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EL VIENTO DE MIS VELAS--J J PICOS

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mozos de cuerda compartían una misma

fiebre, la del café.

El rey Carlos, hablo del tercero, tenía un

puñado de súbditos que habían probado la

infusión abisinia. Sin embargo, eran más los

que no la conocían ni de nombre. El mismo

borbón napolitano desayunó toda su vida

chocolate con espuma de leche, sin que hasta

hoy se sepa si posó los labios en una

porcelana que contuviera café.

Yo creo que la mayoría de mis paisanos murió

sin saber que existía un líquido más negro y

penetrante que el que sale del cacao. Claro

que muchos tampoco supieron en vida que en

su nación no se ponía el sol. Ni maldito el

beneficio de haberlo sabido: siendo España

cabeza y corazón de un imperio, a muchos los

parieron en el mismísimo agujero del hispano

culo, o en alguna de sus almorranas.

En España y sus colonias, el rey era el

chocolate. Un monarca taimado que teñía con

sombras de pecado la virtud de las beatas.

Tales almas, que se decían cándidas, permitían

al chocolate dar pábulo a sus más recónditas

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