Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
escogido un lugar en el flanco de una ladera, cerca de un arroyo que<br />
descendía hacia el valle. Con poco trabajo desvió una parte del agua e hizo<br />
llegar un chorro al extremo de su morada. Cubrió con tierra los intersticios<br />
que existían entre las piedras apiladas que formaban la muralla. Tendió<br />
sobre esta, en el interior, una tela de piel de yak, parecida a esa con que<br />
hacen sus tiendas los pastores nómadas. Construyó aún un segundo muro<br />
exterior, detrás del cual aquellos que vinieran una o dos veces por año a<br />
suministrarle vituallas, pudieran depositar con tranquilidad los víveres y<br />
combustibles, sin verlo a él. Después, siempre ayudado por las personas que<br />
lo habían acompañado, colocó en la caverna las provisiones que le habían<br />
llevado, las mantas, los tapices, los almohadones y los vestidos. 136<br />
Dadul no había ido al desierto para practicar la austeridad, sino simplemente<br />
para morir y, en consecuencia, no tenía motivo para privarse, en sus últimos<br />
días, de las comodidades que podía procurarle su fortuna.<br />
Cuando todo estuvo listo, los amigos se despidieron. Desde el umbral de su<br />
futura tumba él los vio alejarse, y oyó cómo se debilitaba gradualmente el<br />
sonido de los campanaes atados al pescuezo de los caballos. . . Después se<br />
borraron las formas de los jinetes, se hizo el silencio... Y Dadul quedó solo,<br />
con la muerte encerrada en él.<br />
Se prosternó entonces en la dirección en que vivía el lama que lo había<br />
iniciado en el rito de "El Terrible", luego entró en la caverna, se prosternó<br />
ante un tanka 137 que representaba a la aterradora deidad y se sentó en el<br />
lecho donde su cuerpo, roído por la lepra, quedaría allí un día inanimado,<br />
ofrecido como alimento a los insectos y los gusanos. . .<br />
Pasaron los días, las semanas... Al cabo de cuatro meses, dos hombres le<br />
trajeron víveres. El oyó cómo descargaban los animales, cómo colocaban las<br />
bolsas en la "antecámara" de su morada, invisibles, pero tan cerca de él.<br />
¿Tuvo acaso deseo de hablarles, de saber qué había sido' de los seres que<br />
más había querido, su mujer y su hijo? . . . ¿Tuvo ganas de saber si<br />
pensaban en él, si su nombre era alguna vez pronunciado entre los suyos?. .<br />
. Tal vez, pero la historia no lo dice.<br />
La costumbre en el Tibet exige que los que llevan comida o no importa qué a<br />
132