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global, pero que se actúa en su entorno inmediato, frente a interlocutores inmediatos, y en
búsqueda de reacción y transformación inmediata.
• La reivindicación de la participación individual, pues el sujeto no quiere ser solo parte de
un gran movimiento o proceso que lo invisibilice como sujeto, sino ser reconocido en la
interacción con otros. De esta manera, la participación hoy se expresa en pequeños colectivos.
• A los y las jóvenes, les interesa constituir nuevas formas estructurales de organización, la
discusión sobre la representación vertical esta siendo relegada por nuevas formas de tejer
redes y vínculos de formas más horizontales.
Desde la promulgación de la Constitución política Colombiana en 1991, que surge a partir
precisamente de la crisis de ilegitimidad del Estado, y la cual está basada principalmente
en la participación ciudadana, se reconoce entonces a la juventud como sujeto de derechos y
deberes (Art. 45 y 103), lo cual trajo consigo la proliferación y una sobreoferta de programas
de promoción de la participación para grupos y sectores que tradicionalmente habían estado
marginados y que desde ese momento se ve como necesario involucrarlos con el propósito de
sostener un “proyecto de nación” legitimado socialmente. Durante los últimos 15 años, los
procesos de diseño de políticas y los programas se han centrado principalmente en promover
dicha participación, especialmente de los y las jóvenes, a los que se les asigna un rol protagónico
en la crisis, y en dicho marco, surgen experiencias como Casas de la Juventud, programas de
prevención de la drogadicción, elecciones de Consejos Municipales de Juventud, etc.
El desarrollo de estos postulados y procesos en el país, se inicia en la década los 90s con la creación
de espacios para fortalecer la participación juvenil en ciudades como Cali y Medellín. En el año de
1993, se crea la primera Oficina de la Juventud en Cali y luego en el 1994 se legitima la Oficina de
la Juventud de Medellín. En esta última ciudad, se crean además diferentes espacios promovidos
por la Consejería Presidencial para Medellín y la Consejería Presidencial para la Juventud, la
Mujer y la Familia, como la Mesa de la Juventud y las Redes Juveniles, que se convirtieron en
escenarios de participación social y política de los y las jóvenes. Para 1994, se da la aprobación
del Acuerdo 07/94 y en 1995 en aplicación a dicho decreto se realiza la primera elección de CMJ
en el país, incluso antes de ser diseñada, debatida y promulgada la Ley 375 de juventud que lo
define y reglamenta.
En 1998, se crean los Clubes Juveniles -por iniciativa del Instituto Colombiano de Bienestar
Familiar (ICBF)- a nivel nacional, que parten de la reflexión de la primera experiencia de lo que
desarrollaron y significaron las Casas de la Juventud en varias ciudades del país. Se aprueban y
consolidan primero en Medellín y tras la aprobación del Acuerdo 02 de 2000, se les respalda bajo
acuerdos interadministrativos nacionales y locales y son asumidos dentro de las políticas locales
de juventud, que establecen como criterio estratégico el fortalecimiento de la participación
y la promoción de experiencias de organización y participación juvenil y centra su atención
en las elecciones y apoyo al CMJ y como ejecutora del desarrollo de los clubes juveniles, que
se plantean más desde el desarrollo de programas de protección y prevención de problemáticas
como la drogadicción y la violencia.
57/ Para el caso de Medellín
en la las primeras elecciones
de CMJ realizadas en el país en
1995, de una población juvenil
apta para votar de 402.619, se
inscribieron 32.358 jóvenes y
votaron solo 11.234, de ellos
272 votos fueron en blanco.
Pero en estudios y experiencias realizadas hasta hoy (elecciones del Consejo Municipal de
Juventud en diferentes ciudades y municipios por ejemplo), se observa que han sido la gran
mayoría de los y las jóvenes los más renuentes a utilizar y apropiarse de los mecanismos y los
espacios de participación política 57 . Incluso existen espacios y mecanismos que ni los mismos
jóvenes saben que existen o no están interesados en ocuparlos, pues ellos mismos plantean que
no los consideran interesantes, ya que no representan beneficios claros o que respondan a sus
expectativas y necesidades inmediatas y futuras. Para la mayoría de los y las jóvenes, resulta
tedioso involucrarse en los procedimientos técnicos y los “aburridos” debates que implican la
formulación de políticas, planes y programas; consideran que son espacios demasiado adultos,
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