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MARIA - Jorge Isaacs

La historia de amor de Maria y su primo Efrain, que trancurre en los paisajes de El Cerrito, Valle de Cauca, y en el que los protagonistas luchan por mantener su amor en medio de la enfermedad y la distancia. Efraín y María están juntos durante tres meses, al cabo de los cuales el joven debe viajar a Londres para completar su educación. Cuando regresa, dos años después, descubre que María ha muerto. Efraín no encuentra consuelo, y parte, sin saber muy bien a dónde. La novela, la única que alcanzó a publicar Isaacs, se destaca por darle gran importancia a la descripción del paisaje, así como por la calidad artística de su prosa. La novela objeto de estudio, más que una novela, es un poema en prosa o una novela escrita en una prosa plenamente poética; muestra intrínsecamente que no se trata solo de retórica metafórica cuando Felde la ha clasificado como «la flor más pura e inmarcesible del romanticismo hispanoamericano; sin historia, sin política, sin filosofías; sin nada más que el simple patetismo del sentimiento y la pintura simple de la naturaleza y del ambiente humano; la esencia de su estilo».

La historia de amor de Maria y su primo Efrain, que trancurre en los paisajes de El Cerrito, Valle de Cauca, y en el que los protagonistas luchan por mantener su amor en medio de la enfermedad y la distancia.
Efraín y María están juntos durante tres meses, al cabo de los cuales el joven debe viajar a Londres para completar su educación. Cuando regresa, dos años después, descubre que María ha muerto. Efraín no encuentra consuelo, y parte, sin saber muy bien a dónde.
La novela, la única que alcanzó a publicar Isaacs, se destaca por darle gran importancia a la descripción del paisaje, así como por la calidad artística de su prosa.
La novela objeto de estudio, más que una novela, es un poema en prosa o una novela escrita en una prosa plenamente poética; muestra intrínsecamente que no se trata solo de retórica metafórica cuando Felde la ha clasificado como «la flor más pura e inmarcesible del romanticismo hispanoamericano; sin historia, sin política, sin filosofías; sin nada más que el simple patetismo del sentimiento y la pintura simple de la naturaleza y del ambiente humano; la esencia de su estilo».

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chambimbes7, dejaba pensar que lo que ocultaba debía de armonizar muy bien con lo<br />

que dejaba ver.<br />

Me despedí a las once de la señora Andrea; porque habíamos resuelto ir a ver a don<br />

Ignacio en los potreros donde estaba haciendo rodeo, y aprovechar el viaje para darnos<br />

un baño en el Amaime.<br />

Emigdio se despojó de su chaqueta para reemplazarla con una ruana de hilo; de los<br />

botines de soche para calzarse alpargatas usadas; se abrochó unos zamarros blancos de<br />

piel melenuda de cabrón; se puso un gran sombrero de Suaza con funda de percal<br />

blanco, y montó en el alazán, teniendo antes la precaución de vendarle los ojos con un<br />

pañuelo. Como el potrón se hizo una bola y escondió la cola entre las piernas, el jinete<br />

le gritó: «¡Ya venís con tus fullerías!», descargándole en seguida dos sonoros latigazos<br />

con el manatí palmirano que empuñaba. Con lo cual, después de dos o tres corcovos que<br />

no lograron ni mover siquiera al caballero en su silla chocontana, monté y nos pusimos<br />

en marcha.<br />

Mientras llegábamos al sitio del rodeo, distante de la casa más de media legua, mi<br />

compañero, luego que se aprovechó del primer llanito aparente para tornear y rayar el<br />

caballo, entró en conversación tirada conmigo. Desembuchó cuanto sabía respecto a las<br />

pretensiones matrimoniales de Carlos, con quien había reanudado amistad desde que<br />

volvieron a verse en el Cauca.<br />

—¿Y tú qué dices? —acabó por preguntarme.<br />

Esquivé mañosamente darle respuesta; y él continuó:<br />

—¿Para qué es negarlo? Carlos es muchacho trabajador: luego que se convenza de que<br />

no puede ser hacendado si no deja antes a un lado los guantes y el paraguas, tiene que<br />

irle bien. Todavía se burla de mí porque enlazo, hago talanquera y barbeo muletos; pero<br />

él tiene que hacer lo mismo o reventar. ¿No lo has visto?<br />

—No.<br />

—Pues ya lo verás. ¿Me crees que no va a bañarse al río cuando el sol está fuerte, y que<br />

si no le ensillan el caballo no monta; todo por no ponerse moreno y por no ensuciarse<br />

las manos? Por lo demás es un caballero, eso sí: no hace ocho días me sacó de un apuro<br />

prestándome doscientos patacones que necesitaba para comprar unas novillonas. El sabe<br />

que no lo echa en saco roto; pero eso es lo que se llama servir a tiempo. En cuanto a su<br />

matrimonio... te voy a decir una cosa, si me ofreces no chamuscarte.<br />

—Di, hombre, di lo que quieras.<br />

—En tu casa como que viven con mucho tono; y se me figura que una de esas niñas<br />

criadas entre holán, como las de los cuentos, necesita ser tratada como cosa bendita.<br />

Y soltó una carcajada y prosiguió:<br />

—Lo digo porque ese don Jerónimo, padre de Carlos, tiene más cáscaras que un<br />

sietecueros y es bravo como un ají chivato. Mi padre no lo puede ver desde que lo tiene

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