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- La instrumentalización de la juventud por parte de los grupos armados, el narcotráfico e incluso
el mismo ejército nacional, quienes hacen permanentemente un reclutamiento forzado de
hombres y mujeres jóvenes desde diferentes modalidades: la trata de personas, la vinculación a los
grupos y ejércitos ilegales, al narcotráfico y la delincuencia, lo que no permite la libre opción de
los y las jóvenes a expresarse libremente y participar de otras propuestas, grupos o movimientos.
- Los procesos de reinserción y desmovilización de grupos armados y delincuenciales, donde
hay una alta participación de jóvenes. Si bien no se niega la importancia que pueda tener para
mermarle el volumen al conflicto en el país, esto trae consigo una serie de riesgos y consecuencias,
entre los que se destaca la instalación pública de la imagen del guerrero y el delincuente como
una oportunidad de ser reconocido a nivel social y de acceder a recursos económicos, a empleo
y posibilidades de estudio, y generando sentimientos de frustración y rabia en aquellos jóvenes
que le están jugando limpio al país desde sus propuestas no violentas, de desarrollo comunitario,
estudiantes comunes, jóvenes artistas, pues si se comparan los presupuestos asignados para
promover y/o apoyar este tipo de iniciativas, son mucho menores que los que se asignan para
favorecer los procesos de reinserción y desmovilización de los paramilitares o los grupos de
delincuencia común 113 .
2. El poco conocimiento y respaldo a las políticas públicas y a programas para la juventud
existentes en el país. Estos no se tienen en cuenta en los planes y programas de los gobiernos, las
organizaciones adultas, la escuela y sus docentes, padres de familia y las propias organizaciones
juveniles que son poco conocedoras de dichos programas, o no están convencidas de su
importancia y aquellas instituciones que trabajan con juventud no han logrado consolidar
mecanismos para promoverlas, hacerlas conocer y vigilar su cumplimiento.
3. La escasa reflexión teórica. Consideramos que, aunque hemos venido ganando en un
trato a la juventud como sujetos políticos y sociales, como actores de su propio desarrollo, pero
también de la ciudad entera y de sus dinámicas, no nos hemos detenido a dar cuenta de los
lugares teóricos y conceptuales, ni de las posturas políticas y sociales desde donde tal interacción
con la juventud es posible, y sobre todo deseable y pertinente.
4. La escasa atención a las opiniones y propuestas de los propios jóvenes. En la bibliografía
local y en la producción de conocimiento sobre juventud, se encuentran una buena cantidad de
textos alrededor de las metodologías y las maneras de intervención, incluso en los resultados
de dichos proyectos dedicados a este sector de la población juvenil; pero muy poco sobre los
enfoques, los postulados teóricos, éticos, sociales y políticos que los impulsan; y menos aún sobre
las miradas que la misma población juvenil se ha ido forjando sobre estas ofertas y servicios; pero
tampoco, y en lo que a este estudio interesa, sobre sus posiciones respecto a lo social, a lo cultural,
a lo económico y a lo político.
113/ Solo hablando de
Medellín, la Subsecretaría de
Metrojuventud dentro del Plan
de Desarrollo de la ciudad tiene
asignado para el desarrollo de
la política de juventud 6 mil
millones para el cuatrienio, y
acaba de anunciarse por parte
de la Secretaría de Gobierno la
asignación de 3 mil millones solo
para el 2005, para programas
de entrega y desmovilización
de jóvenes vinculados a grupos
de delincuencia, fuera de lo
que ya está asignado para los
procesos de reinserción de los
paramilitares.
5. La desvalorización de los y las jóvenes. Aunque hubo cierto auge de las reflexiones
sobre juventud a principios de la década de 1990, y luego a finales de la misma, estas han estado
marcadas por la problemática de la violencia y el narcotráfico, como víctima o victimaria, a cierto
tipo de prácticas culturales, o por su participación política en los espacios formales diseñados
para ello, alrededor de la Constitución Política Nacional de 1991 y su apuesta de avanzar en una
democracia participativa. Así mismo, en las encuestas y diagnósticos, los indicadores para medir
la participación y la movilización política de la juventud están referidos al grado de confianza en
las instituciones públicas, el registro y el potencial de jóvenes votantes y la abstención electoral
y a la pregunta de sí les gusta o no participar, mientras que las lecturas sobre las concepciones
políticas de los y las jóvenes, del lugar que quieren ocupar en el mundo, de las propuestas que se
presentan en sus apuestas -porque las tienen- son casi inexistentes, lo que hace suponer que las
instituciones y el mundo adulto en general, parten de la idea de que los jóvenes no tienen una
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