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31. Folclore y tradición - Instituto de Estudios Altoaragoneses

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EnriquE CapElla. FolClorE y tradiCión<br />

120<br />

fabricar un esfuriador con un palo <strong>de</strong> bucho al que le até bien unas<br />

codas <strong>de</strong> raposa.<br />

Durante un mes, a punto día, cuando todos dormían a garrón<br />

tirau, y sin miaja pereza, me plantificaba en la cocina armau <strong>de</strong>l esfuriador<br />

y, sacudida ta un lau y estacazo ta’l otro, aquellos michinos salían<br />

disparaus por la chaminera tasamente como si fuan brujas en sabado.<br />

La operación <strong>de</strong>l esfuriador me llevó to las mañanas <strong>de</strong>l mes <strong>de</strong><br />

diciembre completo, pero a las tardadas, cuando nos ajuntabamos<br />

en la cocina, todos los gatos que clucaban al calor <strong>de</strong> los tarrancos<br />

en la ulor ya notaban mi prisenzia, esparciéndose más templaus que<br />

el cierzo, <strong>de</strong>jándome el mejor sitio en la cadiera, u séase campo libre<br />

sin corrientes <strong>de</strong> aire.<br />

Dueña Rufina, algo escamada, me dijo uno <strong>de</strong> aquellos días: «No<br />

sé qué pasa, Perico. Estos gatos, antes tan sumancios, paice que llevan<br />

el dimonio en el cuerpo en cuanti te oloran. Tienes trazas <strong>de</strong>spabilau,<br />

pero, como te pille en algún rinuncio, sin dicir oste ni moste te pondré<br />

<strong>de</strong> patas en la painetera calle, asina sabrás cómo las gasta tu tío<br />

o ferrero si, canso <strong>de</strong> soplar encia fuera, le da por soplar pa drento, y<br />

ya verás cuando llegue ta casa medio calamocano cómo t’endreza las<br />

costillas...».<br />

Algunas tar<strong>de</strong>s, y sobre todo en los días <strong>de</strong> fiesta y sus vispras,<br />

aquella cocina s’animaba más que cualisquier sala <strong>de</strong>l casino que<br />

llaman «Monte <strong>de</strong> Carlos».<br />

Acudía don Serafín, el cura mosén Placido y algún que otro<br />

mandamás <strong>de</strong>l pueblo. El siñó Cosme sacaba la baraja y entre guiñotes,<br />

julepe y arrastraus se hacían las siete y media «tirando la oreja a<br />

Jorge», como sule icirse.<br />

Mosén Placido, el cura, tuvía poco <strong>de</strong> placido y mucho <strong>de</strong> cura. Si<br />

la soberbia es pecau, hubía tuvido que confesarse a menudo, pus per<strong>de</strong>r<br />

una piseta en el juego era como si le sacasen dos muelas sin indición.<br />

El cura era un hombre como un trallo, y a pesar <strong>de</strong> sus sesenta<br />

años aún les mojaba la oreja a muchos mozos jovenzanos con sus<br />

tiros <strong>de</strong> barra y partidos <strong>de</strong> pilota si estos no eran prolongaus. Al<br />

fondo <strong>de</strong> la abadía tuvía un cacho <strong>de</strong> güerto y jardinería. Había que<br />

velo, con la sotana remangada y calzau <strong>de</strong> abarcas, con qué cuidiau<br />

manejaba las plantas <strong>de</strong> hortalicia y sus macetas floridas, que eran<br />

una maravilla y envidia <strong>de</strong> to’l pueblo, lo mismo los claveleros que las<br />

matas <strong>de</strong> geranios.

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