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SM:07<br />
Víctor PIMSTEIN<br />
Muro de ladrillos, 1995-1996<br />
•<br />
Pintura • Óleo sobre madera<br />
• 84 x 74 cm<br />
A diferencia de las imágenes pálidas que generalmente llamamos<br />
«recuerdo», hay momentos privilegiados en que un perfume, una esencia,<br />
nos asaltan por sorpresa, arrancándonos violentamente del lugar y el tiempo<br />
que ocupamos para transportarnos a un lugar escondido, a un tiempo<br />
olvidado. La experiencia nos sacude con la intensidad de una tormenta y<br />
agita en el aire, ante y dentro de nosotros, los fantasmas de una habitación<br />
perdida, de una voz, de la luz que ilumina otros rostros, de un aire distinto.<br />
Así, por un instante, tenemos el privilegio de vivir simultáneamente<br />
en tiempos distintos, de ocupar varios lugares a la vez. Desafiamos la<br />
tiranía del presente que nos encadena día tras día y lo relegamos a su<br />
justa importancia en el conjunto tránsito del vivir: la de convertir nuestro<br />
deseo en memoria y nuestro anhelo en nostalgia e imaginación.<br />
Durante esos momentos, la vida se despliega en dimensiones y<br />
progresiones simultáneas y contradictorias.<br />
Somos simultáneamente un «fuimos» y un «seremos». El presente se<br />
convierte en el cuerpo del tiempo, en la superficie tensa y vibrante en que<br />
convergen los reflejos de la luz densa que empuja desde las profundidades.<br />
En ese instante, el mundo adquiere una corporeidad tan exultante y rica, tan<br />
detallada y precisa que al pasar nos deja como náufragos, sorprendidos de<br />
encontrarnos aún con vida sobre la misma orilla donde estábamos al partir.<br />
Es extrañamente conmovedor que ese perfume, ese perfume, ese<br />
perfume… esa esencia intensa, pasajera y volátil, que desencadenó la<br />
tormenta, no sea sino la llave de acceso a nuestra memoria, al territorio<br />
más profundo, más íntimo de nuestra imaginación. La memoria se<br />
sirve de la esencia para lograr hacerse presente, así como un espíritu<br />
puede servirse de cualquier cuerpo para manifestarse, dejándonos al<br />
desvanecerse el gusto amargo y pleno de nuestra propia mortalidad.<br />
Busco pintar cuadros de esas esencias: caminos de acceso a la materialidad<br />
del tiempo. Quisiera que fueran capaces de extinguirse en el momento de ser<br />
vistos, así como ese perfume que parece desvanecerse, mientras realmente se<br />
ramifica a oscuras, trabajando la profundidad de nuestra memoria.<br />
Como un perfumista, el abstracto de la alquimia medieval, busco destilar<br />
esencias, encontrar lo que parece haber de más puro, de más permanente<br />
en las cosas, el principio que las define y que se me escapa una y otra vez.<br />
Destilar es violentar, agredir la aparente integridad de la memoria. La<br />
integridad del mundo material es fragmentada usando la fuerza, es una<br />
forma de crueldad que renuncia al todo en el intento de apoderarse de esa<br />
partícula densa y volátil en que reside el secreto de su ser y su verdad última.<br />
Espero que mis cuadros sean inquietudes, como un déjà-vu, y que con<br />
una violencia contenida asalten a quien los mira, obligándole a buscar dentro<br />
de sí el lugar preciso que reclaman. Que sean de quien, al verlos, los hiciese<br />
tan suyos que sintiera que el pintor ha sido tan sólo el instrumento de quien<br />
él, como espectador, se ha servido para acceder a su propia visión.<br />
—Víctor Pimstein<br />
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