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Segunda parte MAESTROS, AMIGOS Y COLABORADORES

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cófilo y al servicio de Francia por el Marqués de Cerralbo, del que había<br />

discutido las conclusiones megalómanas sobre el yacimiento, por lo de-<br />

más imporrante, de Torralba (Soria). Con la ayuda de algunos de sus pre<br />

tegidos, dicho Marqués entregó a la Embajada de Alemania unas cartas<br />

mías y de otros franceses recomendando a nuestro colaborador cxiliado<br />

como un amigo por encima de las pasiones del momento y como un gran<br />

sabio. Se le pidieron explicaciones que dio con dignidad, declarando que<br />

sus amistades francesas era demasiado profundas para poder alimentar<br />

hacia nuestro país unos malos sentimientos y que todo esto no le impedía<br />

ser un leal ciiirladano de su patria. Igual que yo, en los periódicos aleina-<br />

nes impresos en Barcelona, fue objeto de odiosos ataques por <strong>parte</strong> de<br />

un oficial pangermanista, Deseloers. Poco después, el Koelnische Zeitung<br />

imprimió, bajo la firma del profesor español E. Hernándcz-Pacheco [ca-<br />

tedrático de Geología], una denuiicia formal contra Obermaier por es-<br />

tar al sei-vicio de Francia, lo quc era pura calumnia. Durante nuestras<br />

conversaciones de esta época nunca se evocó la guerra ni nada con ella<br />

relacionado y íinicamente hablamos de nuestras actividades científicas,<br />

de los parientes y los amigos, siempre en u11 perfecto respeto muiuo.<br />

Acabada la guerra, Obermaier decidió adoptar la nacionalidad espa-<br />

ñola, prosiguicndo su actividad ampliada ahora a la Universidad, de la<br />

que fue catedrático [primera cátedra de Historia Primitiva del Hom-<br />

bre, 19221 y miembro de la Real Academia de la Historia. En abril de<br />

1919 volví a verle en Madrid en mi viaje a las rocas pintadas de la pro-<br />

vincia de Cádiz. En agosto de 1925 fui a Santillana del Mar para pasar<br />

con él unos días y ver los nuevos arreglos y las excavaciones que llevaba<br />

a cabo en Altamira por encargo del Duque de Alba, del que fue amigo,<br />

colaborador y liinosnero. En una de aquellas jornadas (20 de agosto),<br />

estando también presentes del Conde H. Bégouen, el Duque de Alba y<br />

el Conde de la Vega del Sella, discurrimos la forma que debía tener una<br />

carta al Soberano Pontífice exponiéndole los riesgos muy graves de la<br />

acción desconsiderada e incompetente de la autoridad romana que<br />

ciertos prelados de la Curia preconizalmn y contra las cuales el Carde-<br />

nal Mercier no dudó en actuar ante Pío XI. Esta carta, Lirmada por rio-<br />

sotros tres, fue entregada al Papa por el Nuncio de entonces. Es sabido<br />

que las temidas reformas quedaron en nada.<br />

El 28 de marzo de 1926 me reuní con Obermaier eii Madrid y el día<br />

siguiente Ilegalnos a Teruel para estiidiar, en la Sierra de Alharracín, la

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