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CREENCIAS Y DISCURSOS
de sufragismo. Solicitaban una total igualdad en el derecho a votar, por lo cual propugnaban
el ”sufragio igual” en vez del “sufragio universal”.
Los empeños y sufrimientos de las sufragistas han dado fruto y las mujeres pueden
votar prácticamente en todas partes y tienen acceso a todo tipo de formación,
pero no está tan lejos el tiempo en que Concepción Arenal se tuvo que vestir de
hombre para poder entrar en las aulas universitarias.
En la España de 1931 las relaciones de igualdad entre los sexos se empezó a
considerar en la redacción de la naciente Constitución (Gómez Aguilar, 2008). Una
Comisión nombrada al efecto, presentó en las Cortes (agosto 1931) un primer proyecto
en el que el art. 25 decía:
No podrán ser fundamento de privilegio jurídico: el nacimiento, la clase
social, la riqueza, las ideas políticas y las creencias religiosas. Se reconoce
en principio la igualdad de derechos de los dos sexos.
Clara Campoamor protestó de “en principio” y el texto quedó finalmente así:
No podrán ser fundamento de privilegio jurídico: la naturaleza, la filiación,
el sexo, la clase social, la riqueza, las ideas políticas, ni las
creencias religiosas. El Estado no reconoce distinciones o títulos nobiliarios.
También se hizo un interesante apunte en el art. 40 que señalaba:
Todos los españoles, sin distinción de sexos, son admisibles en los
empleos y cargos públicos, según su mérito y capacidad, salvo las
incompatibilidades que las leyes señalen.
Tras estos prolegómenos, y también de la mano de Clara Campoamor, las mujeres
vieron reconocido su derecho al voto sin ninguna limitación. Ha quedado para la
historia el interesante enfrentamiento dialéctico que mantuvieron Victoria Kent y
Clara Campoamor. La primera deseaba ciertas limitaciones al voto femenino por
miedo a que inclinasen la balanza hacia las derechas mientras que Campoamor
defendía la idea contraria. El 1 de octubre de 1931 la Cámara le dio su apoyo y las
mujeres fueron libres para votar.
Por fin, y con ello llegamos a los tiempos actuales, la tercera fase es la que
comienza en el siglo XX, y de ella podemos afirmar que aún sigue abierta, porque
logrado todo lo anterior, el feminismo, a partir de los años 60–70 del pasado siglo,
plantea ya numerosas reformas legales en pro de las mujeres y de su desarrollo profesional.
Es un aire igualitario y renovador que se extiende por muchos países,
predominantemente por los de cultura occidental. Bien es cierto que a veces estas
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