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EL VIENTO DE MIS VELAS--J J PICOS

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postas, listos para llenar de viruelas a quien se

las diera de guapo. Aquel par traía el género al

mayoreo, como quien dice; pero el tercero,

que trepaba con calma a una cofa, trabajaba

más bien el menudo, portando en bandolera

una carabina de tirador, de las que tienen

rayada el ánima. Y pueden jurar que no era la

de Ambrosio, porque aquella sí mataba.

El cura, envalentonado, le arreó al cabecilla

con el plano del alfanje. No le partió la testa

de milagro. El calabazazo, acompañado de un

¡Me cago en Dios!, vino a devolver la cordura

al resto. Así nos dimos la vuelta y, tal y como

un piloto acomoda un navío, el mosén y el

granadero nos metieron en el puente sin más

zarandajas.

Me desnudaron en la cámara del capitán, sin

darme tiempo a decir amén, y me sacaron la

saya, la camisa y las enaguas, que rasgaron

como bárbaros en el saco de Roma, que más

parecía que fueran a profanar vestales que a

recuperar la plata que en las prendas venía.

Lo que no pudieron colgarme, lo tenía

escondido la milady en su aparatoso peinado,

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