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La sirena varada: Año II, Número 9

El noveno número de "La Sirena Varada: Revista literaria"

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—¿Listo para el acto? —preguntó el<br />

hombre viejo de largo y blanco bigote<br />

observando al señor Beckley quien soldaba<br />

algo con su cautín.<br />

—No es un acto, ya se lo he dicho —respondió<br />

Beckley limpiándose el sudor con<br />

el dorso de su mano y concentrado continuó<br />

en su trabajo.<br />

—Como tú lo digas —refunfuño el<br />

hombre viejo—, la gente ya se ha acumulado<br />

afuera.<br />

El hombre viejo abandonó el taller<br />

del señor Beckley y este soltó su cautín<br />

y la soldadura para observar su creación;<br />

un casco rojo brillante con dos<br />

rendijas para los ojos y antenas a los<br />

lados. El prototipo ya había sido cosa<br />

del pasado y ese sería su primer trabajo<br />

en serio.<br />

—Más que un acto —Beckley admiraba<br />

el traje rojo y metálico que estaba de<br />

pie a su izquierda—, eres mucho más<br />

que eso.<br />

El señor Beckley respiró profundo<br />

mientras el telón cubría todo frente a él,<br />

miró sus manos metálicas y se colocó<br />

lentamente el casco. Cada vez que tenía<br />

que salir y maravillar a la gente con<br />

su invención no pensaba en entretener<br />

a un público de familias con algodones<br />

de azúcar o palomitas en sus manos, él<br />

imaginaba que frente suyo estaban las<br />

mentes más brillantes del mundo.<br />

—¡Con ustedes, el hombre de acero!<br />

—gritó el viejo presentador con su micrófono,<br />

la gente comenzó a gritar y el<br />

telón se abrió de lado a lado, Beckley<br />

dentro de la armadura de dos metros<br />

dio dos pasos adelante.<br />

<strong>La</strong>s luces brillantes y los fuegos artificiales<br />

se reflejaron en la armadura<br />

de Beckley y él alzó las manos con la<br />

mirada perdida, no miraba al público o<br />

al carnaval detrás de ellos sino al espacio<br />

lleno de estrellas que comenzaba al<br />

final de la rueda de la fortuna que no<br />

paraba de girar.<br />

—¡Puede hacer cosas increíbles! —el<br />

presentador al lado de Beckley lo señaló<br />

con la mano en la que sostenía<br />

un bastón negro. Beckley presionó un<br />

botón en el guante del traje y comenzó<br />

a escucharse un sonido motor encendiéndose<br />

en las piernas del traje.<br />

<strong>La</strong> armadura se elevó lentamente<br />

unos cuantos centímetros del suelo sacando<br />

fuego de las suelas de sus botas,<br />

los niños miraban asombrados y los<br />

padres no quitaban la vista de encima.<br />

Beckley sonrió por lo maravilloso que<br />

su invento le parecía y no por los aplausos<br />

de la gente y finalmente se despidió<br />

con una reverencia.<br />

Beckley se quitó el casco al entrar en<br />

su taller, estaba empapado en sudor y<br />

algo agotado por dormir tan solo unas<br />

horas, el presentador irrumpió nuevamente<br />

acomodándose la ropa y peinando<br />

su bigote con una sonrisa.<br />

—Aquí esta lo tuyo —El presentador<br />

dejó unos cuantos dólares sobre la<br />

mesa de trabajo de Beckley y este pudo<br />

contarlo con la mirada.<br />

—Es menos que la semana anterior…<br />

—¿Qué puedo hacer Beckley?, tu acto<br />

está atrayendo menos gente que otros,<br />

necesitas hacer algo más que flotar<br />

unos cuantos centímetros del suelo —<br />

contestó el presentador con un falso<br />

tono de compasión y salió del sitio.<br />

Algo dentro de Beckley se movía<br />

cada vez que alguien menospreciaba<br />

su obra, aquella por la que había dado<br />

tanto de sí, la gente lo llamó loco en<br />

el pasado pero estaba dispuesto a demostrar<br />

que su sueño podía cumplirse.<br />

Durante la noche, Beckley prefirió<br />

trabajar en lugar de dormir, haría los<br />

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