2019 – Libro Oficial de Fiestas de Moros y Cristianos de Ibi
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Gaceta Festera
PARLEN LES COMPARSES/MOZÁRABES
A
sí empezó todo:
En una tarde de verano en la
caseta, al borde de la piscina,
mi mujer y yo sentados en
una hamaca, cada uno viendo el libro de
fiestas de 1997 (año en el que mi mujer
fue abanderada Mozárabe) le dije:
-Algún día seré capitán.
-Tú estás loco, no tienes gracia para ser
capitán, no esperaba nunca que me
dijeras eso, pero si es por mí, adelante,
yo te ayudaré en todo lo que pueda-. Me
dijo.
Yo le dije:
-¡Que va, que va! No me veo bajando por
el pasillo del teatro como capitán.
Y por otra parte estaba Lucía, la abanderada,
a quién su madre decía:
-Algún día serás abanderada.
Y ella para quitarse el muerto de encima,
respondía:
-Cuando mi padre sea capitán yo seré
abanderada.
abanderada (Lucía) el día de la vuelta.
Llegó el día de la reunión antes de
fiestas. El presidente comunicaba que ya
teníamos capitán, pero no podía decir
quién era, se enterarían el día de la
vuelta. ¿Quién es?, ¿quién es? Pero el
presidente no podía decir más, mientras
tanto yo estaba en la barra con mi
confidente Franco sabiendo que el año
próximo sería capitán… estaba eufórico.
Sentía vértigo y felicidad a la vez, pero
pienso que es normal para una persona
como yo que vives las fiestas desde muy
adentro.
Ahora todo se centraba en que Lucía, la
abanderada, no se enterara. Solo lo
sabíamos mi mujer, mi hija Laura, Franco
y el presidente, amenazado para que no
se enterara nadie.
En un almuerzo con una escuadra Cide
(Rincón de Babieca), se lo dije a otro
compañero de batallas festeras, mi primo
Paco Galera. El resto de cides me
decían:
-Sal tú de capitán, si sales te acompañamos
en la entrada.
La Comparsa
será?, será este o aquel. Yo siempre le
daba la razón a la gente con quien decían
que podría ser. En el desfile de la olleta,
llevábamos todos una gorra que ponía
capitán (para pasar desapercibido). Se
acabó la olleta y bajando para casa me
decía mi mujer:
-No me veo que vayas a ser capitán, que
es cierto, que no estoy soñando.
El día de la Entrada, bien temprano en la
Diana, a los Cides les faltaba un miembro
y me pusieron a mí el traje, pero primero
nos comimos los higos y el herberet en la
plaza de la iglesia. Luego en la Entrada
volví a desfilar con los Cides, una
escuadra y comparsa a la que tengo
mucho aprecio. Maravilloso desfile, y la
cervecita y las risas de después también.
Y por la tarde, con los Almorávides,
acompañando a la abanderada que era
hija de un amigo, con la cuadrilla "dels
enfarinats". Nos lo pasamos bomba,
como siempre con esta gente. Por la
noche cena, un poco de baile y a dormir,
pues la cabeza ya estaba en la vuelta al
castillo y en preparar la mesa de
invitados para ese día.
Le decía a mi mujer:
Eso fue hace unos dos años, y unos tres
meses antes de las últimas fiestas
empezaron las reuniones de comparsa y
escuadra con una simple misión: sacar
un capitán. Yo iba a todas, y el que me
decía algo sobre el tema, yo le decía:
-Será este o aquél.
Hasta que el presidente, con su moto,
muy persistente, a base de viajes a la
caseta, acabó aprendiendo el camino de
memoria. Muchas tardes, allí estaba, con
el único fin de sacar capitán, y yo me
negaba, pero interiormente asentía con
el corazón por la responsabilidad y el
miedo al cargo tan representativo de
nuestro pueblo. Estuvo varias semanas
rondándome la cabeza y una tarde reuní
a mi familia, menos a la abanderada, y les
comenté mi ilusión, con la grata sorpresa
de que todos me apoyaron.
Más tarde lo comentaría con un gran
amigo y él me contestó que sería un gran
capitán. Finalmente, me decidí a dar el
paso, y llamé al presidente:
-Señor presidente, ya tenéis capitán-. le
dije.
El presidente daba saltos de alegría,
sobre todo por el marrón que le había
quitado de encima. Solo había un
requisito: que no lo supiese nadie, para
darle una gran sorpresa a la futura
Y yo les contestaba:
-No es necesario que salgáis con los
mozárabes, porque no voy a salir de
capitán. De nuevo mi primo y yo reíamos
siendo conocedores de la situación.
Açò ja va.
En les entraetes todo era confusión con
el cargo, había capitán pero no se sabía
quién era, lo que daba más morbo, y
todos haciendo cábalas de quien podía
ser. Pasaron les entraetes y se quedaron
todos sin saberlo.
En la Olleta la pregunta del millón: ¿quien
-¿Qué hago cuando digan mi nombre el
día de la vuelta?-. Pues eso ya estaba
ahí. Con los nervios aflorando, me decía
que saliera, saludara, disfrutara, y ya
está.
El Desfile infantil lo pasé con mis hijas ya
mayores, y en la "ventana" de los piratas
(punto de reunión de mis cuadrillas de
Mozárabes y Cides), todo el mundo
seguía con el mismo tema: "no teniu
capità'', "si que en tenim pero no sabem
quí es"… y yo por dentro pensaba: "si
vosotros supierais…”
En la comida tampoco había otro tema,
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