Revista-48Penumbria
¡Bienvenidos a Penumbria 48, nuestro primer número temático del año! También es el primer número donde participan las nuevas autómatas del equipo editorial: Edna Montes y Aglaia Berlutti, y los resultados fueron evidentes: 12 autores y 10 autoras de 7 nacionalidades diferentes (nuestro récord personal): Argentina, México, Venezuela, Perú, España, Honduras y Chile. Aunque en los números temáticos disminuye significativamente la participación, igual de significativo es el incremento en la calidad de los textos, resultando una antología robusta y maravillosa. El Tentáculo de obsidiada se lo llevó Nicolás Oleinizak, con su cuento “Caá Porá”, por contarnos su historia de terror folclórico con un lenguaje muy íntimo. Antes de adentrarse en estos bosques de la locura, los dejamos con un ensayo de Aglaia para saber y entender más sobre esta peculiar forma de contar historias de terror.
¡Bienvenidos a Penumbria 48, nuestro primer número temático del año! También es el primer número donde participan las nuevas autómatas del equipo editorial: Edna Montes y Aglaia Berlutti, y los resultados fueron evidentes: 12 autores y 10 autoras de 7 nacionalidades diferentes (nuestro récord personal): Argentina, México, Venezuela, Perú, España, Honduras
y Chile. Aunque en los números temáticos disminuye significativamente la participación, igual de significativo es el incremento en la calidad de los textos, resultando una antología robusta y maravillosa. El Tentáculo de obsidiada se lo llevó Nicolás Oleinizak, con su cuento “Caá Porá”, por contarnos su historia de terror folclórico con un lenguaje muy íntimo. Antes
de adentrarse en estos bosques de la locura, los dejamos con un ensayo de Aglaia para saber y entender más sobre esta peculiar forma de contar historias de terror.
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- terror
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“La situación ha empeorado. Durante los últimos meses han muerto nueve peones.
Jerónimo confesó que las ovejas eran para alimentar a unas ancestrales criaturas que
habitan en la cueva, las llama Aya Uma, están enojadas y debemos calmarlas”.
“¡Por Dios! He visto a las criaturas, anoche llegaron en bandada y atacaron el caserío,
no tengo palabras para describir el horror que contemplé… Son semejantes a cabezas sin
cuerpo, con ojos rojos y cabello negro… ¡Aya Uma!... Debo conseguir ovejas”.
Jerónimo tocó la puerta.
—Patrón —dijo seriamente—, supongo ha leído el diario de su tío. Necesitamos las
ovejas, mañana es luna nueva, las criaturas deben de estar enojadas porque hace meses
que no las alimentamos.
—¡Tonterías!—exclamó Ignacio— Seguro son murciélagos o algún animalucho parecido.
Traeré exterminadores para que maten a esas alimañas.
Jerónimo se retiró apesadumbrado. En la mañana siguiente Ignacio descubrió que los
peones no estaban. Jerónimo le dijo que habían ido al caserío para proteger a sus familias
del Aya Uma que atacaría esa noche. Ignacio se burló de las creencias del anciano, pero
preparó su escopeta y al caer la tarde se encontraba vigilando el horizonte con la certeza
que unas balas acabarían con aquellas alimañas que tanto terror habían sembrado.
Cayó la noche. Ignacio y Jerónimo estaban expectantes, entonces el ambiente se volvió
pesado y en lontananza vieron una bandada de oscuras criaturas aladas que pasaron
graznando sobre sus cabezas…
—¡Sólo son buitres! —exclamó Ignacio con una carcajada.
Pero el grito de Jerónimo lo hizo volverse. El terror lo paralizó cuando vio varias
cabezas sin cuerpo volando quién sabe cómo. Sus rostros eran horrendos y arrugados…
Tenían largos cabellos negros que usaban para sujetar al capataz; una se le pegó al cuello
y empezó a succionarle la sangre.
Ignacio disparaba a las horrendas cabezas voladoras que esquivaban las balas y reían,
un aliento putrefacto emanaba de sus bocas desdentadas… Algunas cabezas caían, pero
otras llegaban desde la oscuridad de la noche…