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EL VIENTO DE MIS VELAS--J J PICOS

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él—. Armarnos de paciencia y cuidar nuestros

pasos, eso haremos.

—Le pido perdón a su merced, padre —el cura

se sorprendió al oírme—. No tenía derecho a

complicarle así la vida.

—¡Vamos, vamos! No te hagas la plañiderita

conmigo, Yago, que no te va esa casaca. ¿En

serio le vienes con monsergas a quien vive de

sermones? No me quedaba ni puta limpia, ni

desposada salerosa a las que dar mosquetazo

en Coruña. ¡Hora es de cambiar de aires!

Patria de sal, llamó don Gaspar a

España. Más se ajustaría dar ese nombre a las

olas que me mojaban la cara, país de los

albatros, salinos y marineros, que no obedecen

a más rey que el viento, ni a más reina que las

ganas de comer. El cura cambió el tercio.

—¿Y vos qué, Morceguiño?, ¿qué nombre

daremos al flamante cirujano? Porque alguno

tendréis, rapaz; no quiero imaginar que andéis

por el mundo sin bautizar...

—Un rapaz que mata homes deixou a

mocedade lonxe abondo —le corrigió el otro

mientras se encajaba un monóculo—. Logo, o

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