamente poética; muestra intrínsecamente que no se trata solo de retórica metafórica cuando Felde la ha clasificado como «la flor más pura e inmarcesible del romanticismo hispanoamericano; sin historia, sin política, sin filosofías; sin nada más que el simple patetismo del sentimiento y la pintura simple de la naturaleza y del ambiente humano; la esencia de su estilo».
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XLVIII<br />
A las siete de la mañana siguiente ya había salido de casa el equipaje de mi padre, y él y<br />
yo tomábamos el café en traje de camino. Debía acompañarlo hasta cerca de la hacienda<br />
de los señores de M..., de los cuales iba a despedirme, lo mismo que de otros vecinos.<br />
La familia estaba toda en el corredor cuando acercaron los caballos para que<br />
montáramos. Emma y María salieron de mi cuarto en aquel momento, lo cual me llamó<br />
la atención. Mi padre, después de besar en una de las mejillas a mi madre, les besó la<br />
frente a María, a Emma y a cada uno de los niños hasta llegar a Juan, quien le recordó el<br />
encargo que le había hecho de un galapaguito con pistoleras, para ensillar un potro<br />
guaucho, que era su diversión en aquellos días.<br />
Detúvose de nuevo mi padre delante de María, antes de bajar la escalera, y le dijo en<br />
voz baja, poniéndole una mano sobre la cabeza y tratando inútilmente de conseguir que<br />
lo mirara.<br />
—Es convenido que estarás muy guapa y muy juiciosa; ¿no es verdad, mi señora?<br />
María le significó una respuesta afirmativa, y de sus ojos que velaba el pudor,<br />
intentaron deslizarse lágrimas que ella enjugó precipitadamente.<br />
Me despedí hasta la tarde, y estando cerca de María mientras montaba mi padre, ella me<br />
dijo de modo que ninguno otro la oyera:<br />
—Ni un minuto después de las cinco.<br />
De la familia de don Jerónimo, solamente Carlos estaba en la hacienda; me recibió lleno<br />
de placer, y tratando de obtener de mí, desde el punto en que me abrazó, que pasara todo<br />
el día con él.<br />
Visitamos el ingenio, costosamente montado, aunque con poco gusto y arte; recorrimos<br />
el huerto, hermosa obra de los antepasados de la familia, y fuimos por último al pesebre,<br />
adornado con media docena de valiosos caballos.<br />
Fumábamos de sobremesa, después del almuerzo, cuando Carlos me dijo:<br />
—Por lo visto, me será imposible verte antes de que nos digamos adiós, con tu cara<br />
alegre de estudiante, con aquella que ponías para atormentarme al contarte algún<br />
capricho desesperador de Matilde. Pero al cabo, si estás triste porque te vas, eso<br />
significa que estarías contento si te quedaras... ¡Diablo de viaje!<br />
—No seas malagradecido —le respondí—; desde que yo regrese tendrás médico de<br />
balde.<br />
—Cierto, hombre. ¿Crees que no lo había previsto? Estudia mucho para volver pronto.<br />
Si mientras tanto no me mata un tabardillo atrapado en estos llanos, es posible que me<br />
encuentres hidrópico. Estoy aburriéndome atrozmente. Todo el mundo quiso aquí que<br />
fuera a pasar la nochebuena en Buga; y para quedarme tuve que fingir que me había<br />
dislocado un tobillo, a riesgo de que tal conducta me despopularice entre la numerosa