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SJ:02<br />
MIQUEL BARCELÓ<br />
La brochette, 1991<br />
•<br />
Escultura • Bronce pintado • 48 x 20 x 20 cm<br />
• Edición 1/8<br />
Naturaleza muerta que apesta a vida<br />
Frente a esos artistas que crean el mundo nuevo del arte —llamado<br />
«impulso de presente»— a través de tecnologías inodoras y artificiales<br />
y de imaginarios fantasiosos, Barceló lo hace «de la misma manera».<br />
Es decir, siguiendo la singular manera de la aportación catalana a lo<br />
universal. De este modo, él, al igual que Miró, incluso el primer Dalí,<br />
Tàpies y Brossa, o Amat y Perejaume entre los de su propia generación,<br />
todos avanzan hacia el devenir, al tiempo que retroceden hacia las raíces<br />
originales del hombre: enraizamiento pues, fascinación por lo primitivo,<br />
correspondencias lingüísticas y rituales simples, poética objetual pobre,<br />
crisol de civilizaciones, iluminación lírica, atemporalidad ética, nihilismo<br />
cómico, ruptura de la norma; en fin, invención universal, muy personal,<br />
que apuesta por el valor más alto en lugar de por la diferencia.<br />
La genialidad de Barceló, como la de los otros artistas, se explica por<br />
la calidad plástica de los que bajan a extraer la fuerza de lo nimio para<br />
elevarlo a lo absoluto. La fijeza intelectual de todos ellos emerge de la<br />
radicalidad ética de la vida del arte. Apartándose de la minimalización<br />
analítica y lingüística o, al contrario, de los excesos retóricos y narrativos,<br />
implosionan la tensión espiritual dentro del género. Pues es dentro de la<br />
identidad que dentro de la oscuridad ilumina la oscuridad de la claridad.<br />
En el extremo doméstico, arte de las profundidades y por lo tanto no<br />
urbano, así desplazan incluso las mitologías geográficas hacia lugares<br />
extemporáneos de lo contemporáneo y, pese a esto, comunicalmente<br />
celebrados, su triunfo celebra el centro telúrico, orgánico, donde se<br />
pudren con voluntad y tenacidad de excepción. La magnífica escultura<br />
de Barceló habla más de lo que dice, por lo que señalaré algunas de<br />
las tensiones mencionadas. El tema clásico de la naturaleza muerta se<br />
convierte interiormente en sujeto en lugar de género, de ahí la selección<br />
de pobres tubérculos en oposición a la retórica burguesa de los frutos<br />
sabrosos. La opacidad del blanco abstracto sobre el óxido, nombra el<br />
reposo latente de la vida biológica desafectada de colorines vitales. La<br />
rugosidad de la materia expresa su lucha por la interiorización ante la<br />
neutralidad y el perfeccionamiento del objeto industrial. Atemporalidad<br />
temporal en la que el aliento del impacto visual atraviesa el letargo<br />
de su fatalidad. Equivalencia única, el alma se expresa con la misma<br />
corporalidad, suspendida y enraizada, sarta rítmica circular, secada y<br />
sazonada, salida de la tierra pese a estar empobrecida. Naturaleza muerta<br />
que apesta a vida humana, como la condición de las entrañas del arte.<br />
Protuberancia del alma que huele a seco.<br />
—Vicenç Altaió<br />
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