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Segunda parte MAESTROS, AMIGOS Y COLABORADORES

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ABATE HENRI BKEUIL<br />

do mi colaborador y amigo Juan Cabré, y también para visitar el nucvo<br />

yacimiento paleolítico antiguo cori osamentas de elefaiites explorado<br />

por el Marqués de Cerralbo. He aquí en pocas líneas mis impresiones<br />

de viaje.<br />

Rocas pintadas de Las Buluecas. El valle de Las Batuecas desciende de<br />

las más altas cirnas de la Peiia de Francia (1.700 m ) y, aunque pertenece<br />

a la provincia de Salamanca, geográficamente forina <strong>parte</strong> de lAm<br />

Hurdes, región especialmente salvaje y pintoresca del norte de la provincia<br />

de Cáceres, y donde ~oda la red hidrográfica es tributaria del Tajo.<br />

Este valle desierto y boscoso está a cinco horas de caballo de La Alberca<br />

(Salamanca), pueblo muy original que dista I 2 horas a caballo y en diligencia<br />

de cualquier vía férrea. La situación bravía y apartada del país es<br />

desde hace inucho tierripo proverbial en España: ir u las Ratuecas significa<br />

hacer un viaje absurdo o imposible. Fue en un ailtor literario, Lope<br />

de Vega, donde el señor Vicente Paredes, amable erudito de Plasencia,<br />

encontró la inetición de los roqucdos pintados de Las Batuecas. Pudo<br />

ascgurarse de que realmente existían por uri viejo originario del lugar;<br />

corno su edad le impedía tan penosa excursióii, publicó dicha noticia<br />

que f~ie origen de nuestros proyectos de exploración. Juan Cabré, a petición<br />

mía, hle el primero que viajó hasta allí. Con su inlormación Ine<br />

decidí a ir con él. A pesar de las lluvias torrenciales y las nevadas pudimos<br />

llevar a cabo nuestro estudio.<br />

La montaña en cuyo flanco se abre el valle de Las Ba~uecas está foi.<br />

mada por asperón siluriano con huellas de bilobites, que forinan las dos<br />

vertientes de la quebrada. Hacia la basc, los baiicos areniscos se<br />

interestratifican con niveles de pizarras cambrienses que predominan<br />

aguas abajo, antes de llegar a las masas grariulíticas de La Alberca y especialtnente<br />

de Plasencia.<br />

El asperóri silúrico, extreinadamente duro y silíceo, da lugar a aspectos<br />

ruini~orines con frecuencia de forma escalonada, con superficies verticales<br />

dominadas por pequeños voladizos. Rajo estos abrigos, la roca ha<br />

conservado su color natural y no está invadida por los líquenes y los<br />

musgos, siendo en estos lugares donde las pinturas se ha11 conservado.<br />

Los habitantes del país, aunque Ilanial>an a uno de estos abrigos el Canchal<br />

de las Cabras pintadas, desconocíail la existencia de los frescos que<br />

estaban en el origen de este nombre. Ayndado por don Miguel, guardia<br />

civil de La Alberca, en el mes de marzo J. Cabré procedió a un exa-

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