Qué decir del pan de Burguillos, los molletes de La Luisiana, el pan de kilo, las teleras y las allullas (oayuyas) de Las Cabezas de San Juan. Por supuesto no nos olvidamos bajo ningún concepto del panprieto de La Algaba, con su pringá o sin ella, o el pan preñao, con relleno de ricos embutidos,incluso de algún queso de la zona.El pan está presente en nuestra cocina desde el desayuno a la cena y además en muchos de losplatos referentes de la gastronomía popular. Las tostás, en pan cortado en rebanadas o en molletes,solo con aceite o con una buena manteca de lomo, están asociadas a nuestro despertar. Sin ellas, muchosno somos nada. El sevillano difícilmente encontrará un desayuno a su gusto en otro sitio del mundo. Sinabandonar el género, el del pan tostado, pero ya a otra hora del día, tenemos parada obligada el Díade Todos los Santos en Benacazón, donde las tostás se coronan con sardinas asadas, igual que enCastilleja del Campo, aunque aquí se le añade al pan un buen chorreón de aceite de oliva.No se entendería nuestra cocina popular sin el pan porque junto al tomate y al aceite sonlos elementos más indispensables de nuestros gazpachos, salmorejos, porras, ardorias, sopeaos,sopillas, panochas…Para estas recetas, el pan con buena miga es el más adecuado, y si puedeser del día anterior, pues mejor, aunque lo remojaremos un poco.También el pan es esencial para los famosos majaos de pan frito con ajos, pimentón dulce ycominos que le dan un toque especial a espárragos, espinacas y hasta guisos de conejo, pollo ocualquier carne.Las sopas de ajo y de tomate mejoran con su picatoste, sin duda, como las sopas de picadillo,con caldo del puchero, huevo picado, jamón y el pan frito. Una delicia. Y más que nada, noexistirían las migas de matanza sin pan. El ajo entero y con piel también es incuestionable, comoel aceite para refreir todo junto. Los hay, muchos, que también le añaden pimientos verdes, es verdad;y otros, al gusto, que prefi eren las migas con sardinas, otros con panceta, hasta chorizo o morcilla, tal vez, porqué no; pero pan, duro, y cortado fi no, para que se empape bien cuando lo humedezcamos, no puede faltarpara las migas serranas. Sería como una paella sin arroz.Pan hasta en los postres. Por supuesto ese pan especial, más asentado, para torrijas, que cuando llegaSemana Santa se compra en muchas casas para echar una inolvidable tarde con la familia haciendoese manjar de miel, pan y vino, entre otros elementos. Tampoco se entenderían las gachas sin elpan duro para los cuscurrones. Ni las poleás. Desde la mañana a la noche, como entrante, platoprincipal o postre, el pan siempre presente en nuestras mesas. Y que no falte jamás de los jamases.Lugares, Productos y Momentos47
El ArrozSi mezclas en una misma conversación las palabras arroz y España,muchos serán los equivocados que viajen mentalmente a Valencia. Losconocedores de la realidad de este cereal que quita tanta hambre enel mundo pero que también es capaz de ser un producto de primernivel en las cocinas más refi nadas de todas las culturas, saben a cienciacierta que el auténtico granero de Europa está en la provincia de Sevilla,concretamente en los extensos humedales de la marisma del Guadalquivir, que pocos kilómetros más alláse convierten en «pulmón» verde, cuando entramos en el impresionante marco del Parque Nacionalde Doñana. Sol y llanuras anegadas son los elementos clave para que el cultivo del arroz sea todoun éxito.Siempre que no acuda a la cita la temida sequía, que afortunadamente hace ya años que no tenemosnoticias de ella, el marco ideal para que el arroz crezca más y mejor que en cualquier otro sitio delplaneta se sitúa en este fértil enclave hispalense.En Sevilla, como en toda la España arrocera (Castellón, Valencia, Murcia, Tarragona…)se cultiva arroz desde que lo introdujeran los árabes, allá por el siglo VIII, quefueron los primeros en aprovechar esos terrenos inundados que anteriormentese consideraban inútiles.Ya acercándonos a una relativa modernidad, a comienzos del siglo pasado, lamarisma sevillana sólo rentabilizaba cuarenta hectáreas de este cultivo. Tampoco se podíadar mucho más de sí con las precarias condiciones en las que tenían quetrabajar los agricultores. Pero conociendo el excelente rendimiento de la tierra, yla calidad del grano resultante, en los locos años 20 y luego en los 30 por fi n, sefueron poniendo las bases de la posterior explosión del sector con la construcciónde numerosas y necesarias infraestructuras que aliviaron mucho las labores.Esa apuesta, y la llegada de muchas familias valencianas en aquellos dramáticosaños de la Guerra Civil, un poco huyendo de zonas más confl ictivas desde el48 Lugares, Productos y Momentos
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