Olive Senior - PEN International
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adquirido un acento cockney. Cuando lo dejé, me persiguió durante un tiempo.<br />
Me dejó un mensaje en el contestador en el que suspiraba: eres un puta tan<br />
encantadora, eso es lo que adoro de ti. Luego otro que decía: púdrete en el infierno.<br />
Luego otro: me gustaba tanto la forma en la que tarareabas mientras … Y luego otro:<br />
¿todavía me quieres? Entonces cambié de número de teléfono. Supongo que me<br />
cansé del realismo sucio. Fue entonces que conocí a Mary Jane.<br />
Mi ignorancia lingüística era tan flexible que mi acento se transformó en un<br />
acento afectado cuando conocí a Mary Jane Prendergast. La conocí en la Escuela<br />
Slade de Arte, en una fiesta anual que se celebraba con fresas y nata en el patio<br />
interior. Se me acercó, me puso una fresa en la boca, extendió la mano y dijo: Mary<br />
Jane Loquesea, encantada de conocerte.<br />
Mary Jane era una estudiante madura, de bonito pelo pelirojo largo y liso, en su<br />
mejilla un lunar aterciopelado que era una entrada insospechada a otra dimensión.<br />
Había sido asistente de dentista, hablaba con gran cariño sobre los instrumentos<br />
relucientes, las prótesis, llevaba ropa de colores cuando todo el mundo iba vestido<br />
de negro. No estábamos interesadas en la pintura. Nos interesaba más crear<br />
esculturas con objetos encontrados, encuentros inesperados de cosas, entidades de<br />
alguna forma perturbadoras, objetos inquietantes. Mary Jane hizo un monstruoso<br />
ojo femenino, con pestañas rizadas extra tupidas. Yo hice unas narices de Pinocho<br />
que se retorcían en formas caprichosas.<br />
Es extrañíííííííííííííísimo, Mary Jane solía decir, alzando las cejas, abriendo los ojos<br />
hasta el grado más excesivo, estirando la palabra hasta el límite, deformándola hasta<br />
que la palabra se descomponía dejando un rastro espectral que flotaba alrededor<br />
de ella. Le encantaba transformar lo perfectamente normal en extraño. Extraño.<br />
Nos encantaba todo lo extraño. Por supuesto, la normalidad era definitivamente<br />
extraña, a veces nos interesaba ese tipo de extrañeza, pero la mayoría del tiempo<br />
cultivábamos situaciones enrarecidas. Cultivábamos todo lo que nos empujara a<br />
una realidad diferente. A las dos nos fascinaban los traumas, las patologías, las<br />
compulsiones, las fronteras borrosas, los placeres negativos. Lo explorábamos en<br />
nuestras vidas, en nuestro trabajo. La repetición, el deseo, la destrucción, eso era lo<br />
que nos atraía, objetos desagradables, la belleza de lo abyecto, transmutar la mierda<br />
en oro y el oro en plumas.<br />
[…]<br />
PALABRAS ... DESCUBIERTO EN TRADUCCIÓN 37<br />
Mira esa flor, es extrañíííííííííííííísima.<br />
Mary Jane me enseñó a reconocer flores extrañamente libidinosas, a buscar<br />
esculturas involuntarias, a observar la forma, el color y la textura de las cosas<br />
naturales y fabricadas. No me dí cuenta hasta que empecé a hacer de escritora<br />
fantasma sobre Buñuel, pero de alguna forma, estábamos trabajando dentro de<br />
la tradición surrealista. Inconscientemente tuvimos que sentir que esa tradición<br />
no estaba exhausta, especialmente la tradición de objetos ominosos, de objetos<br />
perversamente sexualizados. Nunca conectamos nuestro trabajo al surrealismo<br />
pues lo veíamos como un movimiento prehistórico y remoto que había sido<br />
completamente absorbido por la publicidad. Pero como nosotras, los surrealistas<br />
estaban interesados en poner lo visible al servicio de lo invisible, habían explorado<br />
el sex-appeal de lo inorgánico, veían la demencia como un lugar de exploración