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INICIACIONES E INICIADOS DEL TIBET ( Alexandra David-Neel )

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escogido un lugar en el flanco de una ladera, cerca de un arroyo que<br />

descendía hacia el valle. Con poco trabajo desvió una parte del agua e hizo<br />

llegar un chorro al extremo de su morada. Cubrió con tierra los intersticios<br />

que existían entre las piedras apiladas que formaban la muralla. Tendió<br />

sobre esta, en el interior, una tela de piel de yak, parecida a esa con que<br />

hacen sus tiendas los pastores nómadas. Construyó aún un segundo muro<br />

exterior, detrás del cual aquellos que vinieran una o dos veces por año a<br />

suministrarle vituallas, pudieran depositar con tranquilidad los víveres y<br />

combustibles, sin verlo a él. Después, siempre ayudado por las personas que<br />

lo habían acompañado, colocó en la caverna las provisiones que le habían<br />

llevado, las mantas, los tapices, los almohadones y los vestidos. 136<br />

Dadul no había ido al desierto para practicar la austeridad, sino simplemente<br />

para morir y, en consecuencia, no tenía motivo para privarse, en sus últimos<br />

días, de las comodidades que podía procurarle su fortuna.<br />

Cuando todo estuvo listo, los amigos se despidieron. Desde el umbral de su<br />

futura tumba él los vio alejarse, y oyó cómo se debilitaba gradualmente el<br />

sonido de los campanaes atados al pescuezo de los caballos. . . Después se<br />

borraron las formas de los jinetes, se hizo el silencio... Y Dadul quedó solo,<br />

con la muerte encerrada en él.<br />

Se prosternó entonces en la dirección en que vivía el lama que lo había<br />

iniciado en el rito de "El Terrible", luego entró en la caverna, se prosternó<br />

ante un tanka 137 que representaba a la aterradora deidad y se sentó en el<br />

lecho donde su cuerpo, roído por la lepra, quedaría allí un día inanimado,<br />

ofrecido como alimento a los insectos y los gusanos. . .<br />

Pasaron los días, las semanas... Al cabo de cuatro meses, dos hombres le<br />

trajeron víveres. El oyó cómo descargaban los animales, cómo colocaban las<br />

bolsas en la "antecámara" de su morada, invisibles, pero tan cerca de él.<br />

¿Tuvo acaso deseo de hablarles, de saber qué había sido' de los seres que<br />

más había querido, su mujer y su hijo? . . . ¿Tuvo ganas de saber si<br />

pensaban en él, si su nombre era alguna vez pronunciado entre los suyos?. .<br />

. Tal vez, pero la historia no lo dice.<br />

La costumbre en el Tibet exige que los que llevan comida o no importa qué a<br />

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