2019 – Libro Oficial de Fiestas de Moros y Cristianos de Ibi
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Revista Literaria
S
i existe algo confuso en
nuestra historia, es, sin lugar
a dudas, la invasión musulmana
ocurrida en 711 y las
causas que la produjeron.
Mientras para algunos historiadores la
invasión se produjo de forma pacífica e
incluso consentida, para otros fue todo lo
contrario y ponen como ejemplo la batalla
de Guadalete en la que perdió la vida D.
Rodrigo.
La deteriorada situación del
decadente reinado de los visigodos y las
luchas internas por conseguir del poder,
facilitó la primera llegada de efectivos
musulmanes a nuestra península,
llegados, supues-tamente, para ayudar a
restablecer el orden y pacificar las
revueltas visigodas.
Las disputas doctrinales, en aquel
tiempo, entre arrianos y trinitarios se
dejaban sentir, puesto que para gran
parte de la población autóctona veían
con buenos ojos a aquellos que practicaban
una religión monoteísta como era, y
es, el Islam.
Pero, para nuestra historia, la que
ahora contamos, hemos escogido la
parte que más afecta a nues-tra zona y al
personaje que la hizo posible, Abd el-Aziz
Musa, que, como se verá más adelante,
su forma de gobernar mediante pactos
permitió, lo que ahora denominaríamos
una cierta autonomía de gobierno.
Nuestra historia comienza en el
año 713, cuando tiene que trasladarse a
Damasco, Musa ibn Nusayr, y deja al
frente del ejército en España a su hijo Abd
el-Aziz ibn Musa (Abdelaziz), quien tras
reconquistar a la sublevada Sevilla,
permaneció en ella y la convirtió en la
primera capital de Al-Ándalus, actuando
desde ella como wali, (En árabe o
que es un cargo existente en muchos
lugares del mundo árabe e islámico que
equivale al de gobernador). Con él se
quedó el grueso del botín. Aunque una
parte estaba destinada a cubrir los
gastos de la administración y de la
guerra, la mayoría se mantenía para su
reparto entre las tropas cuando se
licenciasen al final de la campaña, con
reserva de un quinto (llamado jums) para
el califa. Mientras, el rey visigodo Agila II,
tras haber resistido la fuerte acometida
El gobierno de Abd el-Aziz ibn Musa,
segundo gobernador de Al-Ándalus
de Táriq, mantenía el control de la actual
Cataluña, más algunas zonas adyacentes
y la provincia goda de Septimania,
situada en el sureste de Francia entre el
Mediterrá-neo y el rio Garona. El propio
Arzobispo de Toledo, Sinderedo, se unió
a él para reforzar su autori-dad como
heredero de D. Rodrigo, por el sentido
simbólico legitimador que su presencia y
apoyo tenía para la monarquía visigoda.
Agila II ejercía su dominio en una
zona muy compacta geográficamente y
de reducido tamaño, lo que facilitaba su
defensa. Además, eran dos provincias
visigodas (parte de Iberia y Septimania)
con una urbanización y con una demografía
superiores a la media del territorio
visigodo; demografía que se vio reforzada
con la emigración de quienes huían de
las acciones guerreras procedentes de
otras zonas de la península.
Abd el-Aziz, con el fin de dotarse
de mayores medios económicos para
continuar las campañas, estableció un
sistema de impuestos por capitación
(gizya), o pago fijo anual por persona,
aplicable sólo a los no musulmanes, que
era utilizado en todos los países
conquistados por los musulmanes. De
esta manera, además de forzar las
conversiones de cristianos al Islam,
pretendía obtener una capacidad
financiera propia para continuar la
conquista sin necesidad de recurrir al
botín y al pillaje.
Abd el-Aziz también se dedicó a
eliminar los focos de resistencia
existentes en el centro y sur de la
península, tanto en los centros urbanos
como en las zonas montañosas, con el fin
de asentar su con-trol en el extenso
territorio que ya había conquistado, y
evitar situaciones de peligro en su
retaguar-dia. Así, durante el año 713
avanzó por la Bética oriental, sometiendo
de nuevo Málaga y Granada, que se
habían sublevado, y siguiendo por
Guadix hasta llegar a Lorca y Orihuela,
en el sureste pe-ninsular.
Para extender el control musulmán
en la península, y dado lo limitado de
sus fuerzas militares, Abd el-Aziz,
además del recurso de la fuerza,
estableció también acuerdos y alianzas
Primitivo Gil Sauco
en determinadas regiones con los nobles
visigodos. Aunque estos acuerdos, en
general, no se respetaron por los musulmanes
mucho tiempo, sirvieron para
posibilitar y facilitar la conquista, que de
otro modo habría sido aún más larga y
costosa.
Así, por ejemplo, el 5 de abril de
713, firmó un acuerdo con el conde
Teodomiro, gobernador de Orihuela y de
una extensa demarcación a su alrededor.
El tratado suscrito fue del tipo que los musulmanes
llaman 'ahd, que no solo
respetaba los bienes (como el ya citado
de tipo sulh), sino que otorgaba una más
o menos extensa autonomía de gobierno.
Este Teodomiro era un noble con
fama de culto y con prestigio de buen
guerrero, que había rechazado un intento
de inva-sión bizantina (quizás la flota que
huyó de Cartago tras su conquista por los
musulmanes) en las cos-tas de
Cartagena en tiempos del rey Egica,
anterior a Witiza.
En el acuerdo antes citado, siete
ciudades, de las cuales hoy solo son
reconocibles por su nom-bre Orihuela,
Alicante, Elche, Mula, Villena y Lorca,
mantenían sus propios señores y
gobierno, no serían molestados en el
ejercicio de su religión (no olvidemos que
el Islam prohíbe las prácticas reli-giosas
externas de otras religiones) y no serían
destruidas sus iglesias, algo que solía
ocurrir durante la conquista musulmana.
En Córdoba la iglesia principal, la iglesia
de San Vicente, fue repartida en dos
zonas, la mitad para prácticas del rito
cristiano y la otra mitad para el musulmán.
Esta medida fue revocada en
tiempos de Abderramán, 50 años
después, cuando derribó la iglesia y
empezó a erigir la gran mezquita de la
ciudad.
Acambio de esa autonomía, los
vencidos se sometían al dominio del
Califa, jurando ser fieles y sin-ceros con
el walí, y se comprometían a no dar
apoyo a los rebeldes contra dicha
ocupación, así co-mo a pagar un tributo
anual fijo por cada persona, libre o
esclava, no musulmana (la gizya antes
citada). Este tributo era parte en especies
(Trigo, cebada, mosto, vinagre, miel y
aceite) y otra parte en metálico, consistente
en un dinar (moneda de oro
musulmana equivalente al "sueldo
visigodo") por persona libre. Por cada
esclavo se estipulaba medio pago.
En Orihuela se estableció una
guarnición musulmana y se enviaron
destacamentos a diversas ciu-dades de
la antigua provincia. Cartagena no
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