Olive Senior - PEN International
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Donato Ndongo-Bidyogo<br />
Extracto de la novela<br />
Los Hijos de la tribu<br />
PALABRAS ... DONATO NDONGO-BIDYOGO 21<br />
Los Hijos de la tribu es la tercera parte de la trilogía iniciada con Las Tinieblas de<br />
tu memoria negra y continúada en Los Poderes de la tempestad. En ella, el autor<br />
narra la historia de Guinea Equatorial a través de un personaje principal, sin nombre,<br />
símbolo de todo el pueblo e hilo conductor de la saga. Mientras la primera de estas<br />
novelas abarca el período colonial, y la segunda describe los efectos sobre las personas<br />
de la dictadura de Francisco Macías, el primer presidente del país, Los hijos de la tribu<br />
– aún no terminada – comparte con el lector las vicisitudes del pueblo guineano en su<br />
empeño por recuperar la libertad y la dignidad.<br />
En el primer capítulo (al que pertenece el fragmento publicado) se presenta el<br />
ocaso de un régimen personalista, y se sugieren las transformaciones de un país y<br />
de una sociedad decididos a trascender una etapa ominosa para labrar un futuro<br />
esperanzador. Futuro representado por Niña Tasia, la esposa más joven del anciano<br />
déspota, y que contribuirá de modo decisivo al alumbramiento de una nueva<br />
sociedad que saldrá del oscurantismo.<br />
Del capítulo ‘Cero’<br />
Niña Tasia sollozaba acurrucada en el rincón, los ojos velados por las palmas de<br />
sus manos. Antes que la desgracia que caía sobre ella, viuda a los diecinueve años,<br />
le asustaba ser la causa ¿directa? de la muerte de su marido, por las exigencias<br />
de su cuerpo joven que el lujurioso anciano no podía satisfacer; su legendaria<br />
virilidad queda ba reducida a las interminables, exasperantes y monótonas<br />
peroratas oníricas sobre sus hazañas pretéritas, increíbles para ella, a la vista<br />
de la ruina humana que gimió como niño la noche que se reconoció incapaz<br />
de consumar la desfloración; pero, sobre todo, le aterraban las dudas ante su<br />
incierto futuro, cómo reaccionarán los familiares de mi esposo tras los funerales,<br />
me cargarán el muerto sólo porque expiró entre mis piernas, y me maltratarán,<br />
me encarcelarán, o, apartada de mis hijos, seré confinada en mi mísera aldea,<br />
donde apenas he terminado la casa de cemento que mi padre pidió en dote, por<br />
la tacañería proverbial de un fulano considerado entre los magnates más sólidos,<br />
ante el cual doblaban la cerviz los poderosos de la Tierra aunque lo tuvieran por<br />
un choricete basto y advenedizo, cuya ocupación principal y más grata consistía<br />
en recontar cada semana los billetes de divisas que abarrotaban decenas de<br />
maletines diseminados por sus palacetes, cotejar sus numerosas cuentas repartidas<br />
por medio mundo, evaluar sus inversiones en diversas empresas internacionales,<br />
controlando el destino de cada céntimo, y regodearse en la fortuna acumulada<br />
por el chico listo del ínclito Nze Mebiang, cuyos sortilegios de nigromante le