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CREENCIAS Y DISCURSOS
e) Evitando tratar a las mujeres como dependientes del varón, por sus relaciones
de parentesco o afectivas en general, evitando expresiones como señora
de, mujer de, esposa de, hija de, viuda de, hermana de, madre de. Estas formas
de denominar a las mujeres conllevan un tratamiento desigual, pues hace que
parezca que carecen de identidad. En muchos casos incluso ni aparece el nombre
propio:
*Apareció la mujer de Luis.
Apareció Carmen.
La dependencia del mentor se visibilizada en expresiones como “las ministras
de Zapatero”, “las ministras de Berlusconi”, donde se cuestiona el poder
de estas mujeres, las cuales parecen obligadas a ejercer un voto de obediencia
a aquel de quien dependen.
f) Evitando tratar a las mujeres en segundo lugar. Esto ocurre cuando se hace
referencia expresa a los dos sexos y se presenta sistemáticamente en primer
lugar el masculino, consolidando así la idea de que un sexo es prioritario con
respecto al otro. Para evitar esta asociación lo mejor es simultanear el orden de
presentación:
Es un llamamiento a hombres y mujeres, niños y niñas, abuelos y abuelas…
Es un llamamiento a mujeres y hombres, niños y niñas, abuelas y abuelos…
g) Evitando tratar a las mujeres como seres homogéneos. Esto sucede cuando
se abusa del singular mujer en lugar de mujeres, favoreciendo la idea de que
todas somos y queremos lo mismo, aportando así un concepto uniforme de la
mujer, que adolece de una gran pobreza analítica:
El avance de la mujer.
El avance de las mujeres.
h) Evitando que las mujeres concretas con sus logros queden ocultas bajo el
génerico femenino mujeres, que presenta a estas como una colectividad a la
que el ‘ser mujer’ es lo único que las representa y las homogeniza:
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