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Olive Senior - PEN International

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36<br />

PALABRAS ... DESCUBIERTO EN TRADUCCIÓN<br />

Susana Medina<br />

Extracto de la novela inédita<br />

Juguetes fi losófi cos<br />

Traducido del inglés por la autora<br />

Juguetes filosóficos trata sobre nuestra relación con los objetos, las cosas, los fetiches,<br />

los secretos de familia que se pueden descubrir a través de sus pertenencias. En este<br />

extracto del segundo capítulo, la narradora medita sobre la dislocación lingüística<br />

que experimentó al comienzo de su vida en Londres.<br />

En aquel tiempo, el tiempo no existía, era tan estimulante, la abolición del tiempo.<br />

Era el tiempo de correr, los pensamientos reflexivos te impedían correr, tenían<br />

demasiado peso, había algo entorpecedor en la reflexión, yo quería correr. Corría en<br />

todas direcciones, saboreando el hecho de que hiciera lo que hiciera, no importaba<br />

lo inconsecuente que fuera, estaba aprendiendo una lengua nueva. Saboreaba riñas<br />

con novios, donde aprendía formas nuevas de expresar la furia, insultos oscuros,<br />

expresiones absurdas como ‘no te hagas las bragas un lío’, y a veces incluso visitaba<br />

al gerente de mi banco con transacciones complicadas para recibir enseñanza<br />

gratuita en inglés financiero. Pronto me dí cuenta de que la mayoría de la gente<br />

en esta ciudad, incluida yo misma, hablaba un inglés raro. La mayoría de la gente<br />

era de otro lugar. Durante mis años adolescentes, había aprendido algo de inglés<br />

escuchando canciones pop que traducía concienzudamente y cantaba a voz en<br />

grito sabiendo que el canto no es mi punto fuerte. También, durante tres años había<br />

aprendido una versión patois en el colegio con una mujer guapa y alegre que había<br />

logrado convertir la lengua inglesa en un dialecto que sonaba perfectamente a<br />

español, lo que me hizo sospechar que practicaba una forma audaz de sátira. Sus<br />

palabras inglesas tenían una calidad angular, su entonación era perfectamente<br />

andaluza y había transferido bastantes sonidos del español al inglés, haciendo que<br />

sonara como una catástrofe sofisticada, un accidente con estilo a la espera de un<br />

estudio lingüístico de mutaciones extrañas del inglés.<br />

El inglés que hablaba cuando llegué a Londres, sólo me permitía los intercambios<br />

más básicos. Asistí a clases de inglés con jóvenes misionarios involuntarios<br />

que viajaban por el mundo diseminando la lengua de un imperio que se había<br />

trasladado al otro lado del Atlántico. Hacía los deberes, escribía las palabras nuevas<br />

en un pequeño cuaderno rojo. Aprendí inglés con un punk inglés auténtico, John K.<br />

Lucía una cresta verde. Era un desastre a tiempo completo, pero un punk de verdad,<br />

para mí el equivalente de la realeza inglesa, un novio trofeo del que hablar con mis<br />

amigos en Almería. Era de Mile End. Su habla era una mezcla del londinense de la<br />

clase popular y el argot más callejero. Me enseñó cómo pedir un cigarrillo: ‘got a<br />

fag, mate’, a decir ‘innit’, ‘blimey’, ‘wa´er’ y a no decir ‘my’ sino ‘me’: ‘me brother’, ‘me<br />

grub’. Me despigmalionizó a su manera. Rápidamente desarrollé un acento y un<br />

vocabulario que asombraba a mis profesores de inglés. Yo ni siquiera sabía que había<br />

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