Relats Breus Dones 9e i 10e - Dones Despí - Sant Joan Despí

CIUDAD, NOCHE Y LLUVIA Esther Vallès
Noche sin luna. Calles vacías. Edificios silenciosos. Miles de estrellas ocultas por las
luces de la ciudad dormida. Gotas de lluvia caen sin cesar, tímidamente, perturbando
el silencio apesadumbrado de las solitarias calles; humedeciendo el asfalto, las aceras,
los vehículos que reposan junto a ellas y algunos que circulan trasnochadores. Resplandecientes
luces rojas y verdes de los semáforos, blancas de las farolas, amarillas de las
ventanas… todas ellas luces muertas, frías, insensibles, irreales, vacías de naturalidad.
En el cielo, penumbra, tinieblas, ni una luz viva, cálida y real. La luna, dueña y señora
de la noche, con sus fieles doncellas, se esconde, temerosa de las luces irreales de la
ciudad. Las gotas ligeras sobre los cristales reflejan las luces muertas; cubren el asfalto
y se dejan llevar de un lado al otro por las ruedas de los pocos vehículos trasnochadores;
saltan, corren, juegan, salpican…
La ciudad, de día tan viva que no parece la misma, cuando los rayos del sol la iluminan
la dotan de vida, repleta de cuerpos anónimos que circulan de un lado a otro con rumbo
prefijado, como gotas de agua que por la corriente fluvial se dejan llevar. Las calles
se llenan de ruido, gritos, risas, llantos. Miles de historias que nadie se preocupa en
escuchar, a nadie le interesa, a nadie le importa, porque sus protagonistas no son más
que gotas de agua en un río caudaloso. Las luces falsas, ahora tan resplandecientes y
orgullosas, de día permaneces dormidas, cobardes, resguardándose temerosas de su
gran competidor al que no pueden vencer. Mas ahora, nadie. Silencio. Luces muertas.
Es una noche especial, mas todo el mundo lo ignora, para ellos es otra noche más. Cierran
sus ventanas y desean que la lluvia cese antes del amanecer, después se acomodan
frente la caja tonta hasta que Morfeo los visita.
Pero es una noche especial, hay algo místico en el ambiente, en el silencio, en el cielo,
en el agua… la ausencia de ojos de fuego que nos vigilan desde el cielo tranquiliza el
ambiente i lo dota de serenidad, pues los únicos ojos son fríos e insensibles.
La lluvia purifica la noche corrompida por las luces artificiales; las gotas ligeras reflejan
la luz, como millones espejos diminutos, por doquier. Un jardín de diamantes efímeros
en el que cualquiera podía perderse y no volver jamás. El agua serena, brilla, purifica,
esparciendo su aroma puro y fresco por todo cuanto toca. Las calles están desiertas, la
ciudad es un desierto mojado, sin ningún viandante. Ninguno, salvo ella.
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