78 EL HOMBRE Por Mictecacíhuatl
Lo último que vio antes de caer en el profundo y oscuro pozo de la inconciencia, fue un palo que se cernía velozmente sobre su cabeza y todo destelló en un terrible dolor, una cegadora luz que le impidió ver cualquier cosa y después, nada. ¿Cuánto tiempo pasó? Nunca lo supo, pero al volver en sí, se encontraba en el piso sobre el costado izquierdo, trató de levantarse, pero lo más que logró fue incorporarse en cuatro puntos y así, apoyado de esta manera, intentó avanzar hacia algún lado, hasta que notó que no podía avanzar más. Fue cuando se dio cuenta que una argolla de hierro le rodeaba el cuello y esta estaba unida a una cadena fijada a la pared. Desconcertado, trató de orientarse hacia algún punto, pero la oscuridad era total. Puso oído atento a algún ruido que le indicara donde se encontraba, pero lo único que escuchó, fueron jadeos, fuertes respiraciones y algunos gruñidos ininteligibles, además del tintineo que le indicó que tal vez estuviera acompañado de individuos en su misma situación. Habló. ¿Alguien me escucha? ¿Alguien puede oírme? Pero ninguna voz le contestó, así que decidió permanecer callado y esperar a ver qué pasaba, alguien tendría que ir a buscarlos. El tiempo pasó, él nunca supo cuánto, pero de pronto en algún punto, se abrió un delgado haz de luz, que se fue haciendo más grande cada vez, hasta tomar la forma de una puerta y de pronto, una sombra se recortó en la claridad que entraba por esa puerta. Era la sombra de un hombre. Lo más que pudo ver de él, es que era alto y corpulento, en una mano traía un palo y en la otra un recipiente. Sus ojos lograron identificar otros cuerpos encadenados a las paredes y en el centro de la habitación había una especie de bandeja donde el hombre arrojo lo que traía en el recipiente. No pudo resistir el impulso, ni tampoco los demás individuos. Al unísono, todos se lanzaron hacia la bandeja, donde al parecer, lo que el hombre había arrojado era alimento, y mientras ellos comían vorazmente, el hombre los golpeaba con el palo mientras reía perversamente y les daba puntapiés. Entonces el hombre se dio la vuelta y salió por la puerta. Él pensó que esto era inhumano. ¿Desde hace cuánto estaba ahí? ¿Y los otros? ¿Por qué ya nadie hablaba? ¿Por qué nadie se defendía? ¿Por qué nadie protestaba? Trató de recordar quién era antes de llegar a ese lugar, pero a su mente no llegaba ningún recuerdo. Lo único que recordaba era el tremendo golpe en su cabeza, tal vez eso fuera la causa de su olvido. Sin embargo, pensó resistir lo más que pudiera para sobrevivir. Trató de comunicarse con sus compañeros, pero ellos solo jadeaban y a veces emitían algunos sonidos guturales que no terminaba de entender. Tal vez, debido a que llevaban más tiempo que él, ya habían aprendido que era inútil hablar, y tenían razón. ¿Qué podían decir que sirviera en esas circunstancias? Tal vez ya se habían resignado a su condición, pero él, él estaba decidido a sobrevivir, se vengaría de aquel hombre, eso era innegable. Lo que no sabía es si sus compañeros lo secundarían. El tiempo siguió su curso. <strong>La</strong> mayor parte de las veces, el hombre iba solo, pero a veces lo acompañaban algunos otros y de cuando en cuando, se llevaban a alguno de los prisioneros. Cuando esto sucedía, el 79
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