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18Libro_Sinestesia_completo-final

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y Mayte Vieta. El silencio de unas flores muertas pero lleno<br />

de color es lo que une otras naturalezas muertas, como las de<br />

Nuria Fuster o Jannis Kounellis. Ante ellas nos sentimos fuera<br />

de tiempo y el silencio es contenido como materia, que cobra<br />

una presencia radical. En todas ellas hay un respeto a la composición<br />

y sus tradiciones. Se configura un espacio pictórico y<br />

la materialidad y su relación con la arquitectura se tensan, el<br />

espacio se piensa y se formaliza a partir de los objetos.<br />

El olor de los colores se nos aparece en el umbral de lo indecible.<br />

Lo hace bruscamente, como si tratase de violar la frontera<br />

de lo imposible sin manipular la materia, dejando que<br />

ésta se manifieste. La tentación del silencio no impide musicalizar<br />

el espacio. Como sucede en la arpillera geométrica<br />

de Mark Hagen, que huele a tierra y a madera. O en el<br />

hilo poético de la ambigua pintura de Richard Aldrich. La<br />

pintura se desvanece como el olor, como el color, como la<br />

imagen a punto de extinguirse de Víctor Pimstein.<br />

La pintura, y la escultura, son un ejercicio de vaciado. Como si<br />

tratásemos de encontrar el olor esencial. Lo advertimos en<br />

la caja de Txomin Badiola, pero también en la temblorosa<br />

pintura de Jürgen Partenheimer, donde el color produce un<br />

determinado efecto según su organización formal y la psicología<br />

de cada uno. Pero si el color es importante en las obras<br />

de Partenheimer también lo es el dibujo, o mejor, la acción de<br />

dibujar como producto de la conexión directa entre cuerpo<br />

y mente. Unos dibujos que, como el fluido amarillo de sus<br />

pinturas, no buscan la profundidad, manteniéndose en un<br />

primer plano para desdibujar los límites y liberarse del espacio<br />

que ocupan. Un aspecto indefinido que se acentúa con<br />

las líneas borradas pero que permanecen, que nos recuerdan<br />

que todo es un proceso y que no hay un <strong>final</strong> preciso. Este<br />

interés por las zonas de incertidumbre actúa metafóricamente<br />

como afirmación de nuestro sometimiento al tiempo.<br />

Idéntica intensidad e incertidumbre nos dejan la pintura<br />

de Günther Förg o las fotografías de Aitor Ortiz, Anna<br />

Malagrida o Vik Muniz. En todas ellas está presente el conflicto<br />

entre lo figurativo y lo abstracto. En el caso de Muniz,<br />

se evidencia directamente la congelación de un brochazo,<br />

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