Saludos desde Corea

46 _ HOLA desde COREA
Pinturas de Kim Hong-do: Bailarín y Músicos (izquierda), Lucha libre Ssireum (derecha)
Kim Hong-do
(1745-?)
En la historia de la pintura coreana hay
hombres de mucho talento, y el mejor de
todos ellos es Kim Hong-do. Sus paisajes
son los más representativos de la escuela
realista de Corea, y sus retratos son muy
admirados porque él, junto a Sin Yun-bok,
es uno que lleva la bandera en cuanto al
estilo de pintura costumbrista que vivifica la
vida de la gente común, un estilo surgido en
la etapa posterior de Joseon. Junto a An
Gyeon y Jang Seung-eop, él es considerado
como uno de los tres grandes maestros de
la dinastía Joseon.
Se dice que desde niño había demostrado
no sólo su talento sino también su carácter
carismático, lo cual, probablemente, se
agregó al estilo y humor de su pintura. Tenía
la fama de ser muy atractivo y extrovertido,
y tenía mucha popularidad entre los contemporáneos;
hasta el rey era su admirador.
Cuando tenía 29 años pintó el retrato del
príncipe heredero, y a los 44 años viajó por
todo el país pintando los escenarios locales,
los que después fueron enviados al rey. En
sus cincuenta pintó paisajes de montañas,
árboles y arroyos reales. Sus obras son sin-
gulares en estilo y técnica. Kim poseía un
excelente sentido de espacio, y recurrió a
veloces pinceladas para crear líneas fuertes,
combinándolas con colores suaves que representaban
muy bien las emociones del
pueblo coreano.
En sus últimos años se dedicó a la pintura
costumbrista, el arte que describe escenas
de los sucesos ordinarios de la vida cotidiana.
Este tipo de pintura de gusto tan singular
fue objeto de crítica de los aristócratas
(yangban). Esto parece algo sorprendente
ya que Kim era el pintor oficial del gobierno.
Sus pinturas costumbristas incluyeron sus
profundos conocimientos de las montañas,
arroyos, taoístas inmortales, flores,
praderas; pero sus temas se centralizaron
en la gente trabajadora.
Sus obras influenciaron en el estilo de
muchos pintores posteriores y dejaron una
marca clara en la historia del arte coreano.
Sus pinturas sirven también como documentos
de la vida del pueblo coreano de su época.
Sus pinturas que todavía quedan han sido
designadas como tesoros nacionales y se
exhiben en los museos más importantes del arte.
Pero, como muchos otros artistas
geniales, Kim Hong-do se murió de soledad,
sufriendo por enfermedad y pobreza.