La sirena varada: Año II, Número 9
El noveno número de "La Sirena Varada: Revista literaria"
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llenos de errores, iguales a él —Julio<br />
guardó silencio y siguió observando<br />
la cascada. El sonido que producía el<br />
agua al caer era hipnótico y relajante al<br />
mismo tiempo.<br />
—Pero él es inmortal, no puede ser<br />
igual que nosotros —acertó a decir Julio.<br />
Vremya comenzó a patalear en el<br />
agua, mientras reía.<br />
—Creo que sigues sin entenderme. Claro<br />
que es inmortal, la muerte no existe...<br />
<strong>La</strong>s estrellas brillaban con demasiada<br />
intensidad, parecía que podrían<br />
tomarse si se estiraban las manos lo<br />
suficiente. Julio seguía observando<br />
todo a su alrededor: las estrellas, el<br />
ojo de agua, la cascada. Cuando miró<br />
hacia atrás descubrió que el bosque<br />
había desaparecido, y solo quedaba<br />
el pequeño pedazo de tierra en el que<br />
estaban ellos.<br />
—Por favor, dime… —dijo Julio, poniéndose<br />
de pie—. ¿Por qué me has<br />
traído aquí? ¿Quién eres tú?<br />
—Yo no soy nadie —respondió, sin<br />
ponerse de pie pero dejando de chapotear<br />
en el agua—. Solo me dedico a<br />
observar todo lo que sucede aquí.<br />
—Aquí, ¿dónde?<br />
—Pues aquí, en el universo, por supuesto<br />
—respondió, de forma pomposa,<br />
y después continuó—. Estoy<br />
destinada a verlo todo, saberlo todo<br />
y prácticamente llevar el registro de<br />
todo. Podrá parecer difícil, pero mi<br />
tarea es más sencilla de lo que suena.<br />
Aunque, a veces es muy solitaria... —exclamó,<br />
sumergiendo su cuerpo en el<br />
agua. Julio se acercó para ver dónde se<br />
encontraba. Vremya, de nuevo, habló<br />
desde atrás de Julio, nuevamente convertida<br />
en una joven; él de inmediato<br />
se giró para no darle la espalda—. Sin<br />
embargo, hay algo que me intriga, y<br />
eso no me gusta... <strong>La</strong> pequeña Eira no<br />
debería de haber cruzado a tu mundo,<br />
pues tu mundo está fuera de los límites<br />
de los habitantes de El Nido. Además,<br />
Carolina y tú tampoco tendrían que<br />
haber cruzado a El Nido. Alguien está<br />
jugando con el entramado del tiempo,<br />
y estoy segura de que es el Rey de la<br />
Eternidad quien lo está haciendo.<br />
—¿No se supone que puedes verlo<br />
todo? —preguntó Julio, con tono irónico.<br />
—¡Oye! ¡Por supuesto que puedo verlo<br />
todo! —respondió, molesta—. Es por<br />
eso que estoy preocupada, no puedo ver<br />
con claridad lo que sucede, y eso no es<br />
una buena señal; creo que es el Rey de la<br />
Eternidad porque ya lo ha hecho una vez,<br />
cuando mandó a su hijo a tu mundo...<br />
—¿Quieres decir que...?<br />
—Sí, eso mismo quiero decir —interrumpió,<br />
adivinando lo que Julio estaba<br />
a punto de decir—. Quise saber lo que te<br />
hacía tan especial como para haber cruzado<br />
entre mundos, pero no noto nada<br />
diferente. Eres tan común y corriente<br />
como cualquier otro ser humano... —exclamò<br />
Vremya, en tono indulgente.<br />
—Vaya, nunca me había sentido tan<br />
poco relevante... —respondió Julio, mirando<br />
de nuevo hacia la cascada.<br />
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