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SB:07<br />
JUAN LUIS MORAZA<br />
Koldo XIV-K 14-KA, 1998<br />
•<br />
Escultura • Bronce, madera y acero<br />
• 10 x 30 x 30 cm + 151 x 20 x 20 cm (peana)<br />
Carbono–14, Luis XIV y Ka; la divinidad solar, el rey sol y la datación<br />
mediante la persistencia de radioactividad cósmica… la autoridad<br />
legitimada en el pasado, en la necesidad, o en la inevitabilidad. El<br />
acróstico es sencillo. Lo que se oculta en la máscara del sol es el antifaz<br />
de una impostura, el signo tragicómico de la payasada —venida a<br />
más—, de un dios, de un rey, de una ley: el clan del círculo: el circo del<br />
amo, la institución de la supuesta necesidad de un capricho, de una<br />
particularidad.<br />
En ese universo donde las extremidades son verso, se trata de todo,<br />
salvo de la indiferencia. De hecho, nada hay tan valorativo como el<br />
olor: cada uno es un juicio, y su extravagante precisión convoca una<br />
ética de lo propio y lo ajeno. El acróstico KKK relata, pues, los vínculos<br />
entre las burbujas, entre los sistemas heliocéntricos de cada nariz. Una<br />
carta astral relata la posición relativa de los planetas del sistema solar en<br />
relación al instante y al lugar de nacimiento de uno de esos apéndices<br />
nasales que componen el de lo sublime a lo ridículo es reversible: las<br />
sátiras de Swift y Orwell tienen una visión más profunda que toda una<br />
biblioteca de obras sobre antropología social.<br />
La nariz ocupa el centro del universo, del heliocentrismo clasicista:<br />
la centralidad del olfato, mediante una formación reactiva que apela a<br />
lo visible. Como las manos, la nariz trata con los objetos invisibles, nota<br />
el calor, el temblor de cada cosa, recorre el camino del espacio. Pero a<br />
diferencia de la mirada, que toca adistancia manteniendo a raya al otro,<br />
el olor lo introduce dentro en cada respiración. Esto es lo insoportable<br />
para el clasicismo, que fantasea con una ética trascendental, con una<br />
belleza de la indiferencia, con una mirada desodorante.<br />
El clasicismo construye toda una burbuja reactiva intentando<br />
sobreponerse al hedor delo ajeno, incapaz de evitar, con cada<br />
respiración, el tacto mudo de un sentido considerado menor, animal.<br />
Por eso tradicionalmente se ha entendido la intuición como<br />
previsión, cuando es algo que no pertenece a lo visible. Es más bien<br />
olor, tacto presentido, no una mirada a lo aún no visto. Los que<br />
miran están acostumbrados a un mundo lejano, inalcanzable. Las<br />
imágenes hablan lejanamente, incluso de lo lejano. El olfato habita en<br />
lo próximo, pero también en la hondura de un aire que habla de lo<br />
lejano no de modo lejano.<br />
El aura existe en el olfato (...)<br />
—Juan Luis Moraza<br />
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