Segunda parte MAESTROS, AMIGOS Y COLABORADORES
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ABAW 1-IENRI RRFUTL<br />
dura del Arriuela en el Guadalaviar, encontranios también un grabado<br />
rupestre, profuiido, absolutamente patinado con el color general de la<br />
roca dura. Representa un caballo muy artísticamente realizado. Algu-<br />
nos pequeños sílex laminares, de aspecto iuagdaleiiiense, son los úni-<br />
cos vestigios hallados en la proximidad de los abrigos pintados. Su edad<br />
paleolítica no ofrece dudas.<br />
[igi i] La antigua y pintoresca ciudad de Albarracín, construida so-<br />
bre un espolón jurásico que cierra el alto valle del Guadalaviar, tiene<br />
cerca un macizo de arenisca roja triásica, que doiriina todo el paisaje<br />
con sus rocas atonrientadas. Un pequeño riachuelo, el Arriuela, tribu-<br />
tario del Guadalaviar baja hasta éste por un barranco salvaje, profunda-<br />
mente tallado en los bancos de arcnisca que se escalonan a cada lado<br />
en acantilados redondeados, en los que la erosión atmosferica ha labra-<br />
do cornisas, abrigos y hasta pequeñas cuevas. El sendero que sube por<br />
el barranco es bastante malo y no tarda en perderse cuando desapare-<br />
cen los últimos rodales de tierra arable y que el cauce queda reducido<br />
al lecho del torrente, atestado de bloques eri amontonamientos caóticos.<br />
Más arriba, el curso del riachuelo vuelve a ensancharse, en el contac-<br />
to de las areniscas y las formaciones margosas del Jurásico, el talveg se<br />
ensancha formando una vasta cubeta cuya vertiente meridional se ele-<br />
va en pendiente suave ocupada por los cultivos, mientras que la vertiente<br />
de arenisca se recorta en varios y espaciosos pequeños valles, bordeados<br />
por salientes en los que la crosión ha preparado sucesivas terrazas, abri-<br />
gos sin número y multitud de pequeiias cuevas. Un bosque de pinos,<br />
desgraciadamente sometido a un desrame excesivo, y lo bastante escaso<br />
para no enmascarar la estructura del suelo, ocupa los fondos areiiosos ...<br />
Allí, a unos q krri de la ciudad, están las rocas pintadas de que habla-<br />
remos y que los habitantes conocen desde siempre. Un botánico del siglo<br />
pasado que frecuentaba mucho la Sierra de Albarracín observó las figu-<br />
ras, constatando su aspecto antiguo. Los indígenas cuentan que él las<br />
había explicado coino una especie de fotografías naturales, producidas<br />
durante una violenta tcmpestad, de un rebaño de toros salvajes que vi-<br />
vió en tiempos prehistóricos.<br />
J. Cabré supo de las pinturas por don Salvador Gisbert, de Terucl, al<br />
que la lectura de nuestra descripción de los frescos de Calapata y Cogul<br />
le aclaró el signiiicado de las rocas pintadas de Mbarracín conocidas con<br />
el nombre de Los Turicos. En octubre de 1909, Cabré fue a estudiarlas y