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31. Folclore y tradición - Instituto de Estudios Altoaragoneses

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«trepeceta»<br />

«Trepeceta»<br />

En nuestro antiguo y flamante Coso Bajo siempre existieron<br />

comercios muy notables, tanto por los géneros que se expendían en<br />

ellos como por la formalidad y competencia <strong>de</strong> las personas que los<br />

regentaban.<br />

La «Relojería <strong>de</strong> Nogués», que también fue «Joyería», tenía por<br />

dueño a don Isidro, hombre <strong>de</strong> corta estatura pero <strong>de</strong> largo y cabal<br />

oscensismo; quiero recordar que «ceceaba un poco en la fabla», lo<br />

cual le daba gracia y flamante personalidad.<br />

Una luminosa mañana <strong>de</strong> primavera, con los almendros ya cuasi<br />

esporgando, cierto zagal <strong>de</strong> Quicena, bien mudau, calcero nuevo, cutio<br />

cutio sin tartir se plantifió risuelto en la referida tienda.<br />

—¡Güenos días!<br />

—¡No parecen malos, zagal! ¿Qué se te ofrece?<br />

—Aquí traigo este reloj. Taconando unas albarcas ayer <strong>de</strong> tar<strong>de</strong>s<br />

en la <strong>de</strong>mba, me se fue l’auja saquera y, sin comer ni bebelo, le di punchazo<br />

a o cristal, que brincó hecho mil piazos, quedando sanas únicamente<br />

las dos sa<strong>de</strong>tas...<br />

—No te apures, mesache; si tan solo falta el vidrio, en un «Jesús»<br />

queda resuelto –arguyó el dueño y, poniendo manos a la obra, apretó<br />

un nuevo cristal que, al parecer por sobra <strong>de</strong> fuerza o ajuste, se<br />

quedó igual que una estrella.<br />

—¡Mal comenzamos el día! A ver con este segundo... ¡Rediezla,<br />

también se ha roto!... ¡Veremos quién pue<strong>de</strong> más!<br />

Así continuó Nogués con el tercero y el cuarto, <strong>de</strong>jando limpia la<br />

faena con el cristal que hacía el número cinco, pues que ya dice el<br />

taurino refrán que «nunca hay quinto malo».<br />

El pobre zagal quicenero, viendo aquella hecatombe vidriera<br />

esparcida por los suelos, con voz que no le llegaba al cuello <strong>de</strong> la<br />

camisa exclamó con un susurro:<br />

—Dígame usté qué le <strong>de</strong>bo...<br />

—Pues mira, zagal, por ser para ti, que has aguantado cuatro<br />

roturas sin lamentar ni mover ni pie ni garra, solamente te voy a<br />

cobrar «trepecetas», y conste que, pagando bien los vidrios rotos, aún<br />

gano dineros...<br />

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