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postura política, una propuesta de ciudad, de país, una concepción del orden y de participación
social, en última instancia, que no son sujetos políticos y creen saber que es entonces lo que ellos
necesitan y por ello surgen las propuestas para la reinserción, la rehabilitación, el control, que
tienen más peso frente a otras propuestas y referentes políticos y sociales sobre la condición de
juventud y la importancia de su papel en la construcción de un proyecto de país.
6. La escasa pertinencia –sutantiva y metodológica- de la educación, especialmente a nivel
medio. Una institución educativa que no dialoga con el entorno político, social y cultural donde
se desarrolla la cotidianidad de los y las jóvenes, no incorpora de manera creativa y pedagógica
las nuevas tecnologías, que es autoritaria en su dinámica interna y que en últimas no reconoce al
joven como sujeto de derechos, ni lo forma en competencias ciudadana y políticas, como seres
autónomos, críticos, propositivos y democráticos.
7. La crisis económicas y la pobreza generalizada de muchos sectores de la población que
–como hemos visto- le niega oportunidades a la juventud para su participación. Una buena
cantidad de jóvenes en nuestro país están en la franja de los que estudian y trabajan o los que
trabajan en condiciones poco dignas en las largas jornadas laborales principalmente en el
rebusque y en el sector informal, presentándose una pérdida de la moratoria social de los jóvenes,
y esto ha afectado el tejido social juvenil, porque el tiempo posible para la participación no lo
tienen y el movimiento y la participación solo es posible en el marco del tiempo libre y hoy los
jóvenes cuentan con muy poco tiempo libre para ello.
8. Por último, se resalta la ausencia de una lectura de género e intergeneracional. Se está
ante una sociedad adulta que no reconoce las particularidades juveniles, y los escenarios que se
crean para participar (por ejemplo, una mesa de educación, una mesa de juventud, un consejo
de planeación, etc.) son escenarios donde se da un diálogo entre adultos, no son espacios donde
los jóvenes puedan escucharse y leerse, donde se les tenga en cuenta y se les reconozca desde
su condición de jóvenes. Los espacios que se construyen para participar no son espacios para
la inclusión y para el encuentro intergeneracional, donde se pueda conversar y construir entre
distintos, y los chicos para poder mantenerse en ellos, se tienen que comportar como adultos y se
pierden allí.
Frente a las potencialidades en el entorno, tendríamos que partir de afirmar que no todo es
caos, ni es perverso. Afortunadamente, la adversidad en nuestras ciudades y en general en el
país han hecho que se desarrolle una fuerte capacidad de trabajo por parte de diferentes actores
en el desarrollo de programas y políticas para la juventud. Asímismo, repetimos, encontramos
experiencias y esfuerzos importantes desarrollados por los propios jóvenes, para resistir y
proponer creativamente desde sus prácticas e intereses, salidas a problemáticas locales e incluso
nacionales. De manera sintética resaltamos lo siguiente:
1. Los desarrollos constitucionales y el diseño y puesta en práctica de políticas y programas
desde instancias gubernamentales y no gubernamentales, que favorecen la instalación de tema de
juventud en la agenda pública nacional y local.
2. La cantidad y diversidad de experiencias desarrolladas y probadas que han permitido la
construcción de un enfoque de juventud, y que poco a poco va instalando en el imaginario social
unas miradas, representaciones y referentes sobre la juventud, diferentes a la imagen del guerrero
peligrosista o como simple objeto de políticas.
3. Los recursos invertidos, asignados y destinados para el desarrollo de programas que
favorecen, promueven y fortalecen la participación y la movilización juvenil, que aunque aún
son pocos, son de gran importancia para que de a poco se logren transformaciones en la cultura
política en nuestro país y desde las nuevas generaciones.
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